Capítulo 5

242 14 1
                                    


[Artemisa POV]
Pese a verlo delante de mis propios ojos, algo en mi interior me obligaba a pensar que no era él. Recuerdo a Perseo perfectamente, un chico alegre, nervioso, puro de corazón y con unos ojos azules que recordaban al mar y transmitían una sensación de felicidad y de una persona jugetona. En cambio, frente a mí se alzaba un chaval con el pelo largo negro oscuro, con unas ojeras como nunca había visto antes y unos ojos azules, sí, pero vacíos completamente de esencia. Además, varios círculos rojos alrededor de sus ojos delataban que había estado llorando. Y aun ahora, donde Perseo estaba intentando hacer parecer que todo iba bien, podía notar que emocionalmente estaba devastado. Aún así, una orden es una orden, así que me dirigí hacia él con una mirada firme.

—Perseo, debes acompañarme al Olimpo ahora mismo, por ordenes de Zeus.

Este es el momento en que cualquier otro hombre habría intentado huir o escapar de mí, pero Perseo no hizo nada de eso. Para terminar de rematar la sorpresa que de por sí ya tenía encima por sus acciones, Perseo se limitó a suspirar y decir una sola cosa.

—Supongo que ha llegado el día de solucionar esto de una vez por todas —es lo que pude escuchar decir a Perseo para, justamente después, recibir un gesto de afirmación por su parte.

Rápidamente coloqué mi mano sobre su hombro para, justo después, teletransportarnos a los dos hasta la sala central del Olimpo. Una vez ahí le mire fijamente.

—Ni se te ocurra dar un paso o algún intento de huir —dije mientras me acercaba al centro, a lo que únicamente me gané un gesto de rendición por su parte. Una vez en el centro, materializé mi arco y lancé una flecha al techo de la sala, llamando a una reunión del Consejo.

Poco a poco, cada uno de los tronos que llenaban la sala se fueron llenando con sus respectivos dioses, hasta que mi padre empezó a hablar.

—Hija mía —dijo Zeus—, ¿por qué has llamado a esta reunión, estaba oculta?

Zeus no pudo continuar porque dos gritos provenientes de otros tronos sonaron en la sala.

—¡Percy! —Fue lo que gritaron Poseidon y, extrañamente, Hestia.

—Donde estabas, hijo mío, me tenías preocupadísimo —empezó a decir Poseidon mientras miraba a Perseo.

Perseo, en cambio, solo se limitó a mirar al suelo, como si no quisiera reconocer lo que pasaba o, más importante, como si estuviera debatiendo lo que estaba pensando. Rápidamente pude notar como mi padre se impacientaba, y se empezaba a inclinar hacia Perseo. Seguramente iba a preguntar donde había estado, pero el comentario que dio Perseo me hizo casi caerme de mi trono.

[Percy POV]

Había intentado evitar estar en esta sala durante un año entero. No porque no quisiera enfrentarme a los dioses, ni mucho menos. Sino porque esta sala y el pensamiento de poder hablar con ellos activaban en mi cerebro una idea peligrosa, que no quería ni pensar. Pero ahora me encontraba ahí y, por alguna razón, el dolor que sentía en mi alma era más fuerte que nunca. Solo quería tirarme al suelo y llorar, pero sabia que no debía hacerlo. En cambio, me limité a mirar al suelo pese a todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor, hasta que al final me lanzé sin pensarlo y, sin creerme lo que estaba haciendo, solté lo que quería hacer desde hace mucho tiempo.

—Lord Zeus, quiero que por favor me concedas la muerte —me escuché decir a mí mismo.

[Artemisa POV]

Esa simple frase me hizo casi caerme y, sin duda, quedarme preocupada. Porque Perseo, el salvador dos veces valorado del Olimpo, asesino de Kronos y de Gaea, salvador del campamento y uno de los mestizos y héroes más reconocidos y valorados, pediría eso. Aunque no tardaría en recibir la respuesta.

Miraba hacia los tronos y pude ver que no era la única que estaba igual. Extrañamente en el aire había un aire de tristeza. Hades se veía claramente preocupado; Hestia estaba llorando desconsoladamente. Demeter, quien siempre estaba immersa en sus plantas, había dejado de mirarlas y estaba mirando al centro donde Perseo estaba, con una mirada de preocupación. Poseidon, claro esta, se encontraba destrozado, llorando como nunca. El resto, incluso aquellos que no soportaban a Perseo, estaban tristes. Pero Perseo continuó.

—Quiero que me concedáis la muerte porque desgraciadamente sería mejor que la situación en la que me encuentro ahora. Perseo dirigió su mirada a Atenea, quien le estaba mirando fijamente: —Hace ahora un año descubrí muy a mi pesar que Annabeth, la persona que más me importaba y quería en este mundo, había decidido engañarme con uno de los campistas.

Por unos instantes sentí una rabia que nunca antes había sentido, y sentí la necesidad de clavarle una flecha a esa hija de Atenea. ¿Cómo podía haberle hecho eso a alguien como él, que siempre había dado todo por ella? Pero en ese momento me detuve. ¿Qué narices estaba pasando? ¿Por qué estaba molesta con una mujer por dañar a un hombre? Algo raro estaba pasando, pero por suerte para mí, Perseo siguió hablando para distraerme lo suficiente.

—Intenté aguantarlo durante un día en el campamento, pero me fué imposible; ese lugar albergaba demasiados recuerdos con ella, así que tuve que salir de ahí. Poco tiempo después, decidí intentar recuperarme en una cabaña en el bosque, para intentar sanar el daño que ella me había causado, pero no fue así. Poco tiempo después de escaparme, Lady Hestia contacto conmigo, y me pidió que me convirtiera en su campeón, pero aunque me duela, no soy capaz de superar el dolor que siento en lo profundo de mi ser. Observé a Perseo mirar de nuevo a Atenea —Supongo que tenías razón; mi lealtad iba a acabar matandome. Así que desde el fondo de mi corazón os lo pido: librarme de este dolor de la mejor manera que podáis, porque aunque me duela, creo que ya no tengo ninguna misión más en este mundo para quedarme.

[Percy POV]
Cuando terminé de decir eso, un conjunto de sentimientos se me mezclaron en la cabeza. Por una parte, estaba convencido de que esto sería lo mejor para mí, pero por otra sabía que a muchas personas les doleria, aunque pensándolo friamente, mi debilidad fatídica me terminaría matando tarde o temprano, así que esto solo sería librarme del dolor.

Estaba listo para recibir un rayo de parte de Zeus cuando observé que estaba mirando a Artemisa. Supuse que estaban teniendo una de sus conversaciones telepáticas raras como de costumbre, así que no le di mucha importancia, hasta que ví que Artemisa se ponía roja de la rabia y empezaba a hacer gestos de cabreo, para finalmente sentarse de nuevo en el trono molesto. En ese momento, Zeus me miró y empezó a hablar.

Perseo, dices que quieres que te brinde la muerte porque no encuentras ningún sentido más a la vida, ¿verdad?

—Así es —contesté sin atreverme a mirar ni a Poseidón ni a Hestia.

—En ese caso, si se te otrogase una misión que cumplir, ¿aceptarías seguir viviendo? —preguntó Zeus

Me quedé pensando. Pese al dolor que sentía, gran parte del motivo por el que este me afectaba era porque sentía que no servía para nada, así que tal vez recibir una misión de parte de los dioses ayudaba. Así que, tras un rato de debatir conmigo mismo, termine contestando.

- Supongo que sí, Zeus. ¿Cuál sería esa misión que se me impondrá?

—Perseo, quiero que seas el guardian de las Cazadoras de Artemisa. Tu trabajo será protejerlas y asegurarte de que ni ellas ni Artemisa se encuentren en peligro.

Ecos de Luna y MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora