27.

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—Vincent. Tienes visita.

El guardia deslizó la tapa que cubría el rabillo pequeño que se encontraba al centro de la puerta de metal. Seguido de sus palabras abrió la puerta, del otro lado se encontraba alguien a quien no esperó ver, en sus manos llevaba una caja negra.

—Solo quince minutos. —volvió a decir el guardia, cerrando la puerta tras quien había entrado.

Vincent estaba sentado en la cama, dando la espalda a la puerta mientras veía la pared, había trazos ilegibles tapizándola, en su mayoría palabras dispersas, desordenadas, y algunos dibujos extraños.

—No quise que las cosas terminaran de esta manera. —fue Petrus quien habló, caminando hacia la silla que estaba a un lado de la cama, se sentó tras decir estas palabras, mirando fijamente a Vincent— Pero jamás imaginé que podrías ser capaz de hacer algo así, me traicionaste al haberle pagado a ese periodista y a su abogado, interferiste en la ley deliberadamente, ¿no te bastó con exponerme varias veces a la prensa y difamarme?

Vincent solo rio.

—Yo volví a creer en ti, y aún así me traicionaste. Te pedí perdón aquel día, fui tan honesto contigo esa tarde en el cementerio, me expuse completamente, te confesé lo que sentía, acepté mis fallos y las cosas tan deplorables que te hice, en verdad me arrepentí y tu también te disculpaste. —él finalmente se dio la vuelta para ver cara a cara a Petrus, su cabello estaba desordenado, su barba crecida y ya no tenía los piercings de su cara que tanto lo caracterizaban— Me hiciste creer que seríamos los amigos que fuimos, yo estuve dispuesto a recuperar esa vieja amistad.

Petrus suspiró.

—También fui honesto ese día, pasé los últimos once años preguntándome porqué nuestra amistad se había ido al carajo, nunca hablaste conmigo, nunca me dijiste lo que realmente pasó, sabías de mi amnesia, a pesar de eso decidiste atacarme en vez de hablar conmigo y decirme de manera más apropiada nuestro pasado, ¿crees que eso fue lo correcto?

—Sé que no, te dije que me arrepentía, pero entiéndeme, estaba cegado por la rabia, te culpé por su muerte esa noche, te odié... Con el paso del tiempo me di cuenta de que no era lo correcto, quizás me di cuenta demasiado tarde, ya que tú y yo nos habíamos plantado como rivales.

—Tuviste muchas oportunidades para hablar conmigo pese a nuestra relación, y no lo hiciste, ¿ahora yo soy el malo?

—¿Qué quieres que diga? ¿Qué quieres que haga? Ya te pedí perdón, ¿quieres que me arrodille?

—Si eso logra convencerme de que te perdone, entonces hazlo.

Vincent no pudo evitar mostrarse sorprendido por sus palabras, no podía comprender por qué Petrus actuaba así, hace unos pocos meses él estaba dispuesto a volver a ser ese amigo que había perdido, ahora se mostraba como una persona totalmente diferente, distorsionada y extraña. Vincent siempre había sido así, un poco arrogante y manipulador, pero no al grado en que lo era Petrus, al menos Vincent era honesto y directo con sus intenciones. Petrus no lo era.

—Solo querías hundirme, ¿no es así? Fingiste haberla superado, pero aún no aceptas que ella me prefirió antes que a ti.

—Tienes razón, nunca lo olvidé, aunque por once años lo hice.

—Y durante esos once años cambiaste tanto... Te volviste diferente a como eras, las personas comenzaron a amarte por tu carisma y tu elocuencia, a pesar de tu adicción, todos los que te rodean te aman.

—Siempre fui un encantador natural.

—No, no lo fuiste.

—¿Y cómo era?

—Nadie te toleraba, ni siquiera tus propios padres, Samara me lo dijo, ella me contó todo lo que le decías respecto a tu familia y el desprecio que sentías por tus padres, en especial por tu padre.

Saber que Samara le había contado eso a Vincent le molestó, sus manos apretaron la caja que sostenía, tanto que, la punta de las orillas se impregnó en su piel haciéndole un poco de daño. Petrus le había pedido que eso quedara entre ellos dos, pero Samara ignoró esa petición por completo.

—¿Acaso olvidaste que en la academia nadie quería estar cerca de ti? Todos sabían lo de tu adicción, y aunque fuiste un alumno prodigio, eso no te hizo menos despreciable para algunos. Es cierto, Samara y yo fuimos tus mejores amigos, logramos entenderte y profundizamos contigo desde que nos conocimos, pero tú tienes dos caras, Petrus, siempre fuiste así, siempre te mostrabas como un hombre afable y encantador, pero en realidad eres un hombre con muchos conflictos, arrastras a los que están cerca de ti a tu miseria, lo mismo pasó con James y Keanu, ellos son tus mejores amigos ahora, ¿pero por qué crees que lo son? Ellos te conocen tan bien que no son capaces de enfrentarte, porque en el pasado les hiciste daño, pero te redimiste de alguna manera y ellos te perdonaron.

Lo que decía Vincent era verdad, a pesar de que ellos tres siempre habían mantenido una sólida amistad, los cambios de personalidad de Petrus afectaron varias veces su relación, especialmente las discusiones que tuvo con Keanu por mujeres. Petrus tenía la mala costumbre de encontrar en alguna chica que le gustara un refugio emocional, siempre había sido así, pero la chica que más le afectó fue Samara y ahora, que sabía que ella estaba muerta, su refugio emocional era Ava.

—Eso fue hace mucho tiempo, ya no soy el mismo de antes.

—No, por supuesto que no, cambiaste, aunque muchos dicen que para bien yo sé que solo fue una personalidad que creaste para ocultar lo que realmente eres. Eso dijo tu psiquiatra.

—¿Mi psiquiatra?

—Luego de tu accidente él se contactó con todas las personas que te conocían, James, Keanu, yo... Nos hicieron algunas preguntas sobre tu conducta, no sé qué dijeron ellos, pero yo fui honesto, admito que el culparte por la muerte de Samara influyó en que dijera cosas que sabía de ti, como las veces que la seguías o la manera en que ella te evitaba. La noche de la fiesta, ¿la recuerdas? Quisiste acercarte a ella para bailar, pero te rechazó, estuvimos a punto de discutir, pero de la nada cambiaste tu actitud, te volviste más sereno, como si no te importara.

Petrus no recordaba que las cosas hubieran sucedido de esa manera, él creía que simplemente se había ido, que los dejó bailando solos, no recordaba que ella lo había rechazado.

—Es que me di cuenta que no debía interponerme más.

—Por eso te confesamos que salíamos. En realidad, ya teníamos un año de estar juntos, pero no te dijimos nada antes porque ella temía de tu reacción.

—¿Ella temió de mi reacción?

—Llegó a sentir miedo de ti, me lo dijo, la acosabas Petrus, yo lo supe todo, pero no quise ser grosero contigo y traté de alejarla de ti desde entonces.

—¿Alejarla de mí...?

—Ya no quiero hablar de esto, ¿a qué viniste? —preguntó mientras se ponía de pie, al hacerlo caminó por la habitación— ¿Viniste a disculparte o solo a hablar del pasado? Si es lo segundo mejor vete.

—Quise traerte esto. —él le extendió la caja negra que llevaba— Me diste la fotografía aquella noche, ahora yo te daré esto, y con ello dos confesiones.

Vincent tomó la caja con desconfianza y la abrió, encontrándose con una caja musical en forma de piano.

—¿Qué es esto?

—Cuando cumplió diecinueve años tu no pudiste estar con ella, esa noche la llevé a mi lugar especial, a esa colina en donde estuvimos hablando sobre los recuerdos, ¿te acuerdas? —él sonrió y se puso de pie— Habíamos tomado, pero también estábamos lúcidos, tanto que tuvimos sexo, asumo que para ese entonces ustedes ya tenían una relación, pero aún así ella fue capaz de acostarse conmigo.

—No... Estás mintiendo...

—No, es la verdad. Ahora entiendo que nunca te lo dijo, así que siempre quiso mantenerlo en secreto. Ella me evitó luego de eso, estoy seguro que le avergonzaba recordar lo que pasó, o se sentía arrepentida porque estaba contigo, no lo sé. La busqué en su casa y le llevé esa caja musical como una ofrenda de paz, me la devolvió. Ahora entiendo que eras tu quien la mantenía alejada de mí, no era ella la que no quería estar conmigo.

—¿De qué mierda hablas? Ella me decía que no quería verte, y su madre, quien se enteró de todo, estaba aterrorizada, ella misma me lo dijo.

Eso explica la forma en que la madre de Samara reaccionó al verlo, ese miedo que expresó fue por eso mismo, porque sabía que Petrus de alguna manera le había hecho daño a su hija, pero ella estaba enterada de la pérdida de su memoria y por eso no fue tan dura con él.

—No pretendas distorsionar mi realidad, Vincent, no me digas tu versión de los hechos, alteras mi verdad y eso no me gusta.

—Petrus, escucha lo que dices, enloqueciste, no quieres aceptar que le hiciste daño y que además la alejaste de ti por tus mismas acciones.

—O por las tuyas, lo acabas de decir.

—Lo hice porque supe hasta qué punto llegó tu obsesión, ¿qué querías que hiciera? ¿Que no defendiera a mi novia de un maldito acosador? Lo sé, le pediste perdón, pero fue una fachada, no cambiaste, lo dejaste en evidencia la noche de la fiesta.

—Y aún así me pediste que la llevara a su casa esa noche.

—Es que confié en ti, eras mi mejor amigo, maldita sea.

—¿Y sabes qué paso esa noche? Le confesé mi amor, me dijo que solo me veía como a un hermano mayor, que te amaba solo a ti, ¿qué esperabas que hiciera, Vincent? Sus palabras dolieron...

—Solo debiste aceptarlo.

Petrus se acercó más a él, sus manos tomaron sus hombros y sus labios se condujeron a su oído, el agarre de sus manos incrementó, apretando sus hombros un poco, mientras aquellas palabras salieron de su boca en un débil pero claro susurro:

—Por eso esa noche la asesiné, provocando ese accidente. Si ella no iba a ser mía, tampoco sería tuya.

Esas palabras resonaron en la mente de Vincent una y otra, y otra vez. La caja negra cayó al suelo. Había creído todos esos años que solo había sido un accidente.

Al fondo se escuchaba al guardia tocar la puerta con insistencia, el tiempo de visita había acabado. Petrus se separó de él y sonrió.

—Pero eso ya no importa. —agregó, mientras su mano izquierda daba palmadas sobre su brazo— Eres tú el que está en prisión, no yo.

Se dirigió a la puerta y le solicitó al guardia que la abriera para poder salir, mientras que Vincent estaba paralizado, tratando de asimilar lo que Petrus acababa de decirle, nunca había sentido tanta impotencia y odio como en ese momento.

CABELLOS NEGROS. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora