Una obsesión prohibida

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En la prestigiosa Universidad U.A., el aire estaba cargado de expectativas. Era el primer día de clases y los estudiantes se movían apresurados por los pasillos, cada uno llevando consigo sueños y metas.
Entre ellos, Izuku Midoriya, un joven de 18 años, destacaba por su mirada determinada y su pasión por el conocimiento. Era su primer año en la carrera de Historia del Arte y estaba ansioso por aprender de los mejores.

Katsuki Bakugo, de 27 años, era uno de esos mejores. Recientemente nombrado profesor, había ganado reconocimiento rápidamente por su enfoque apasionado y sus métodos poco convencionales. Sin embargo, detrás de su fachada de estricta disciplina y dedicación, se escondía una obsesión que ni él mismo entendía del todo.
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Primer Encuentro.

Desde el primer día que Izuku entró a su clase, algo en él despertó una chispa en Bakugo. El profesor se encontraba a menudo observando al joven estudiante, fascinado por su inteligencia y la intensidad de su mirada.
Por su parte, Izuku sentía una extraña atracción hacia su profesor. Admiraba su conocimiento y autoridad, pero había algo más, algo que lo inquietaba y lo excitaba al mismo tiempo.

Durante una de las primeras clases, Bakugo se encontraba explicando la teoría del color en el Renacimiento.

—El uso del color en esta época no solo era una cuestión estética, sino simbólica —decía Bakugo, caminando por el aula—. ¿Alguien puede decirme qué significaba el color azul en las pinturas de la Virgen María?

Izuku levantó la mano, su corazón latiendo con fuerza.

—Sí, señor midoriya —Bakugo lo miró fijamente, esperando su respuesta.

—El azul simbolizaba la pureza y la realeza. También era un color muy caro, hecho de lapislázuli, lo que lo hacía aún más valioso —respondió Izuku, tratando de mantener la calma.

—Correcto. Muy bien, Midoriya —Bakugo sonrió levemente, una sonrisa que hizo que el estómago de Izuku se revolviera de emoción.

Todo comenzó con miradas furtivas y comentarios elogiosos. Bakugo elogiaba a Izuku en clase, destacando su brillantez ante los demás estudiantes, lo que hizo que Izuku se sintiera especial y, de alguna manera, elegido. Sin embargo, lo que realmente los unió fue una consulta después de clases.

Izuku se había quedado rezagado en el aula, revisando unos apuntes, cuando Bakugo se acercó silenciosamente.

—izuku Midoriya, ¿necesitas ayuda en algo? —preguntó Bakugo, con una voz que llevaba una mezcla de autoridad y suavidad.

Izuku levantó la vista, sorprendido por la cercanía de su profesor.

—Ah, sí, sensei. Tengo algunas dudas sobre la teoría del color en el Renacimiento —dijo Izuku, intentando mantener la compostura.

Bakugo sonrió ligeramente y se sentó junto a él, explicándole con detalle y paciencia. A medida que hablaban, la tensión entre ellos se hacía más palpable. Los dedos de Bakugo rozaban los de Izuku al pasar las páginas del libro, y ambos sentían una corriente eléctrica cada vez que se tocaban "accidentalmente".

Una tarde, cuando la universidad estaba casi sola, Bakugo no pudo contener más sus sentimientos. Cerró la puerta de su despacho y, sin decir una palabra, atrapó a Izuku entre sus brazos, besándolo con una pasión desbordante. Izuku respondió con igual intensidad, sintiendo cómo se derrumbaban todas las barreras entre ellos.

—Esto está mal —susurró Izuku entre besos, pero sin apartarse—. Eres mi profesor...

—Lo sé —respondió Bakugo, con la respiración entrecortada—. Pero no puedo evitarlo. Te necesito, Izuku.

A partir de ese momento, su relación se volvió un secreto ardiente. Se veían a escondidas en los rincones más apartados de la universidad, en aulas vacías y en el despacho de Bakugo. Cada encuentro estaba cargado de pasión y peligro, sabiendo que si alguien los descubría, sus vidas cambiarían para siempre.

