Capítulo 3

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Capítulo 3

- ¡Queremos salir!

- ¡Abran de una vez!

Eran los gritos de las personas proyectadas con estridentes nervios a los directivos de la escuela. Había muchos niños, jóvenes y adultos. Ninguna cara conocida para mí, salvo mi abuela.

- Por favor... Cálmense. - Decía una mujer que parecía ser la directora del centro. - Aquí estarán a salvo.

- ¡Y una mierda!... ¡Tengo que llegar con mi esposa! - Gritó un hombre.

- Déjenos salir. No queríamos entrar aquí.

Continuaban los gritos. Yo aún no entendía que había pasado. Todo había sido muy rápido. Pero sin lugar a dudas, algo a perturbado la paz de esta cotidiana mañana en Magna.

- Disculpe... Disculpe...- Esa voz era la de mi abuela ¡¿Qué hace ahora señora Betty?! Cuando me vine a dar cuenta estaba frente a la directora. ¿Cómo avanzó tan rápido entre tanta gente? - ¿Qué está pasando allá afuera? ¿Por qué dice que estaremos a salvo aquí?

- ¡Cállese vieja loca! ¡¿Acaso no vio lo que ocurrió?!- Escuche una voz a mi espalda.

- ¡¡Oiga!! Es mi abuela con la que habla y una persona mayor... ¡Respeto! - Le encaré con el valor que ni tenía. - Y no... No pudimos ver nada entre tanta gente.

Las voces se volvieron a alzar. Muchos hablaban a la vez. Odio hablar en público. Odio cuando la gente habla a gritos. Pude escuchar cosas como: morder y rabia. Pero aún no tenía una pista concreta. ¿Qué ocurrió?

- Señores... Señoras... Cálmense. - Intentaba hablar la directora. Pero nadie le prestaba atención. - Piensen en los niños, por favor.

Si, había infantes allí. La mayoría parecían asustados. Pero supongo que sea por la gran intromisión de extraños a su escuela. Recordé por un momento que este edificio tenía tres plantas. Si lograba encontrar una ventana que diera a la calle, podía ver qué estaba pasando. Le hice señas a mi abuela que aún estaba frente a los directivos, y comencé a buscar las escaleras. Con trabajo fui dejando atrás a las personas aglomeradas. Subí hasta la tercera planta y busqué una ventana. Mi abuela me seguía a unos pasos de mí. Al abrir la ventana pude verlo.

Gente. Morder. Rabia. Si, era un buen resumen. Parecía una historia apocalíptica. Pero así era. Las personas fuera de las puertas se mordían unas a otra como perro rabioso. Golpeaban las paredes. Devoraban lo que se moviera en sus alrededores hasta perder el interés. La calle estaba salpicada por el líquido rojo. Los gritos de dolor estremecían las paredes y rostros deformes perseguían como depredadores a su presa.

- Vaya... - Rompió el silencio la abuela.

- No entiendo...- Murmuré aún sin poder creerlo.

- ¡Ay! no...- Casi sollozo abuela. - Debo llamar a tu abuelo.

Sin más, dio media vuelta para intentar buscar un teléfono en aquella escuela. Con suerte el abuelo estaría en casa y podría informarle de toda esta desgracia.

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