Osaragi estaba irritada. Le habían asignado una misión en una bodega vieja y abandonada. Aunque en desuso, el lugar no estaba en tan mal estado y parecía haber sido utilizado recientemente; había comida, algunos sillones y otras comodidades que sugerían que alguien había estado operando desde allí. Y así era, pero eso no era lo que realmente la molestaba; sino con quién la habían asignado.
Desde el principio, Nagumo se comportó como siempre: tomándose el trabajo a la ligera y haciendo comentarios innecesarios. Osaragi lo ignoró y decidió terminar el trabajo lo más rápido posible. La tarea era simple: eliminar a un grupo de objetivos y luego irse. Sin perder tiempo, se puso en marcha y lo hizo.
Mientras tanto, Nagumo seguía hablando y riendo en la parte superior de la bodega. ¿Realmente no tenía nada mejor que hacer? Sin darse cuenta, Osaragi ya había completado la tarea. No entendía por qué los habían enviado a los dos, y mucho menos a Nagumo; sabía que con solo enviarlo a él habría sido suficiente.
La bodega quedó en silencio, salvo por el sonido de la respiración agitada de Osaragi. Mientras observaba el lugar, pensó en cómo aquella bodega había servido como base para los objetivos. A pesar de todo, sintió alivio al saber que la misión había sido un éxito y que, al menos por ahora, no tendría que escuchar las bromas de Nagumo, a menos que fuera en el camino de regreso.
- Los hubieras dejado más tiempo; no vinimos hasta acá solo para matarlos tan rápido. - resopló Nagumo.
Osaragi decidió ignorarlo; no quería escuchar más. Solo deseaba tomar una ducha o, al menos, lavarse. Guardó su sierra y dio un último vistazo al lugar. A pesar de estar abandonada, la bodega se veía sorprendentemente agradable. Caminó hacia un sofá donde había algunas bolsas. Antes de que pudiera tocar las bolsas, Nagumo le sujetó la muñeca.
- ¿Qué estás haciendo? No deberías tocar nada. - dijo Nagumo con una sonrisa que, aunque presente, Osaragi sabía que no era genuina.
Ella se soltó de su agarre con evidente molestia.
- Tú estabas revisando allá arriba - señaló - así que no deberías decirme nada.
Lo miró con seriedad, decidiendo dejar su curiosidad de lado. Se dio la vuelta para salir del lugar. Estaba a punto de sujetar su maletín con la sierra cuando Nagumo la agarró del brazo y, en un movimiento rápido, la arrinconó contra una sucia pared antes de que pudiera detenerlo.
- ¿Qué demonios te pasa? ¡Suéltame! -jadeó Osaragi al sentir la fría pared contra su espalda.
Nagumo no se movió ni aflojó su agarre; más bien, la arrinconó aún más, inclinándose hacia ella.
- ¿Qué?... ¿Te asusté? - dijo, inclinando la cabeza a un lado y mirándola fijamente con una sonrisa burlona.
Ella lo mataría algún día.
- ¡No! ¡Nunca me asustaría por algo como tú! - espetó, apretando los dientes.
- No, no me tengas miedo a mí - respondió con una sonrisa irónica - pero quién sabe qué podrías encontrar aquí. ¿Quieres seguir explorando? ¿Revisar bolsas y esas cosas? Está oscureciendo; será más entretenido, ¿no crees, Osaragi? - añadió con sarcasmo.
Osaragi no respondió y solo lo miró con odio. Era verdad, estaba oscureciendo, y la idea de estar allí la perturbaba. No era una niña asustadiza, pero tenía terror a los no vivos, aunque nunca se lo admitiría al idiota frente a ella, que siempre la molestaba cada vez que tenía la oportunidad.
Finalmente, se rindió y dejó de forcejear.
- Sabes, es ridículo que tengas miedo por algo más, en lugar de los cadáveres que se encuentran a menos de un metro de nosotros. Curioso, ¿no?
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Pɾιmera Vez | +18 ᴏꜱᴀʀᴀɢɪ × ɴᴀɢᴜᴍᴏ
Lãng mạn- ¿Crees que este es un buen lugar? - preguntó él, casi en un susurro, su mirada aún fija en sus labios. Ella se estremeció de nuevo. - ...¿De qué hablas? ¿Buen lugar para qué? - estaba a punto de cuestionarlo cuando él la interrumpió con un beso. ...