Juana, nombre casual, común. Vivir en la cuadra de una biblioteca es perseverante y está buenísimo. Mis amigas dicen que soy rara en ese sentido, a que chica le gusta estudio o leer suelen preguntar.
Mi hogar, mi lugar y mi espacio de entretenimiento. Al entrar parece una vía de colores pasteles frente a tus ojos, es raro, a la tía Etelvina le agradan los muebles lijados y los cuadros de la edad media, es una mezcla histórica fantástica, ya que en ese tiempo, era muy normal que las mujeres usarán vestidos de colores pasteles. Llegando a la cocina, me encuentro rodeada de tasas, vasos y objetos de cristal, corresponde a mi bisabuela, pero siguen en pie y sin uso, valen como decoración. A la izquierda existe un patio semi grande, es más una especie de quinta, de campo. Está ocupado por un jardin de invierno a la mitad, que por suerte es muy utilizado de buena manera por mí, dentro de él hay una puerta que va a mi habitación, por lo cual sin molestias y por grandes ideas lo uso para leer novelas cuando llueve o hace frío para ir a la biblioteca, me fascina totalmente ver la lluvia y el vidrio todo empañado y lleno de gotitas. Los baños nunca me agradaría pero los 5 que hay aquí son los únicos agradables en todo Buenos Aires. Mi habitación es el lugar que más me gusta de todo la mansión, es súper inmensa y está ocupada por todas mis novelas ya leídas, tengo todo organizado por épocas. Y todo muy ordenado.
-¡Juana, Juana, voy hasta el almacén!-grita mi tía con entusiasmo-
Sin tiempo a responderle bajé de prisa y aproveche para escaparme un rato con mi tío Pablo, que está preso. Me acerqué al perchero, tomé mi saco, subí a la bici y partí hasta la comisaría, lo habían cambiado de cárcel y necesitaba datos. Me informaron que estaba en una cárcel que quedaba en Mercedes. A unos kilómetros de donde yo vivía, pensé un poco y sin dudarlo después decidí ir. Antes, llamé a la pesada de mi tía y le dije que tenía que quedarme hasta la noche con unas amigas del colegio para terminar un trabajo.
El episodio de mi tío fue horrible, pero el no fue el culpable, prefiero no contarlo ahora, me pone mal saber que sólo tiene una niña de 16 años que lo ayudaba desde la distancia, que por cierto hice mucho, mucho más de lo que podía, haber ido hasta ahí ya era un desafío sumamente valiente de mi parte, y si es que puede llamar desafío.
Volví muy cansada y con ganas de leer un poco. Casi siempre voy al mino cuarto antes mencionado. Al entrar a mi habitación, hay una escalera que se dirige al techo donde hay una puerta que sea abre hacia arriba y ahí tengo parte de uno de los libros que no uno mucho, porque tengo y tenía tantos que mi entran en la gigante biblioteca que está abajo, que ahora hablando, me arde que también ahí había un escritorio con bibliotecas que llegan hasta los dos pisos de la casa, aunque tenga 4. Es inmensa la casa de mi tía a veces dudo de que se aúna casa, aquí me siento muy augusto, sacando a mi tía.