Mi nombre es Nick Tourse, mi vida parecía extraordinaria, una novia perfecta, una escuela perfecta, popularidad, una familia "estable" hasta que a los 17 días del mes de Julio, a mis 15 años me diagnosticaron, al principio, Leiomioma, un tumor que parecía beningno, en el abdomen, hasta que después de sufrir varios dolores insoportables, finalmente, terminaron por diagnosticarme leiomiosarcoma, un tumor maligno creciendo en mi abdomen. Lo que fue más gracioso de esto, si es que esto se puede decir, fue que es un tumor muy poco frecuente, y justamente, a mí me tuvo que afectar. Era como una maldición. Cuando me lo diagnosticaron mi madre comenzó a llorar, mi padre comenzó a llorar de igual manera, pero en su propia forma, sin echar ninguna lagrima, como siempre lo había hecho. Yo no podía, estaba sockeado, todo parecía un mal sueño, me golpeaba el rostro tratando de despertar de esta agonía. Los Doctores me habían dicho que me quedaban, si no sigo tratamiento, al menos 2 entre 4 años de vida, lo cual devastó por completo a mis padres. Al oír esto no pude evitar soltar unas lagrimas, que rápidamente me sequé con la palma de mi mano. No podía evitar en todo aquello que no haría... Hijos, formar una familia, ver crecer a mis hijos, siquiera nietos... Todo se había ido a la mierda.
Inmediatamente me puse a pensar como lo tomaría Madison (Mi novia), pensé en ocultarlo, pero no podría hacerle eso. -¿Cómo son los tratamientos? -Pregunté al doctor, sin mirarlo directamente, ya que estaba con los ojos empapados, y no quería que me viera así. -Monoquimioterapia, que consiste en administrarte un fármaco antitumoral, pero en los tumores sólidos, aunque te demos los fármacos más eficientes, y condiciones favorables, no hay respuesta adecuada más allá del 10-15 %.
-Mi madre seguía llorando. Debo suponer que enterarme que tu hijo va a morir sería la sensación más putamente dolorosa del mundo. Volvimos a casa, y me dirigí a la cama. Mi madre también, sabía perfectamente que se encerraría en su habitación y lloraría todas las noches hasta el día de mi baja. En cambio, mi Padre me siguió y fue a mi habitación a hablarme. *Golpes en la puerta* -¿Puedo pasar? -Murmuró.- Sí, por supuesto. -Se sentó a mi lado mirando directamente hacia el suelo por unos segundos, hasta luego dirigir su mirada hacia mi. -¿Quieres seguir el tratamiento? -Dijo- Eso supongo... Aunque yo no quiera, Mamá me obligaría a hacérmelo de todas formas. No es como si pudiéramos hacer algo al respecto. -El sonrió, más no dijo ninguna palabra.- ¿Quieres morir? -Dijo después de unos segundos? -En realidad no sabría. He visto casos de gente que sufre durante la inyección de la quimioterapia, o como sea, y aunque así sea, como dijo el doctor, el nivel de respuesta de los fármacos era trágico, de todas maneras moriría en unos años, ¿No? -Eso supongo.- No dijo una palabra más y se retiro, fue a consolar a mi Madre, eso supongo, comencé a llorar cuando se fue. ¿No es impresionante? La vida se puede joder en un puto momento. Al día siguiente no fui a clases, por lo cual recibí una llamada de Madison, a la que no respondí. Me levanté como a medio día, para almorzar, bajé las escaleras y vi a Madison parada ahí. al verme comenzó a llorar. -¿Le contaste?- Dije a mi madre. Ella asintió con la cabeza, Madison se acercó a mi y me abrazó, mientras lloraba en mis hombros, lo cual me partía el corazón. Solté unas lagrimas y le acaricié el pelo. -No te preocupes. -Murmuré besándole la frente.- Seguiré el tratamiento y estaré mucho más tiempo contigo, a lo mejor, hasta me llegue a curar, pero te prometo que mientras estemos juntos por el tiempo que me quede. -Sequé sus lagrimas- estaré contigo. Ella asintió con la cabeza y se secó las últimas lagrimas que brotaban de sus ojos. -Te amo.- Dijo. -Yo mucho más. -La abracé fuertemente acariciando su pelo mientras le daba besos en la frente. Me sentí aliviado al saber que ella no me abandonaría, élla me amaba, y yo la amaba ella. Ella era la única terapia que yo necesitaba.
Seguiria yendo a clases, no por que pensaba que en realidad tenía un futuro, si no para que mis padres creyeran, o se forzaran a creer, que me quedaba mucho más tiempo. Madison también faltaría los días de mi quimióterapia para acompañarme, aunque yo no lo quisiera, ella misma me obligaba a dejarla hacerlo. Estos últimos dos, o cuatro años, no serían épicos, con viajes extravagantes, y un final inesperado, esto se trata sobre un enfermo de cáncer tratando de llevarse la vida más normal posible, acompañado de personas que tratarán de sobrellevar con un niño muriendo.