Las sesiones de estudio en el despacho de Bakugo se volvieron más frecuentes. Una noche, mientras revisaban unos textos antiguos, Bakugo no pudo evitar acercarse más a Izuku. La tensión entre ellos era palpable.

—Izuku, eres increíblemente brillante —murmuró Bakugo, susurrando en su oído—. No puedo dejar de pensar en ti.

Izuku se giró para mirarlo, sus ojos llenos de deseo y confusión.

—Sensei... Katsuki... yo también pienso en ti todo el tiempo. Esto es una locura.

—Lo sé —Bakugo acarició suavemente la mejilla de Izuku—. Pero no puedo evitarlo. No quiero evitarlo.

Bakugo lo besó de nuevo, esta vez con más suavidad, explorando cada rincón de su boca con la suya. Sus manos se movieron lentamente, desabotonando la camisa de Izuku, dejando al descubierto su piel cálida. Izuku jadeó, sus dedos temblorosos acariciando el miembro de Bakugo.

—Katsuki... —gemía Izuku entre suspiros—. Se siente bien...

—Lo sé, Izuku. No puedo parar. No quiero parar —respondió Bakugo, su voz ronca de deseo.

La relación entre Bakugo e Izuku se volvió más intensa y peligrosa. Cada encuentro estaba lleno de pasión y riesgo. Una noche, se encontraron en un aula vacía, ambos sabiendo que cualquier ruido podría delatarlos.

—Katsuki, esto es muy arriesgado—susurró Izuku, sus manos temblando mientras desabrochaba la camisa de Bakugo.

—Eso es lo que lo hace tan excitante —respondió Bakugo, besando con fuerza el cuello de Izuku.

Se movieron con rapidez, sus cuerpos encontrándose en una danza de deseo. Izuku gemía suavemente, sus manos recorriendo la espalda de Bakugo, mientras este lo sujetaba firmemente, marcando su piel con besos y mordiscos.

—Te necesito tanto, Izuku... —jadeó Bakugo, su voz llena de deseo—. No puedo soportar estar lejos de ti.

—Yo también, Katsuki. No puedo dejar de pensar en ti —respondió Izuku, su voz entrecortada por la pasión.

A medida que su relación se profundizaba, también lo hacía el riesgo de ser descubiertos. Un día, mientras se besaban apasionadamente en el despacho de Bakugo, alguien golpeó la puerta.

—¡Profesor Bakugo! ¿Está ahí? —llamó una voz desde el otro lado.

Bakugo se apartó bruscamente de Izuku, ambos respirando con dificultad. Se arreglaron la ropa rápidamente y Bakugo abrió la puerta, tratando de parecer tranquilo.

—Sí, ¿qué sucede? —preguntó Bakugo, su voz firme.

—Solo quería dejarle estos documentos —dijo el asistente, entregándole un montón de papeles—. Perdón por interrumpir.

—No hay problema —respondió Bakugo, tomando los documentos—. Gracias.

Cuando el asistente se fue, Bakugo cerró la puerta y se giró hacia Izuku, sus ojos llenos de preocupación.

—Tenemos que ser más cuidadosos, Izuku. No puedo arriesgarme a que nos descubran —dijo Bakugo, su voz temblando ligeramente.

—Lo sé, Katsuki. Lo sé. Pero no puedo evitarlo. Te necesito —respondió Izuku, acercándose a él y envolviéndolo en un abrazo.
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El tiempo pasó, y su relación continuó creciendo en intensidad y peligro. Cada encuentro era una mezcla de pasión y miedo, sabiendo que cada vez que se veían, arriesgaban sus carreras y sus reputaciones.

Una noche, mientras se abrazaban en el despacho de Bakugo, Izuku no pudo evitar expresar sus temores.

—Katsuki, ¿qué pasará si nos descubren? —preguntó Izuku, sus ojos llenos de preocupación.

—No lo sé, Izuku. Pero estoy dispuesto a enfrentar cualquier cosa por ti —respondió Bakugo, besándolo suavemente—. Te amo.

—Yo también te amo, Katsuki. No puedo imaginar mi vida sin ti —dijo Izuku, susurrando contra sus labios.

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⏰ Última actualización: Jul 19 ⏰

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