Seis meses han pasado y a lo largo de estos, entre el aislamiento, los entrenamientos y demás, Pulga ha pasado por una transformación profunda. La resistencia inicial, el deseo de escapar y la añoranza por una vida libre han quedado en el pasado.
Cecilia, meticulosa y paciente, había logrado moldear su comportamiento y su mente hasta convertirlo en su mascota ideal, una completamente devota a ella. Incluso ahora porta orgullosamente un pequeño collar con su nombre, el que Cecilia le dió, claro está.
Cada mañana, cuando Cecilia se preparaba para ir al trabajo, Pulga la seguía con ojos llenos de adoración, sin querer estar lejos de ella. Cuando finalmente se marchaba, la personita se quedaba solo en su hábitat y si ella no le dejaba alguna tarea a realizar, él solo se sentaba en un rincón, abrazado de la prenda perfumada, sintiendo la ausencia de Cecilia como un vacío inmenso, contando los minutos hasta que volviera.
Pulga ya no sentía los juegos y entrenamientos como algo forzado, sino como un lazo que lo unía a Cecilia. Ya no deseaba irse porque la idea de estar sin ella era impensable y cualquier idea de su pasado o sus memoria perdidas ya no están presentes, incluso aquella pesadilla, los terrores nocturnos que tanto lo perseguían pararon sin que se diera cuenta y ahora lo único con lo que sueña es con Cecilia.
Al final del día, cuando Cecilia regresaba del trabajo, la personita la recibía con una alegría desbordante. Saltaba y corría hacia ella, mostrando su afecto con gestos entusiastas, igual que un perro que extraña a su amo. Sus ojos brillaban de felicidad solo por el hecho de que estuviera de vuelta, los días eran difíciles cuándo ella salía a divertirse con sus amigas.
-"Bienvenida Ceci! ¿Cómo te fue? ¿Mucho trabajo? ¿Puedo tener un abrazo?"- Eran unas de las cosas que le decía al recibirla.
Ahora, en lugar de ser un prisionero, Pulga se veía a sí mismo como una compañero, cuyo propósito era estar al lado de Cecilia, brindándole compañía, entretenimiento y afecto incondicional.
Cecilia, por su parte, observaba los resultados con satisfacción. Su paciencia y métodos, aunque inhumanos para muchos, han dado frutos. Ha creado una relación en la que Pulga no solo no se sentía controlado, sino que dependía completamente de ella, emocional y físicamente.
Su casa es su universo, la habitación es su mundo y ella; su diosa.
Pulga se ha convertido en su mascota perfecta.
fin
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mascota
Ficción GeneralCecilia estaba cansada de la misma rutina aburrida en su vida, hasta que encontró una pequeña persona que le dió ese giro que tanto le hacía falta, él está atormentado por pesadillas e imagenes de horror, no tiene recuerdos pero aún así quiere volve...