Prólogo

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La noche está fría y toda mi tripulación me lo hace saber. Llevamos días navegando en mar abierto. Después de haber salido de Tasbé, por provisiones, y volver a embarcar en un nuevo viaje, llegar a nuestro escondite y desembarcar los tesoros acumulados.

Saqueamos varios barcos durante el rumbo trasado, tomando de ellos todo lo que pudimos.

Debo decir, que de todos los tesoros encontrados, ninguno se compara al barco que acabé por adueñarme.

Para nuestra sorpresa, el barco estaba equipado, era un banco de guerra, habían varios hombres encadenados y tras ellos, grandes cofres llenos de barras de hierro, oro, joyas, piedras preciosas y monedas marcadas. No era un misterio, saber que esos hombres eran esclavos.

Nuestra pelea para poder reclamar el barco me dejó casi sin tripulación. Por lo que ofrecí a los hombres ser parte de ella y tomar parte del botín. Una vez habiendo tomado el juramento como pirata, jamás podrían desligarse de ello y tampoco la familia, si es que aún la tenían. Lo que aceptaron. Porque siendo sincero, lo único que les esperaba era morir en mar abierto.

Él tesoro, que consistía de cinco toneladas de plata y oro, polvo de oro y joyas, repartidas en partes iguales; las almacenamos en cajas bajo la cubierta de la nave. Sin contar un cofre rectangular que contenía en su interior un tesoro que para muchos, no significara nada, pero, para la persona que más amo, era de un valor incalculable. Se lo confíe a mi segundo al mando. Para que lo resguardara bien. Ese cofre, es para mi hija, Brenda.

****Flash Back****Durante la tarde en Tasbe****

(Golpes en la puerta) Tock Tock

Una mujer se acerca a la puerta tras escuchar los golpes

- El marinero se encuentra en el mar, su hija y su esposa lo esperan ver algún día regresar

- Lo siento mujer, pero el marinero en pirata se ha convertido, fue condenado, con el ahora está comprometido

La puerta se abrió al mismo tiempo que termine mi frase y una mujer de piel morena estaba ante mi.

No podía creer que ya ha pasado mucho tiempo desde la última vez que vi sus ojos. Mi forma de perderme en ellos no había cambiado, seguía tan enamorado de esa mujer como desde el primer día.

Me acerqué y la tomé de los brazos, empujándola hacia dentro de la casa y cerrando la puerta, dejando mis pertenencias en el suelo la miré fijo - Mírame mujer, soy yo, el de carne y hueso. Han pasado cinco largos años pero juro por los mares que he cruzado, que nunca dejé de pensar en ti, ni en nuestra hija.

Me abrazó y dudó en besarme, por lo que la tomé de su barbilla y la besé
En ese instante todo se detuvo; tantas batallas, tantos tesoros, pero ninguno se compara al calor de mi hogar, al calor de mi mujer.

El beso termino y sonreímos los dos, sin saber que hacer. Cuando escuché una segunda voz.

- Papá, ¿Eres tú?

La puerta había sido abierta por mi hija, una joven de veintiún años, piel morena, cabello negro, como las noches infinitas en altamar y dos estrellas se dejaban ver en sus ojos negros como la noche. No la reconocí de inmediato, tenía quince años cuando me fui. Ahora, la gracia de los dioses estaba en ella. Pero para mi mala fortuna, lo único que yo le heredaba, era una vida ocultándose, llena de derramamiento de sangre. Ella era la siguiente al mando de mi nave, cuando lo que el destino tenga preparado para mi, me arrebate la vida.

Mientras pensaba en todo lo miserable que era en ese momento, aún, con todos los tesoros que poseía. Brenda corrió hacia mi, fundiéndome en un abrazo, sacándome de mis pensamientos.

Le devolví el abrazo y no pude evitar derramar lágrimas

- Durante seis años he buscado los tesoros más grandes del mundo, pero equivoqué el rumbo, el más valioso está aquí, ninguno se compara a ti.

La tarde pasó rápido, contándoles como tuve que aceptar ser pirata o la muerte en altamar y mi mujer poniéndome al tanto de todo lo que me perdí de mi hija.

En la noche al terminar la cena, me dirigí al saco que traía conmigo. Seguía donde lo dejé cuando entré, a un lado de la puerta.

-He traído obsequios y una noticia - se estremecieron al escuchar la palabra obsequio. Era de esperarse, si yo lo decía, solo significaba que lo había hurtado.

Mi mujer, se levanto y llegó hasta donde me encontraba, poniendo su mano sobre la mía y sonriéndome, me dijo - ¿Quieres que te ayude con esto?.

-No es necesario, no pesa nada, gracias - le contesté, devolviéndole la sonrisa

Metí la mano al saco y de el saqué un relicario de plata redondo, con varios diamantes incrustados.

-Este es para ti - extendí mi mano a mi mujer, quien lo tomó - ábrelo, por favor

Dentro del relicario había un anillo de oro, que en su decoración llevaba una línea de piedras malaquita

-Gracias amor, jamás había recibido tres obsequios de tanto valor en un solo día - sonreí un poco nervioso, entendía perfectamente que también se refería a mi llegada.

Me abrazó y me dio un corto beso.

Volví a mi bolsa y de el saqué el cofre que había pedido cuidaran durante la travesía en el mar.

Me dirigí hasta donde estaba mi hija, sentada en el suelo viéndonos y me puse de rodillas para estar al porte de ella entregándole el cofre. Cuando ella lo tomó, puse mis manos encima de las de ella y la vi directo a esos ojos noche que no veía desde hace mucho tiempo.

- Yo no deseaba traerte plata ni oro, porque ha sido eso lo que me mantiene alejado de ti. En cambio, lo que te traigo hoy, vale más para ti que cientos de piedras preciosas. Se que estuve lejos por mucho tiempo y esto no compensa nada mi ausencia. Pero quiero que sepas que siempre pensé en ti. Si mi oficio ahora es saquear todo lo que pueda, juré encontraría entre todos mis tesoros algo que me acercará a ti otra vez. No quería volver con mis manos vacías. No así contigo.

Solté sus manos. Brenda puso el cofre sobre el suelo y lo abrió.

Sus ojos brillaron al ver lo que contenía.

- Esto es...esto es...- sacó del cofre un pequeño tubo de acero bañado en oro que iba abriéndose en diámetro que alojaba en su interior una especie de espejo o lente

- Si Brenda, es un telescopio. Sé lo mucho que te encanta ver el cielo nocturno y me pareció un buen obseq...

No pude terminar lo que decía cuando sus brazos casi me ahogan de un abrazo muy fuerte que me hizo perder el equilibrio y me vi forzado a poner mi brazo en el piso para no caer con mi hija.

Brenda; mi hija y yo fundidos en ese abrazo paternal-Gracias papá, es un gran obsequio, pero no se compara con el de volver a verte.

Luego de que las emociones disminuyeran era momento de darles la noticia. No se como lo tomarían, pero era una orden que tenía que obedecer.

Mi mujer me quito las palabras de la boca - Y, ¿Cuál es la noticia que nos has traído?

No sabía como comenzar, así que fui preciso con lo que necesitaban escuchar

- En mi próximo viaje, ustedes tendrán que acompañarme

...

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-Una Línea Más

Melodías de Encierro o LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora