El Gallego

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En realidad todos le llamaban el gallego, aunque no era de allí. Nadie sabía bien de donde era y si le preguntabas a cualquiera, cada uno te contaba una historia diferente. Una vez, hará dos o tres años, estuvo varios días con unos vascos y todos pensamos que eran muy amigos o incluso familiares de él, pero poco más tarde ocurrió lo mismo o parecido con una familia catalana. Creo que a nadie le importaba demasiado saber la verdadera historia del gallego. Supongo que como yo, más de uno pensaba que esa historia no sería muy alegre, porque él, jamás contaba nada de su vida. En lugar de eso, siempre que hacía falta, recurría a contar historias en las que no decía dónde pasaron o quién las protagonizaba, pero siempre eran divertidas.

El gallego le cae bien a todo el mundo. Es de esos que aterrizan por aquí un buen día y ya no se van. En pocos días les conoce todo el mundo, pero a diferencia de muchos, con él puedes contar para lo que sea. Bueno, siempre que des con él, porque no tiene móvil. Aunque esto tampoco es problema, si quieres encontrarle, solo has de estar atento. Antes o después, vas a escuchar su vieja Vespino o la verás echando humo por ahí. Donde veas el ciclomotor aparcado, ahí está el gallego. Por las mañanas después de las diez, que tampoco es de madrugar, lo primero que hace es ir al mar. Nada todos los días, sin excepción. Da igual la temperatura, las olas o las corrientes. Su media horita de natación es sagrada. Tanto, como las dos cañas que caen antes tan siquiera de secarse. Después toca buscarse la vida, que también hay que comer algo. A estas alturas, casi se podría decir que tiene agenda y cada mañana después de esa rutina, va a casa de alguien a echar una mano en cualquier reforma, chapuza, trabajo de jardinería o lo que sea que quieras hacer. Para pagar al gallego, aquí ya sabemos todos, que el trabajo de una mañana se paga con los alimentos para ese día. El dinero le ofende.

Puede que le necesites para arreglar el auto riego, que lleva tres meses sin funcionar y los del servicio técnico te han dicho que como es viejo y no hay repuestos, vas a tener que sustituir todo y te va a salir por un ojo. El gallego aparece a las doce con la Vespino y la maleta de herramientas y se va a las tres con dos tupers de pollo a la carbonara y ensalada de pasta. Ese riego no volverá a fallar antes de que termine el verano que viene. Si lo que se te ha roto es la culata de la furgo, el gallego va a ir cuatro o cinco días, que más tarde de las cuatro no se puede trabajar. Que la siesta es sagrada, hombre. Cada uno de los días, habrá de llevar un par de tupers a su casa, que comer también lo es.

Cuando no tenía tanto trabajo en cartera, más de una vez se quedaba sin siesta, pescando en la playa, buscando alguna verdura en los límites de una huerta o intentando poner trampas a ver si caía algún conejo con algo de carne. Nunca le fallaban las estrategias.

Lo raro de este, dentro del elenco de buscavidas de la zona, es que en cuanto empiezan a aparecer los veraneantes, desaparece él y no vuelves a verle hasta que empiezan a emigrar los turistas. Estamos ya en marzo. Pronto levantará el vuelo esta golondrina. Aunque no sé si este año todo va bien. Hace dos semanas le vi en Conil. Donde haya gente, bullicio, comercio, ahí no es su sitio. En los bares de la playa del pueblo, por las noches sí, que le ha cogido el gustillo a tocar la guitarra y pasa noches enteras de farra, aunque por lo que parece, bebe menos de lo que todos dicen. Lo que me llamó la atención el día que le vi en Conil, era que parecía que se había preparado, como para dar buena impresión a alguien, como si fuera al médico o algo así, pero eso es solo un decir. Llevaba los mismos pantalones cortos que lleva siempre, la misma camiseta de propaganda del supermercado y las mismas sandalias que todos los días. Creo que nunca le he visto vestir otras prendas que esas tres, y la chaqueta de cuando hace frío o es de noche. Una vez a la semana o dos, si en sus labores se ha manchado más de lo normal, limpia la ropa por la noche y la brisa la plancha. Se podría decir que es de esas personas que va sucia aunque no lo vaya. Nadie se lo tiene en cuenta porque aquí, todos le conocemos y sabemos que el gallego, es buena gente.

El Gallego en El Palmar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora