Introducción

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El agua caliente caía con gracia sobre su cuerpo desnudo. Primero sobre su cabello teñido de rosa, pasando por su hermoso rostro, donde había unos carnosos labios apetitosos que podrían incitar a cualquiera al pecado, así como aquellos ojos marrones que llamaban tanto la atención. Su delgado cuello conectaba su cabeza con un torso delgado sobre un trasero tan bien formado que era imposible no mirar.

El muchacho comenzó a ducharse mientras dejaba que la calidez del agua relajara su cuerpo poco a poco. Era cierto que se sentía un tanto tenso y todo era por aquellas palabras que su novio le dijo el día anterior.

—Prometo que pronto no tendremos que escondernos —le había dicho, tomando sus manos con delicadeza, después de una terrible discusión causada gracias a ello.

Se lo había dicho, que estaba cansado de tener que esconderse, de mirarlo todos los días en clase y no poder acercarse a él o mostrarse como si, aunque sea, fueran amigos. ¡Tampoco podía hablarle delante de otros! ¿No era eso absurdo? Así que había decidido confrontarle, pero aquella había sido su respuesta; y había decidido creerle, porque estaba seguro de que se amaban mutuamente con la misma intensidad.

Decidió dejar que el tiempo dijera lo que pasaría con ellos, seguro de que llegaría ese momento tan soñado donde podría tomarlo de la mano sin que nada más les importara. Solo quería ser feliz, que ambos lo fueran, pero también entendía que no para todos era fácil aceptar ser homosexual, especialmente para muchachos como él. Se trataba de un joven bastante varonil, nadie se imaginaría que realmente le gustaban los chicos. Incluso él mismo se sorprendió cuando lo descubrió y comenzaron aquella relación secreta seis meses atrás.

Con ese pensamiento en su cabeza, cerró la regadera y se envolvió la toalla sobre la cintura. Se encontraba en las duchas de la escuela, pero era la única persona ahí. Así era todo el tiempo, prefería no estar con otros hombres en lugares como los baños o las duchas porque sus compañeros solían molestarlo, llamándolo de muchas formas horribles solo por decir abiertamente que los hombres le gustaban. No parecía que sus cerebros de neandertales lograran comprenderlo, lo que él pudiera sentir por algún chico era lo mismo que ellos podrían sentir por alguna chica, pero eran lo suficientemente idiotas para entender algo tan sencillo como eso. Por el contrario, lo rechazaba, lo intimidaban, lo insultaban; y lo peor es que estaba tan acostumbrado que ya no le importaba. Sin embargo, no porque estuviera acostumbrado, fuera algo que le gustara, por eso prefería ser cuidadoso e ir a las duchas cuando no había nadie, después de la clase de baile.

Al llegar a su casillero, se dio cuenta de que éste estaba abierto y su ropa no estaba ahí; en cambio, había una nota que decía: "Si quieres tu ropa de marica la podrás encontrar en las escaleras junto a la biblioteca". Tragó saliva después de leer la nota, comenzando a sentirse nervioso, sin saber qué hacer. La biblioteca no quedaba cerca de las duchas, y a menos de que pudiera teletransportarse hasta ahí, tendría que ir envuelto en su toalla si es que quería recuperarla. ¿Qué más podría hacer? También se habían llevado su ropa del gimnasio.

En ese momento, se le ocurrió que podría llamar a su novio para pedirle ayuda, pero pronto recordó que había dejado su teléfono en el bolsillo de su pantalón escolar color negro. Estaba comenzando a hiperventilar, totalmente en pánico, sintiéndose solo, atrapado. No es que tuviera otra opción, tendría que salir semidesnudo y buscar su ropa.

