Capítulo 1

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[Percy POV]

Ser un mestizo nunca es fácil. De hecho, casi siempre acaba causándote tu muerte de una forma espantosa o desagradable. Eso es uno de los mayores temores que tienen los propios hijos de los dioses al enterarse de que lo son.

Mi nombre es Percy Jackson, y soy uno de los mestizos que participó en la última gran profecía contra Gaia. Podríais pensar que mi vida ha de ser maravillosa entonces, es decir, fama y poder por todos los lados tras mi victoria contra uno de los primordiales más peligrosos, quiero decir, no todo el mundo es capaz de vencer a la propia madre tierra todos los días. Y así era. Cada día en el Campamento Mestizo era uno nuevo en el que podía disfrutar de la paz que me había ganado, y compartirla con mis mejores amigos.

Mi grupo principal de amigos eran los conocidos "Siete". Eramos conocidos así debido al inicio de la Segunda Gran Profecia, la cual empezaba con la frase "Siete mestizos deberán responder a la llamada". Y de ahí el apodo, aunque el grupo de amigos no se ha quedado en siete, más con la inclusión de Nico di Angelo y Will Solace o Grover. Pero el grupo inicial, ese está formado por mis mejores amigos: Jason Grace, hijo de Jupiter; Piper McLean, hija de Afrodita; Leo Valdez, hijo de Hefesto; Frank Zhang, hijo de Marte; Hazel Levesque, hija de Plutón; Thalia Grace, hija de Zeus. Y, finalmente, la última integrante del grupo, y la que mi corazón más quería, era ella: Anabeth Chase, hija de Atenea.

La primera vez que conocí a Anabeth fue al poco tiempo de descubrir mi mestizaje, y nuestra primera interacción dejó mucho que desear. De ahí, nuestra relación se fue fortaleciendo más y más, pasando de ser conocidos a amigos para finalemente terminar como pareja. Y, dejarme decirlo, era en ese momento el chaval más feliz de todo el campamento. Disfrutaba todo de ella: los momentos de calma, los piques durante los entrenamientos, los momentos a solas... Además de que para mí, ella era la mujer perfecta. Combinaba todas las cosas buenas que podía tener una persona: Belleza, fuerza e inteligencia, eso, en una batidora y mezclado, era la definición de Anabeth Chase. Y yo tenía el privilegio de poder llamarme su novio. O al menos hasta que todo se fue al garete.

Todo ocurrió un día común y corriente, en el que estaba llendo a visitar a mi madre, Sally Jackson y a mi padrastro, Paul Blofis. Había aprovechado esa semana para visitarlos debido a que las vacaciones habían terminado y, con ello, cada uno de los integrantes de nuestro grupo había tenido que tomar un rumbo diferente durante el siguiente mes, al menos hasta que pudieran encontrar una escusa para poder regresar cuanto antes al campamento. Todos se habían ido ese lunes por la mañana, todos menos Anabeth y yo, que estaba terminando de preparar la maleta para ir a visitar a mi madre. De normal no me iba tanto tiempo del campamento, pero últimamente había notado que este me necesitaba cada vez menos, y muchas personas evitaban hablar conmigo, ya fuera por miedo debido a las leyendas que se decían de mí, o por respeto. La cosa es que ya no era tan fácil estar como lo era antes. No me malentendáis, el campamento siempre ha sido y será mi casa, pero ya no era como antes.

Aún con todo esto, mi cabeza estaba pensando en Annabeth. Hacía un tiempo desde que había hablado con ella, debido a que recién había vuelto de un viaje con su familia, pero la notaba más distante de lo normal. Algo extraño en ella, puesto que de normal hablabamos casi a todas horas y, cuando no se podía, encontrabamos la manera de poder hacernos un mensaje Iris. Pero durante todas las vacaciones, cada vez que le intentaba llamar, me contestaba con prisas y me cortaba rápidamente, o simplemente me contestaba con desinterés. Aun así, no le dí importancia. Precisamente por eso, pensé en decirle que me acompañara durante esta semana con mis padres, así de paso podríamos compartir un rato en familia, pero la respuesta que me dió cuando se lo comenté en su momento me sorprendió.

- "Esta semana imposible, estoy ocupada con cosas, Percy" - Fue la respuesta que recibí por parte de Annabeth, cosa que me extrañó. Hasta donde yo sabía, en teoría no había nada importante para ella durante esa semana, por eso había pillado esa para ir a casa de mi familia, y además, Annabeth rara vez me llamaba ya Percy. Ella siempre tiraba hacia apodos más cariñosos o nuestro apodo "Sesos de algas", ¿pero Percy? Eso era como me llamaba antes de empezar siquiera a ser amigos. Esto es raro.

Estos pensamientos no abandonaban mi cabeza, pero intentaba acallarlos diciendome a mí mismo que estaba únicamente sobrepensando las cosas, que no ocurría nada y que, aunque así fuera, mi listilla me lo contaría cuando estubiera lista. Como de equivocado estaba. Descubri eso en el momento en que estaba caminado por la costa hacia la cabaña de Atenea para despedirme de Annabeth, cuando escuche una conversación dentro de la cabaña justo antes de que pudiera llamar a la puerta.

- Amor, ¿cuando vas a dejar al pesado de tu novio? No para de molestar cada vez que intentamos escaparnos. para ya sabes...

Extraño, hasta donde yo sé, nadie de la cabaña de Atenea tenía pareja en ese momento...

- Ya lo sé, tonto, estoy deseando que ese mentecato de agua salada me deje en paz, estoy tan hartita de todo el rato sus "te quiero tanto, listilla" o "¿Quieres hacer tal?". ¡Ajjj, lo único que quiero es que me deje en paz de una vez!

Me sentía un poco mal por el chaval. Fuera quien fuera, seguro que no se merecía esto... Un momento... Fue en ese momento que mi cerebro hizó el click y ató los cabos.

Notaba como mi pulso se aceleraba y las manos me temblaban. Los ojos, por su parte, se me empezaron a humedecer y, sin yo quererlo, me encontré abriendo la puerta de la cabaña con lagrimas en los ojos, solo para encontrarme con la que pensaba que era el amor de mi vida, dándose el lote con un campista que nunca había visto en mi vida. Ellos no se habían dado cuenta, hasta que la puerta dió con la pared y el ruido los alertó. Sus cabezas se separaron y dirigieron su mirada hacia mí, hasta que los ojos de Annabeth se encontraron con los míos, y su cara se volvió una de terror.

- P-puedo explicarlo, Percy. N-no es lo q-que parece! —exclamó ella, aunque mi rabia se notaba mucho más.

No sabía cómo reaccionar, tan solo pude mirarla y, con las pocas energías que tenía, solo pude decirle las palabras que me salían de dentro.

—¿Por qué Annabeth, después de todo, porque? Espero que estés feliz con él.

Tras eso, simplemente me di la vuelta y me fui corriendo a mi cabaña. No quería hablar con nadie ni con nada, solo quería tumbarme y llorar. Lo que no sabia era lo que me esperaba mañana.

Ecos de Luna y MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora