Idiota.

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—Hola, preciosa.

Paula giró su cabeza para poder encarar a la voz suave que murmuraba detrás de ella, una sonrisa tímida apareció en sus labios cuando su novio dejó un beso en su frente. Él llevaba en sus manos una taza del té favorito de ella mientras la veía con adoración.

Ella estaba en la pequeña oficina de la casa, sus piernas estaban cruzadas y su cabello estaba atado en un chongo desordenado en la parte alta de su cabeza. En el escritorio había varios utensilios para escribir y una numerosa cantidad de hojas arrugadas a su alrededor.

Paula estaba agradecida de que Juan Pablo hubiera entrado de repente a la oficina porque siendo honesta, estaba comenzando a perder la noción del tiempo. Incluso estaba comenzando a olvidar qué, siquiera, estaba tratando de escribir. Trabajar en exceso nunca le hacia bien, sobre todo cuando se olvidaba de cuidarse a ella misma mientras lo hacia.

—Hmm... —Paula murmuró contenta ante la sensación de los labios de él en su piel. —Hola, guapo. —llevó su mano hacia la parte trasera del cuello de Juan en un intento de acercarlo más a su rostro y juntar sus labios con los suyos.

—Sé que estás trabajando realmente duro escribiendo tu discurso, así que pensé que tal vez necesitarías algo para mantenerte enfocada y relajada. Te traje un té chai y unas cuantas galletas con chispas de chocolate. —Juan Pablo dejó las cosas a un lado de Paula antes de continuar. —Y también quería recordarte que ya es tarde, ya casi es hora de irnos a dormir. No sé si sería capaz de irme a dormir solo sabiendo que estás aquí trabajando y no conmigo en la cama.

Las mejillas de Paula se tornaron un poco rojizas y dejó salir una risita, asintiendo con su cabeza, haciéndole saber al chico que iría con él. 

Pero cuando el silencio llegó a ellos, Paula pudo finalmente tomar un respiro del estrés pero un miedo repentino se metió entre sus huesos.

Se acababa de enterar tan solo dos días atrás que su libro de novela contemporánea había ganado uno de los mayores premios literarios en Bogotá, lo que había sido un completo shock sabiendo que era su primer libro publicado y que estaba compitiendo contra autores bastante conocidos.

Tanto ella como Juan se habían puesto más que felices, estaban sorprendidos y emocionados. Este era, sin duda, el mejor logro que ella había alcanzado en su carrera dentro de la industria de la escritura. Incluso no estaba segura cómo era que había ido tan lejos en tan solo año y medio pero trataba de no hacerse demasiadas preguntas.

Pero el ganar un premio tan prestigioso requería de un buen discurso al momento de recibirlo y la presión estaba creciendo cada vez más y más en ella.

—Estoy muy nerviosa, Isa. —Paula confesó, con sus dedos jalando un poco las mangas de su blusa. —Nunca he escrito un discurso como este. Y al estar frente a todas esas personas no creo que... no lo sé, no sé cómo voy a hacerle para poder lograrlo sin desmayarme en el intento.

Y a pesar de que se estaba riendo un poco de sus propias palabras, sabía que eran verdad. Nunca había sido buena hablando en público y él lo sabía. Paula se convierte en una completa bola de nervios cuando sea que la atención de las personas está sobre ella, siempre teniendo ese miedo de humillarse a sí misma frente a todos y era justo ese motivo por el que Juan estaría ahí.

Pero a pesar de eso, él estaría ahí incluso si ella no tuviera que dar un discurso, porque quería ser un apoyo para ella. Necesitaba un rostro familiar en la audiencia para mantenerla calmada, y él sería un completo idiota si no fuera su rostro el que ella pudiera ver mientras daba su primer discurso.

El ceño de Juan Pablo se frunció un poco antes de volver a dejar un beso en la parte alta de su cabeza, sus manos masajeando un poco sus hombros justo en dónde había puntos tensos. Él siempre hacía eso cuando estaba estresada o nerviosa, y desde que ella se estaba preparando literalmente para el día más importante de su vida, necesitaba relajarse aunque sea por unos momentos.

Lo que queda del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora