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Mudarse a Buenos Aires había sido una de las decisiones más emocionantes y aterradoras de mi vida. Había crecido en España, en un pequeño pueblo donde todos nos conocíamos. Aunque mis raíces eran brasileñas y árabes, me sentía más española que nada. Ahora, a mis veinte años, estaba lista para empezar mi carrera en la música, y mi primer trabajo en una discoteca, la Bresh, era la oportunidad perfecta para ello.

Apenas una semana había pasado desde mi llegada a esta vibrante ciudad. El invierno porteño me había recibido con sus frías ráfagas de viento, un contraste absoluto con el verano abrasador que había dejado atrás en España. Mi pequeño departamento era acogedor, aunque no estaba del todo lleno. Había traído conmigo solo lo esencial: mi guitarra, un par de maletas con ropa, algunos libros y, por supuesto, mi querido gato, Visa.

Visa parecía adaptarse mejor que yo al nuevo entorno. Pasaba sus días explorando cada rincón del departamento y observando a los transeúntes desde la ventana.

Yo, en cambio, aún me estaba acostumbrando a la idea de estar sola en una ciudad tan grande. Pero no podía negar que Buenos Aires tenía un encanto especial, una energía que me motivaba a seguir adelante.

Esa noche era crucial para mí. Mi primer trabajo en la Bresh, una discoteca muy conocida por sus fiestas vibrantes y llenas de energía, marcaría el inicio de mi carrera en el mundo de la música. Había soñado con este momento desde que me gradué en España, y ahora estaba aquí, a punto de vivirlo.

Me miré en el espejo mientras me preparaba. Opté por un conjunto que reflejara tanto mi personalidad como mi estilo musical: unos jeans ajustados negros, una camiseta blanca con un diseño gráfico de una banda de rock, y una chaqueta de cuero. Para completar el look, elegí unos botines cómodos pero elegantes y algunos accesorios sencillos gorro y una bandana que usaba para cubrirme la mitad inferior del rostro, Decidí tocar con la cara tapada para preservar mi privacidad y concentrarme en la música. Quería sentirme auténtica y cómoda, pero también destacar.

Antes de salir, eché un último vistazo a mi pequeño espacio. La guitarra descansaba en su soporte junto al sofá, y los pocos libros que había traído estaban alineados en un estante improvisado. Había pegado algunas fotos en la pared, recuerdos de amigos y familiares que me ayudaban a sentirme más cerca de casa.Visa, como siempre, se enroscó en su manta favorita y me observó con sus grandes ojos curiosos.
"Deséame suerte,Visa," dije con una sonrisa mientras le acariciaba la cabeza. El gato ronroneó en respuesta, como si entendiera la importancia de la noche.

Salí del departamento con una mezcla de nervios y emoción. Las calles de Buenos Aires estaban animadas a pesar del frío, con personas yendo y viniendo, luces de neón iluminando los edificios y el sonido constante del tráfico. Decidí que lo más seguro sería tomar un taxi hasta la discoteca. No quería arriesgarme a caminar sola por la noche en una ciudad que todavía no conocía bien.

Llamé a un taxi y esperé en la entrada de mi edificio. En pocos minutos, un coche amarillo se detuvo frente a mí. El conductor, un hombre de mediana edad con una sonrisa amigable.

-¿A dónde vamos?preguntó mientras se ponía en marcha.
-A la Bresh, por favor,respondí, intentando ocultar mis nervios.

El taxi se deslizaba por las calles iluminadas de Buenos Aires mientras el conductor y yo compartíamos comentarios sobre el frío nocturno y la energía de la ciudad. Mis pensamientos se concentraban en la noche que me esperaba en la Bresh, el pulsante corazón de la vida nocturna de Buenos Aires.

Cuando llegamos, me sentí abrumada por la mezcla de emoción y nerviosismo. A pesar de que había soñado con este momento, ahora que estaba aquí, la realidad se sentía surrealista. Tomé una profunda bocanada de aire antes de salir del taxi y enfrentarme a la noche.

La Bresh brillaba con luces de neón y la música vibraba desde el interior. Antes de entrar, ajusté la bandana que cubría la mitad inferior de mi rostro, una elección que había tomado para preservar mi privacidad en este nuevo capítulo de mi vida.

Caminé con paso firme hacia la entrada, ignorando las miradas curiosas de quienes se encontraban en la fila. El portero me reconoció de inmediato y me guió hacia adentro, donde fui recibida por el gerente de la discoteca.

-¡Nadia! ¡Bienvenida a la Bresh! exclamó el gerente con entusiasmo. Estamos emocionados de tenerte aquí esta noche.

Escuchando sus palabras, un atisbo de rabia pasó por mi mente. Había aceptado este trabajo por pura necesidad financiera. Necesitaba el dinero para mantenerme viva y pagar el departamento.

Esta noche, tenía que demostrar mi valía, sin importar las circunstancias, ya que me había traído desde España, no me importaba dejarlo todo atrás con tal de volver a empezar.

Agradecí con un gesto serio, demostrando mi determinación a pesar de la situación financiera. Mientras me dirigía hacia el escenario, mi mente se centraba en el desafío que tenía por delante.

Mientras Estaba ajustando mis equipos, sentía cómo la anticipación y la emoción se mezclaban en mi interior. Sabía que esta noche sería un punto de inflexión en mi carrera, una oportunidad para demostrar mi talento y hacer una conexión significativa con el público.

La hora de comenzar mi set llegó rápidamente. La música comenzó a fluir a través de mis manos y mi corazón mientras mis dedos se movían expertamente sobre los controles. La multitud respondió con entusiasmo, entregándose a la energía de la música que creaba.

Durante todo el set, me sentí liberada y poderosa. La música era mi voz y mi expresión, una forma de comunicarme con el mundo sin necesidad de palabras.

A pesar de que mi rostro estaba oculto, sentía una conexión profunda con el público, como si estuviéramos compartiendo un momento íntimo y emocional a través de la música.
Al final de mi actuación, la ovación del público me dejó sin aliento. Sentí una mezcla de alivio y euforia, sabiendo que había dado lo mejor de mí misma esa noche.

Mientras estaba tocando, un chico torpe de media altura se acercó a mí con un vaso de fernet y quería que le pusiera una canción. Como no lo escuchaba por la música y los cascos, sin querer lo empujaron y derramó todo el fernet sobre mi equipo.

En ese momento grité de la sorpresa y lo empujé.

-¡ Mi equipo, por favor, dime que va a funcionar, Dios! ¡No puede ser cierto!

- los siento de verdad , lo lamento.

La gente comenzó a sacarlo de en medio y llegaron los de  seguridad y el gerente. El chico solo pedía perdón.

En medio de mi furia, me retiré al baño, donde varios móviles capturaban la escena. Las lágrimas corrían por mis mejillas mientras me sentía devastada.

- Nadia, ¿estás bien?,preguntó el gerente, preocupado, golpeando suavemente la puerta.

- No sé qué hacer, mi equipo está arruinado, respondí entre sollozos.

- Lo siento mucho por lo que pasó. Te prometo que haré todo lo posible para conseguirte un nuevo equipo antes de tu próxima actuación la semana que viene, dijo con sinceridad.

Mi equipo era todo para mí, me había costado la vida tenerlo.

Salí del baño y me lavé la cara con agua mientras el gerente me observaba.

- ¿Lo prometes? le pregunté señalándolo.

- Lo prometo. Puedes irte a casa por la puerta trasera.

Me pasó mi bolso, me arreglé el pañuelo y busqué la puerta de salida para terminar esta noche.

Mientras caminaba por las calles iluminadas de Buenos Aires, el frío de la noche se mezclaba con el calor que aún sentía por dentro. Había superado el primer desafío al mudarme aquí, pero no estaba preparada para lidiar con la gente de esta ciudad.

Pedí un taxi. Mientras nos dirigíamos a mi departamento, pensaba que debía encontrar un nuevo trabajo lo antes posible. Sin equipo, no podría sobrevivir en esta ciudad.

Pagué el taxi y bajé para llegar a mi piso. Entré y mi gato me recibió; le besé la cabecita. Me deshice de mi ropa y fui directa al frigorífico, cogí un trozo de pizza dura y me dirigí al sofá. Encendí la tele para que hiciera ruido y no me sintiera sola. Pronto caí en los brazos de Morfeo sin darme cuenta.

La DJ  || spreen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora