El sol ya se había puesto en el horizonte, iluminando las calles de Guadalajara con su luz dorada. Cecilia, una joven tapatía de 20 años, cabello negro azabache y con unos anteojos delgados y finos de marco rosado va de camino a su trabajo disfrutando de la relativamente calmada atmósfera del parque que usa como atajo. Viste unos jeans bombachos y una blusa de tirantes color verde que marcan muy bien su figura delgada y con su termo lleno de café en mano, la joven se sentía lista para enfrentar otro día en la oficina.Mientras cruzaba por el camino central a un paso relativamente apresurado; sintió algo crujir bajo la suela de uno de sus sneakers blancos, en un principio se sintió como vaso de esos desechables que parecen de papel pero mucho más pequeño. Miro al suelo por puro reflejo y al hacerlo, notó que en efecto, se trata de uno pequeño, de esos dónde uno se sirve ketchup en las cadenas de comida rápida, al lado hay un trozo de pan y lo que parecía ser fruta hecha puré, obviamente quedó así luego de pisarlo. Cecilia maldijo por lo bajo, pues no entiende porque las personas dejan basura de esa manera. Sin embargo, lo que verdaderamente llamó su atención fue algo que captó al examinar los alrededores inmediatos. Sus ojos se abrieron como platos pues ahi, a unos pocos centímetros de su pie; alcanzó a ver lo que parecía ser una persona diminuta escondiéndose bajo las hojas que están justo en el borde que divide la parte del jardines y el camino.
Acomodó sus pies para cambiar de orientación, se inclinó lentamente hasta quedar en cuclillas, curiosa y extrañada, su atención está a dónde vio la figura. "Seguro es una cucaracha." Pensó con incredulidad e inmediatamente se levantó para irse. Dio dos, tres pasos solo para volver inmediatamente y colocarse en cuclillas.
Cecilia es una adulta, una que le teme a los insectos, no a todos, solo arañas y cucarachas en específico, por lo que su corazón estaba golpeando con fuerza mientras acerca su mano a la hoja; la tomó desde la orilla con la punta de sus dedos y la levantó de golpe.
Ahí, aterrado, pegado al muro y en una posición agazapada con las manos sobre su cabeza; se trataba de una persona, un hombre no más grande que su meñique.
—Owwwww.— No pudo evitarlo, nunca había sentido tanta ternura por algo tan pequeño en su vida. —Hola cosita ¿Estás bien? Lo siento si por poco y te piso...es que eres tan chiquito que no te había visto.—
Expresó en el acento tan característico de los tapatíos, intenta sonar amigable con una sonrisa y expresión suave en su rostro. La personita, por otro lado, no pareció apreciar o entender sus intenciones pues se lanzó a correr inmediatamente.
Cecilia lo siguió con la mirada por unos segundos antes de incorporarse a medias, un paso, eso fue lo que necesitó para rebasarlo y todavía le dió tiempo para dejar su termo en el suelo para bloquearle el camino con una mano mientras la otra se acercó desde atrás para encerrarlo entre ambas y unas cuantas hojas como si de un pequeño pájaro se tratase. —Te tengo.— Podía verlo tirando golpes, pateando en un adorable intento por hacerla apartar sus manos, pero ésto no le hizo nada más que cosquillas, incluso los tallos de las hojas tenían más peso y efecto que sus manitas.
Levantó sus manos, cambió de posición de modo que la izquierda quedó debajo a modo de base y las separó conforme las llevó a su rostro, dándole al pequeño una vista de primera fila a sus anteojos y sus ojos color verde. Uso los dedos de su mano derecha para quitar las hojas que quedaron atrapadas también.
Sus párpados se abrieron un poco en emoción al darle una mejor mirada. Era algo sorprendente para ella.
—Pero mírate, tan chiquito, no pesas nada.~— Comentó en un tono casi burlón, manteniendo esa genuina sonrisa de ternura.
—No, no, no te asustes, esto es por tu seguridad. Es peligroso que alguien tan pequeño ande caminando por su cuenta, alguien podría pisarte.—
La mirada de la personita fue directo al suelo, al objeto aplastado, Cecilia entendió que aquello era- probablemente iba a ser su almuerzo.
—Si, exactamente a eso me refiero. No quieres acabar así ¿Verdad?— Cecilia inquirió, no tiene intenciones de dañar a la personita, pero claramente está disfrutando las reacciones de éste.
La personita levantó la mirada, negó con la cabeza y con una vocecita apenas audible, dijo: — Por favor ayuda...No sé dónde estoy.—
—Owww, no te preocupes yo te ayudo. Primero que nada, mi nombre es Cecilia y estás en-—
Cortó a media oración pues alcanzó a ver su reloj de pulsera desde el rabillo de su ojo.
—Chin, voy tarde.— Dentro de ella sabía que la personita estaba en apuros y necesitaba ayuda, sin embargo, por alguna razón no sintió la urgencia o empatía de ayudarlo inmediatamente como a cualquier otra persona y en su lugar, decidió enfocarse en su propio retraso.
Con el tiempo en su contra; Cecilia buscó rápidamente algo en su bolso. Encontró una cajetilla de cigarros con solo tres de éstos en el interior, estaba prácticamente vacía y, tras un momento de duda, recordó el estuche de sus anteojos, es firme, duro, tiene acolchado el interior por lo que decidió usar este para proteger a la pequeña persona del bullicio de la ciudad.
—Solo será unos minutos, lo prometo.— Dijo Cecilia para luego abrir el estuche con una mano y sumo cuidado; colocarlo ahí dentro.
—¡H-HEY NO NO POR FAVOR NECESITO QUE ME AYU-—
—Tranquilo, deberías tener suficiente oxígeno ahí dentro.—
Cecilia ignoró sus súplicas y cerró el estuche con suavidad para luego meterlo a su bolso de manera horizontal, con cuidado de causarle la menor cantidad de sacudidas al pequeño. Precauciones que fueron tiradas por la ventana tan pronto como reanudó su camino.
Cecilia apresuró su paso, ella no lo sabía, no tenía ni idea de que algo tan sencillo como caminar rápido serían fuertes turbulencias para el pequeño quien, al no tener un cinturón de seguridad, o algo de donde sujetarse, acabó presa de las leyes de la física, rebotó en el interior golpeando así los muros internos del estuche y posteriormente se desmayó.
Al llegar a la oficina, lo primero fue checar su llegada, e ir a su escritorio sin saludar a nadie. Rápidamente tomó su lapicero, es casi tan grande como su estuche, con la diferencia de que este es vertical y tiene muchos agujeros alrededor para que pueda respirar sin problema y muy pequeños para que pueda escaparse a través de uno.
—Llega- oh..¿estas dormido?— Inquirió Cecilia acercando su rostro para verlo a detalle. —¿Pequeño?— Por un momento se preocupó, pero se relajó al momento en que vio lo que parecía ser respiraciones tranquilas.
Cecilia suspiró aliviada y con cuidado tomó el pequeño cuerpo entre su índice y pulgar para luego dejarlo en una esquina cubierta en el mueble, con el lapicero encima a modo de "jaula" improvisada.
—Ceci, necesito ese informe para antes de las once.—
Se escuchó una voz detrás, Cecilia se alarmó y cerró el estuche de golpe por puro reflejo antes de voltear nerviosa. Discretamente trató de ocultar el lapicero.
—O-oh, si jefa, se lo envío en cuanto termine, ya no me falta mucho.—
—¿Nuevos lentes?— Preguntó la atractiva mujer de cabello castaño y vestimenta de negocios.
—¡Si! A qué están bonitos.— respondió Cecilia.
La mujer asintió en acuerdo antes de volver a su oficina, dejando sola a Cecilia con la pequeña y muy inconsciente personita. Cecilia le sonrió antes de encender la computadora y ponerse a trabajar.
El inesperado encuentro fue un bien recibido cambio a su normalmente aburrida rutina laboral y estaba ansiosa por cuestionarlo y llevarlo a su casa.
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mascota
General FictionCecilia estaba cansada de la misma rutina aburrida en su vida, hasta que encontró una pequeña persona que le dió ese giro que tanto le hacía falta, él está atormentado por pesadillas e imagenes de horror, no tiene recuerdos pero aún así quiere volve...