Aurora
Los rayos de sol se filtraban a través de la ventana, acariciándome el rostro como un suave hormigueo en la piel. Mis párpados temblaron antes de abrirse, pesados por el sueño y las lentillas. Apenas había dormido esa noche y no sabía qué hora era. Me revolví entre las sábanas y jadeé cuando una punzada de dolor me recorrió el cuerpo, arqueando la espalda y apretando los dientes. Al intentar incorporarme, mis músculos se negaron a cooperar y me dejé caer sobre la almohada. Sentí cada fibra muscular desde las puntas de los dedos hasta la base de mi espalda.
Las imágenes de esa noche comenzaron a fluir como un torrente: yo contando a Will hasta qué punto estuve mal, lo que hice cuando me escapé de casa, él siendo sincero sobre su pasado, parte de lo que vivió con su padre, cuando me pidió que fuera su novia y todo lo que pasó después en su cama. Mi corazón se aceleró al recordar su voz grave en mi oído y la forma en que sus ojos me miraban, llenos de una mezcla de deseo y ternura.
Miré alrededor, pero no encontré su bella presencia. Algo llamó mi atención. Atado al cabecero de la cama estaba mi pañuelo verde. Una sonrisa se dibujó en mis labios. No me esperaba que él guardara algo tan simple. ¿Cómo podía tener detalles tan tiernos y luego tratarme como cajón que no cierra?
Con un esfuerzo considerable, me deslicé fuera de la cama. Cada paso hacia el servicio era como una pequeña batalla. Abrí la puerta del baño y me miré en el espejo. Las marcas rojas destacaban en mi piel.
«Amor, voy a follarte en todas las posturas que he fantaseado contigo. Hasta que no puedas más», recordé sus palabras.
Mi cuerpo no pudo competir contra su imaginación. Esa bestia no sabía qué era el cansancio. No me atrevía a agacharme para hacer mis abdominales, lo cual significaba que las calorías de la noche anterior aún podían estar ahí... a menos que las hubiera quemado con actividad física. En cualquier caso, me fastidió un poco.
Me incliné sobre el lavabo y me quité las lentillas secas. Había hecho bien en traer las gafas, pero eso solo añadió un punto más desaliñado a mi deplorable estado. Yo debía parecer la Novia Cadáver. Me habría venido de perlas otra ducha y dejar de lucir tan puerca.
La habitación estaba ordenada y sin mi ropa por el suelo. Me acordé de la cómoda donde Will sacó algo para prestarme la otra noche que dormí allí. Pensé que no le importaría si buscaba una camiseta y unos calzoncillos, así que me dirigí hacia la cómoda y la abrí. Los colores se dividían en blanco, gris, gris oscuro y negro. Ante esa variedad, elegí la primera camiseta que encontré y me la puse junto con un bóxer elásticos que me quedaban holgados.
No estaba preparada para lo que encontré. Mi mano tropezó con algo frío y metálico entre la ropa. Me quedé paralizada y un escalofrío recorrió mi espalda mientras apartaba las camisetas para revelar una pistola.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza y me quedé allí, intentando procesarlo. Nunca había empuñado una pistola y, mucho menos, disparado. La seguridad que había sentido en la habitación se desvaneció de golpe, reemplazada por una sensación de peligro. ¿Por qué Will tendría un arma escondida?
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Hecha sin Límites (Segunda parte de «Hecha de Estrellas»)
Teen FictionDespués de tanto fingir, Aurora y Will están juntos de verdad. Sin embargo, el amor no siempre es fácil. Ahora se enfrentan a una realidad más complicada. Mientras luchan por mantener su relación, Aurora descubrirá lo que es estar sentada delante de...