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El estadio estaba lleno de gritos y aplausos, pero para Kylian, el famoso delantero del equipo de la ciudad, todo ese ruido se desvanecía cuando cruzaba la línea de salida. Era el mejor en su posición, elogiado por su destreza y carisma, pero también sabía que su vida estaba llena de apariencias, cámaras y una soledad que nunca desaparecía del todo.
Un día, después de un partido decisivo, decidió caminar por las calles de su ciudad en busca de algo de tranquilidad. A pesar de su fama, Kylian solía escaparse por las calles menos concurridas, buscando un momento de normalidad. Caminó sin rumbo por un parque pequeño, uno de esos lugares que la mayoría de la gente pasaba por alto.
Ahí fue cuando la vio.
Sentada en un banco, absorta en un libro, estaba una joven que parecía estar en su propio mundo. No lo miró dos veces, ni siquiera cuando él pasó cerca. No había asombro ni emoción en su rostro. Solo estaba concentrada en sus páginas, como si nada más existiera.
Kylian se detuvo, intrigado. Estaba acostumbrado a ser reconocido, admirado o incluso perseguido, pero esta chica… Ella no parecía saber quién era él, o no le importaba. Eso lo desarmó
—¿Qué lees? —preguntó finalmente, sintiéndose un poco torpe.
Ella levantó la vista, sorprendida por la interrupción. Sus ojos eran de un color frío, y su sonrisa tímida pero sincera.
—Es una novela —respondió, cerrando el libro ligeramente—. Me gusta desconectar del mundo de vez en cuando.
Kylian sonrió. Esa respuesta le pareció exactamente lo que él también buscaba.
—Lo entiendo perfectamente —
Durante varios minutos, hablaron de libros, películas, y cómo ambos disfrutaban de esos pequeños escapes de la realidad. Su nombre era Adélie , y trabajaba en una empresa. La conversación fue tan natural que Kylian se olvidó por completo de su fama. Ella no lo trataba como "el futbolista" que todos conocían, sino simplemente como un chico más que paseaba por el parque.
Antes de que se dieran cuenta, el sol comenzaba a esconderse, y Kylian se dio cuenta de que había pasado más tiempo del que esperaba.
—Debería irme —dijo, un poco a regañadientes—. Ha sido un placer hablar contigo.
Lucía sonrió y asintió. —Igualmente. Espero que encuentres más momentos para escapar del mundo —
Kylian se quedó mirándola un momento más, con una sonrisa en los labios. No pudo resistirse a dejarle una última pregunta.
—¿Te gustaría caminar conmigo mañana? —
Adélie lo miró, y tras una breve pausa, asintió. —Sí, ¿por qué no? —
(...)
Los días siguientes se convirtieron en una rutina inesperada. Después de cada partido, después de las luces y las cámaras, Kylian siempre encontraba la forma de regresar a aquel parque solitario de Paris. Y allí, siempre encontraba a Adélie, esperándolo con un libro en las manos y una sonrisa tranquila.