Intentó calmarse, soltando un largo suspiro. Se armó de valor y salió de las duchas hacia el pasillo con la toalla sobre su cintura siendo lo única que cubriera su desnudez. Sin embargo, lo que vio afuera al abrir la puerta lo llenó todavía de más pánico, de una ansiedad terrible que invadió todo su cuerpo y por un momento no pudo moverse. Sobre las paredes y los casilleros de los pasillos había fotos suyas pegadas, pero no eran cualquier tipo de fotos, eran fotos de él desnudo y lo peor es que las reconocía. Esas fotos se las había enviado a su novio meses atrás, una tarde que ambos estaban calientes.

Fue en ese momento que decidió correr para encontrar su ropa de una vez e irse. No quería pasar otro momento más ahí. Sin embargo, a medio camino, la campana sonó y los estudiantes comenzaron a salir de los salones, quienes se sorprendieron al verlo, pero se sorprendieron más al ver sus fotos por todas partes. Comenzó a escuchar que cuchicheaban a su alrededor mientras él seguía caminando, intentando ignorarlos; no obstante, era imposible hacerlo, especialmente por todas aquellas miradas que lo juzgaban, como si fuera el peor ser humano del mundo, como si él hubiera hecho todo aquello a propósito.

Con lágrimas ya sobre sus ojos, llegó a la biblioteca, donde pudo ver su ropa sobre las escaleras que daban al segundo piso del edificio. Estuvo a punto de tomar su ropa, y fue entonces cuando sintió que un líquido helado caía sobre su cabeza y se deslizaba sobre su rostro. Era viscoso y de color amarillo, y por el olor se dio cuenta de que se trataba de batido de mango. Al voltear arriba, fue cuando vio quién había sido el perpetrador de acto tan vil, y no le hubiera importado que hubiera sido cualquiera, pero ahí estaba él, su novio, sujetando el vaso donde antes estaba el batido que ahora tenía sobre su cabeza, con una sonrisa llena de burla y maldad.

Jamás pensó que justamente él fuera capaz de hacerle algo como eso. Le había prometido que estarían juntos para siempre, que lo amaría por el resto de sus vidas, que estaría para él cuando lo necesitara, que lo apoyaría siempre. Le había prometido tantas cosas, pero ahí estaba, con sus amigos del equipo de baloncesto, burlándose de él, mofándose de aquella espantosa travesura que le habían hecho.

Aquello fue suficiente para derrumbarlo, y dejó que sus lágrimas salieran por fin.

—¡Jimin! —gritó alguien detrás de él, quien puso su chaqueta del uniforme escolar sobre sus hombros, intentando cubrir su desnudez.

Los demás solo estaban alrededor, mirando y riéndose.

—Ven conmigo —pidió su salvador, tomando su ropa del suelo y guiándolo de nuevo hacia las duchas.

El chico de cabellos rosas solo pudo dejarse llevar, mientras sus ojos soltaban un mar de lágrimas y su corazón se rompía en mil pedazos. No podía dejar de pensar en el porqué de sus acciones, y se preguntó si en realidad su novio le había mentido con lo que sentía, después de todos aquellos momentos, de todos los besos, de todo el amor que se dieron. Todo se había sentido tan correcto, tan real.

Sin embargo, aquella fue la última vez que lo vio y no supo más de él durante su adolescencia, por lo que no tuvo respuestas. Después de ese día, sus padres lo habían cambiado de escuela y él decidió bloquear su contacto, esperando jamás encontrárselo de nuevo, hacer como si no existiera, como si jamás lo hubiera conocido. Pero la vida era más complicada que eso, y también era injusta, especialmente con él.

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Hola, gente ;D

No sé si sigue alguien por aquí, pero espero que les guste esta pequeña historia que decidimos hacer por los viejos tiempos. Actualmente es un poco difícil escribir por el tiempo, pero prometemos que terminaremos esto y que les encantará.

Si hay alguien todavía leyéndonos, queremos agradecerles de todo corazón, y si son nuevos por aquí, gracias por darnos una oportunidad :)

¡Disfruten de nuestra historia! Love U all!

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⏰ Última actualización: Aug 16 ⏰

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Begin Again (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora