Autoridad

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La consigna era la de sorprenderme. No podría haberla logrado mejor ni haberme hecho olvidar los asuntos de la oficina con más facilidad que cuando salió a mi encuentro casi transformada en otra persona.
-¿Algún problema, oficial?
-Eso me temo. – dijo ella. –Ponga las manos contra la pared...
-¿Por qué..?
Antes de poder completar una frase, me dio vuelta tomándome con fuerza y vi mi rostro junto a uno de los cuadros. Sentí su perfume y su voz sugestiva cuando agregaba junto a mi oído:
-...por favor. Odiaría tener que ser más agresiva...pero no mucho.
Separó mi s piernas con las suyas y se acercó de nuevo a mi oído.
- ¿Ha estado portándose mal últimamente?
- No, oficial, en absoluto.
- ¿Y por qué no?
Sin esperar respuesta, retiró mi camisa y comenzó a palparme lentamente, aun donde no fuera probable que hubiera nada oculto. Sus dedos recorrieron y acariciaron mi cabello, pasaron frente a mis labios, bajaron por el cuello hacia los hombros. Sus manos acariciaron mis brazos, mi pecho, mis abdominales. Bajaron por los lados internos y externos de las piernas. Volvieron a subir, palpando mis nalgas sin prisa, una mano entró al los blue jeans por delante y atrapó mi sexo. Abarcó la zona con lentos movimientos de los dedos abiertos, subiendo, bajando, trazando círculos. Mi sexo, ya mas suyo que mío, respondía a sus encantos, despertando hasta el punto en que reclamaría más espacio.
-Parece que tenía un arma oculta, y que está cargada. Llevó mis manos hacia atrás y me colocó las esposas. Quitó mi pantalón y me llevó hacia el centro de la sala tomándome de mi erecta y firme virilidad. Se arrodilló frente a mí, se quitó sus ropas y procedió con sus manos y labios, con exquisita pericia. Su boca y sus dedos se alternaban la tarea de desarmarme de toda resistencia a su autoridad, me llevaban al borde del éxtasis, sin dejarme alcanzarlo todavía.
Me hizo arrodillar a mí y se acomodó en un sillón.
- Por esta vez solo pasará por una "probation". Acérquese y pruébeme, béseme.
-Estoy lejos de sus labios, oficial.
Me acarició los cabellos.
-No me refería a mi boca.
Mis labios y mi lengua tuvieron su turno de retribuir, de saborear su húmeda excitación, de besar, lamer, atrapar y soltar entre mis labios una vulva que se confesaba claramente excitada. Me liberó de las esposas y nos abrazamos mientras rodábamos sobre la alfombra.
Con una mirada fugaz observé el armario: allí estaban los disfraces de azafata, secretaria, mucama, y otros elegidos entre ambos. Ella siempre usa esos trajes con cuerpo y alma para expresarme su amor de las maneras más variadas. Es uno de los motivos por los cuales la quiero tanto.

Lobo AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora