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< Algunos días después... >

Un nuevo día había empezado y los pájaros habían empezado a cantar. El pelinegro despertó y por tan solo unos momentos, se sintió confundido.
Había recordado que ya no estaba en su reino y que todo, desde ahora, sería diferente para él.

Se sentó en la cama, algo cansado y con sueño mientras se frotaba uno de sus ojos. Debía ser responsable. Supuestamente, hoy iba a ser nombrado caballero.

Había pasado mucho tiempo con Nairy aprendiendo tantas cosas, como la vestimenta, reglas, a quienes saludar y a quienes no... Pero por suerte, pudo pasar todo ese "exámen" a ojo que tenía con Nairy. Hoy, iba a ser un caballero oficial de este reino.

Se destapó, se sentó en la esquina de la cama y seguido se levantó. Fue a buscar su vestimenta, la que iba debajo de la armadura.
Fue a vestirse y junto con un espejo que había, se miró detalladamente. Empezó a ordenarse la vestimenta para que se viera más ordenada, según él.
Luego de ordenarla, miró al lado de aquel mueble que contenía el espejo, a su lado, se encontraba aquella armadura.

Se le quedó mirando un rato, bastante rato.
Se decidió y luego empezó a ponérsela.
Se le hacía difícil, jamás había ocupado una armadura en su vida. No pensó que eran tan incómodas.
Esperaba que con el paso del tiempo, se acostumbrara.

Después de terminar, nuevamente se miró al espejo, ésta vez con la armadura puesta.
Se veía raramente bien. Se veía formal, se veía rudo, se veía aceptable... Se veía bien.

Se preguntaba a si mismo, ¿Cómo es que luchan con la armadura puesta? Es como si fueran un robot, apenas y podía moverse con normalidad.

Este suspiró, se vió por última vez en el espejo y salió de la habitación.
Empezó a caminar por los largos y anchos pasillos, subió escaleras hasta llegar a la recámara que le había ordenado su futuro rey.

Abrió las puertas y lo que vió lo puso un poco nervioso.
Al parecer, todos los caballeros del reino estaban reunidos. Había una fila en la izquierda y otra en la derecha, dejando un espacio en el medio para que el pelinegro pasara y llegara directamente al rey.

El pelinegro empezó a caminar hacia adelante, dejando que las puertas se cerrarán por si solas.
La alfombra era roja y era algo delgada, pero perfecta para que los pasos pasen por ella, sin tener que pisar fuera.

Cuando llegó al frente del rey, se percató que detrás de él, un poco a la derecha, había una chica. Su pelo era de un negro oscuro, como cuando en la noche no se ve ni siquiera los árboles a poca distancia. Se le notaba corto, pero al parecer daba esa impresión, ya que quizás lo tenía atado.
Sus ojos eran de un hermoso color celeste. Bastante brillantes.
Pero se veía triste, desanimada. Solamente miraba al suelo y nada más. Pareciera como si la hubieran obligado a estar ahí. Aún que, con la actitud que conoció al rey y todas esas cosas que cuentan de él, podía ser capaz.

Luego de pensar todo eso, se inclinó, por respeto y porque debía hacerlo. Apoyó una de sus piernas en el piso mientras que la otra aún se mantenía arriba.

Uno de los caballeros empezó a acercarse al rey, entregándole una espada.
El pelirosa aceptó la espada y la tomó con varias manos, para después, muy cuidadosamente, en ambos hombros del pelinegro, tocarlo con la espada.

— Oficialmente, Yuichi, te declaro caballero oficial de este reino. Me servirás a mi y a mi pueblo, dándonos tu valentía, tu coraje y tu vida. —, Declaró el pelirosa, acabando y entregando nuevamente la espada al caballero que la había traído.

El pelinegro levantó la cabeza para ver a su oficialmente rey. Se enderezó, se dió media vuelta e hizo una reverencia a los demás caballeros. Dando a conocer que ya era uno de ellos.

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⏰ Última actualización: Aug 21 ⏰

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