Capítulo 36.5: La victoria de Regulus

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Los elfos domésticos de Hogwarts entraron atropelladamente en el vestíbulo gritando y blandiendo cuchillos de trinchar y cuchillas de carnicero. Kreacher iba a la cabeza, con el guardapelo de Regulus Black colgando del cuello y rebotándole sobre el pecho, y su croar se distinguía a pesar del intenso vocerío: «¡Luchad! ¡Luchad! ¡Luchad por mi amo, el defensor de los elfos domésticos! ¡Derrotad al Señor Tenebroso en nombre del valiente Regulus! ¡Luchad!».

Los elfos arremetían sin piedad contra las pantorrillas y los tobillos de los mortífagos, que caían como moscas, superados en número y abrumados por las maldiciones, al tiempo que se arrancaban flechas de las heridas, recibían cuchilladas en las piernas, o simplemente trataban de escapar, aunque eran engullidos por aquella horda imparable.

Kreacher se abría paso salvajemente entre un mar de piernas, apuñalando con su cuchillo aquellas que pertenecían a los sirvientes del Señor Tenebroso. Mientras arrebataban las varitas a los mortífagos caídos, una voz espeluznante heló la sangre del elfo.

– ¡Tú! –dijo Lord Voldemort, en su cara una mezcla de sorpresa y comprensión. Su mirada se posó en el falso guardapelo que colgaba del cuello del elfo.

Kreacher comprendió de inmediato que lo había reconocido. La última vez que se habían visto, el elfo doméstico había acompañado a Lord Voldemort al interior de la cueva del lago. Allí había sido obligado a beber la poción de la vasija de piedra para posteriormente ser abandonado a merced de los Inferi que no pudieron devorarlo por la afortunada coincidencia de que su amo Regulus lo había llamado justo cuando era arrastrado hacia las profundidades del lago.

– El elfo doméstico del muchacho Black... –musitó Lord Voldemort– ¡Accio guardapelo!

El collar salió disparado por encima de la cabeza de Kreacher y aterrizó en la mano de Voldemort. La decepción era legible en su rostro: guardaba la esperanza de que aquel guardapelo fuese la reliquia de Slytherin en la que había escondido un fragmento de su alma, pero la certeza de no sentir su alma en él y el hecho de que pudo convocarlo tan fácilmente era prueba suficiente de que era una falsificación.

En su mano, el falso guardapelo se había abierto ligeramente y un pedazo de pergamino se asomaba dentro de él. Voldemort sacó el pergamino con su varita y lo leyó sosteniéndolo en el aire:

Para el Señor Tenebroso.

Ya sé que moriré mucho antes de que lea esto,

Pero quiero que sepa que fui yo quien

descubrió su secreto.

He robado el Horrocrux auténtico

Y lo destruiré en cuanto pueda.

Afrontaré la muerte con la esperanza de que,

cuando encuentre la horma de su zapato,

volverá a ser mortal.

R.A.B.

Los ojos fríos del Señor Tenebroso brillaron con ira en un destello rojizo al tiempo que alzaba su varita y lanzaba una maldición hacia el elfo doméstico que había sido el cabo suelto, el error más desastroso, el actor principal del fallo de su plan.

El destello verde que rasgaba el aire en dirección a Kreacher se deshizo contra los escombros en cuanto éste giró sobre sí mismo para desaparecer en un instante. Voldemort, con el entrecejo fruncido, pareció comprender de golpe que aquella habilidad de los elfos para aparecerse podía haber sido la clave para el fracaso de sus planes. Ser consciente de que un ser inferior poseía una magia que él no, le causó la suficiente estupefacción como para bajar la guardia justo cuando el elfo domestico le clavaba un cuchillo en el gemelo de la pierna derecha, desapareciendo a tiempo para esquivar otra maldición de Voldemort y finalmente apareciendo una vez más para arrebatarle el falso guardapelo que colgaba de su mano izquierda.

Con el recuerdo de su amo de regreso en sus manos, Kreacher reapareció con un chasquido al final del vestíbulo, semiculto entre los escombros, y colgándose nuevamente el guardapelo en su cuello, le lanzó una sonrisa de triunfo a Lord Voldemort.

– El amo Regulus ha triunfado sobre el Señor Tenebroso –dijo en voz baja, más para sí mismo que para su enemigo.

Sin embargo Voldemort le había leído los labios, y cuando se disponía alzar su varita para soltar maldiciones sobre el elfo, fue rozado por varios hechizos lanzados por Kingsley, McGonagall y Slughorn, que lo forzaron a entrar en el Gran Comedor mientras repelía y devolvía maldiciones con su varita.

Kreacher, con renovado aliento y con el corazón en paz, reanudó la carga en contra de los sirvientes del Señor Tenebroso y no dejó mortífago sin cojear aquel día. Y el sacrificio del amo Regulus fue reconocido y apropiadamente celebrado gracias al triunfo del Amo Harry. 

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