Me llamo Pily

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- ¡Uff, otra noche, ...
Exclamó Arden dejándose caer en el sillón negro lleno de polvo que se encontraba en aquella casa.

- ... otro buen susto

Acomodó sus brazos debajo de su cabeza en una posición muy relajada moviendo lentamente los pies.

- Lo bueno de las casas abandonadas es que están solas.

Continúo diciendo mientras se acurrucaba en la polvosa pero aún suave tela del sillón.

- Sin niños, sin...- interrumpió su frase para prestar atención a un estruendo que surgió de repente.

Se paró de mala gana ya que tenía que revisar si había o no algún irritable visitante y simplemente deshacerse de aquel.

Subió las escaleras las cuales tenían una bella alfombra roja que sentaban bien con los barandales dorados, en contraste con la parte de abajo ya desgastada.

- Vaya, esto sí que era fino - dijo Arden al mismo tiempo que deslizaba lentamente el dedo índice de su mano.

Ya en el primer piso se estaba preparando para lo peor, o más bien, para lo mejor.

Si resultaba que el origen del ruido fuera una persona, fácilmente podría darle un ligero susto al involucrado, y si esto no funcionaba podría adentrarse en su mente, crearle una que otra alucinación o convertirse en su peor pesadilla para que saliera corriendo de la casa.

Eso hacía girar su vida.
Se alimentaba del miedo.

Cómo lo había hecho hace un par de meses cuando se metió en el cuerpo de una muñeca de plástico, quien era el regalo de Navidad de un adolescente a su segunda hermana.

Y es que Arden tenía ese rasgo característico, o "poder" como él mismo definía.

El cual había adquirido al surgir de las sombras hace unos cuantos años y que con el podía adherirse a cualquier cosa, objeto o artículo que quisiera para posteriormente asustar a toda aquella persona que lo poseyera.

Lo que había desencadenado una serie de reportes en el departamento de policías que describían sucesos paranormales como movimientos de sillas y cojines, marcos de fotos apareciendo de un momento a otro en diferentes lugares, ruidos producidos por una puerta a medianoche sin razón aparente, entre otras cosas.

Todo se trataba de Arden.
Pero las posesiones diabólicas de juguetes eran su método preferido.

Hacía asustar a los más pequeños y eso, eso realmente lo satisfacía.

Tal y era el caso de Aitana, la niña de la muñeca anteriormente mencionada.

Y vaya caos que hizo Arden.

Al principio, estaba emocionada y conmovida por el presente de su hermano; después de múltiples esfuerzos económicos por fin había conseguido la cantidad suficiente, tras pasar una larga crisis familiar.

Puesto que estaba en venta su antigua casa en la que habían vivido la mayor parte de su vida y sus generaciones pasadas por falta de dinero; en la que actualmente Arden subía las escaleras.

Añadiendo la muerte de los abuelos de Aitana sumergió a su madre en una gran depresión, lo que afectó directamente a los demás integrantes de la familia.

No se sentía cómoda en el nuevo departamento baratucho que con la ayuda de unas cuantas primas habían conseguido, así que su rutina diaria básicamente era: despertar, desayunar y volver a dormir.

Por lo que era lógico que aquello provocara diversas discusiones en su matrimonio y con más razón cuando la hija menor, Michelle, tuvo un accidente con los vidrios rotos de una ventana en mal estado.

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⏰ Última actualización: Aug 19 ⏰

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Historia sobre un demonio que se enamoró Donde viven las historias. Descúbrelo ahora