𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 1: 𝕰𝖑 𝕰𝖓𝖈𝖚𝖊𝖓𝖙𝖗𝖔 𝕴𝖓𝖊𝖘𝖕𝖊𝖗𝖆𝖉𝖔

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El sol de la mañana se filtraba por los grandes ventanales de la clínica "Renacimiento", iluminando el moderno espacio que Zephyrine Montoya había diseñado meticulosamente. Era un día como cualquier otro en Medellín, o al menos eso creía ella mientras revisaba las fichas de sus pacientes del día. El aroma a café recién hecho se mezclaba con el sutil olor a desinfectante, creando esa atmósfera tan característica de su clínica.

Zephyrine ajustó su bata blanca, un hábito que había adquirido en sus años de práctica. Su cabello rizado, recogido en un moño profesional, dejaba ver unos aretes delicados que su abuela le había regalado al graduarse. Eran su amuleto de la suerte, un recordatorio constante de sus raíces y su propósito. Echó un vistazo a la foto enmarcada en su escritorio: ella, sonriente, rodeada de su equipo el día de la inauguración de la clínica. Había sido un largo camino desde sus días de estudiante en Cartagena hasta convertirse en una de las fisioterapeutas más respetadas del país.

El intercomunicador sonó, sobresaltándola ligeramente. La voz de su recepcionista, María, sonó emocionada: "Doctora Montoya, tiene que venir a recepción. Hay alguien que quiere verla."

Intrigada, Zephyrine salió de su consultorio. El pasillo, decorado con fotos de atletas recuperados y certificados de reconocimiento, parecía más largo de lo habitual. Nada la habría preparado para lo que vio al llegar a la recepción. Allí, apoyado ligeramente en un bastón y con una sonrisa tímida, estaba James Rodríguez, el ídolo del fútbol colombiano.

"Buenos días, doctora Montoya," dijo James, extendiendo su mano libre. "Lamento llegar sin cita previa, pero me dijeron que usted era la mejor."

Zephyrine, recuperándose rápidamente de su sorpresa inicial, estrechó su mano. La calidez de su palma contrastaba con la firmeza de su apretón. "Buenos días, señor Rodríguez. Es un placer conocerlo. Por favor, pase a mi consultorio."

Mientras caminaban, Zephyrine notó la ligera cojera en el andar de James. Su mente profesional ya estaba analizando, catalogando, planeando. Observó cómo su peso se desplazaba, cómo su cuerpo compensaba el dolor que claramente sentía. Era evidente que esta no era una lesión reciente.

Una vez en el consultorio, James se sentó con un suspiro apenas audible. Zephyrine tomó asiento frente a él, bloc de notas en mano. La luz que entraba por la ventana iluminaba el perfil de James, resaltando las líneas de preocupación que se habían formado en su rostro, testigos silenciosos de meses de frustración y dolor.

"Entonces, ¿qué lo trae por aquí?" preguntó, aunque ya tenía una idea bastante clara.

James sonrió, pero la sonrisa no llegó a sus ojos. Esos ojos, que habían brillado con tanta intensidad en los campos de fútbol de todo el mundo, ahora parecían apagados, cansados. "Supongo que las noticias vuelan rápido. He estado lidiando con esta lesión en el tobillo durante meses. He visto a los mejores especialistas en Europa, pero nada parece funcionar. Estoy... estoy empezando a pensar que podría ser el fin de mi carrera."

La vulnerabilidad en su voz conmovió a Zephyrine. Había tratado a muchos atletas de élite, pero había algo en James, quizás la forma en que sus ojos reflejaban una mezcla de esperanza y resignación, que la tocó profundamente. En ese momento, no vio al futbolista famoso, sino a un hombre luchando por mantener vivo su sueño.

"Vamos a examinar ese tobillo, ¿le parece?" dijo, levantándose y dirigiéndose a la camilla de examinación. "Y por favor, llámeme Zephyrine. Creo que vamos a pasar bastante tiempo juntos."

James asintió y se dirigió a la camilla. Mientras se quitaba el zapato y el calcetín, Zephyrine preparaba sus instrumentos. Sus manos, expertas y gentiles, comenzaron a examinar el tobillo inflamado. Notó la tensión en los músculos de James, la forma en que se esforzaba por no mostrar dolor.

𝕿𝖎𝖊𝖒𝖕𝖔 𝕰𝖝𝖙𝖗𝖆: 𝖀𝖓𝖆 𝕳𝖎𝖘𝖙𝖔𝖗𝖎𝖆 𝖉𝖊 𝕬𝖒𝖔𝖗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora