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—Y dime, Palacios, ¿Por qué estás aquí? — preguntó Daniel, unas cuantas sesiones después de conocerse, se sentó a su lado, bien a su lado, el gorro de
Osvaldo era celeste, se tomaban las manos.

— Leucemia— murmuró.

Daniel tuvo que oprimir su impulso de hacer una expresión mala, la leucemia era de las peores, por lo que había escuchado.

— Yo... Cancer de hígado.

— Bebedor, ¿Eh?

— ¡Osvaldo!

El chico del gorro comenzó a reír.

— ¿Cuantas veces te dijeron que no debías tomar tanto, eh?

Daniel terminó riendo con él y en verdad no sabía cómo hacia para que en cualquier situación, pudiera sacarle una sonrisa, una risa sincera, hacerlo sentir feliz en una situación que creía imposible.

— Devo admitir que... Sí fui un gran bebedor.

— Oh, yo también— confesó Osvaldo.

— ¿Con esa carita de bebé vas a beber?

— El vodka es agua para mí.

— Nah— Daniel negó, escuchó a Osvaldo reír de nuevo, el chico era muy risueño en verdad—. No te creo.

— Te desafiaría a una competencia de shots en este mismo momento pero por razones médicas no puedo beber.

— Pues yo tampoco, así que mejor.

— Cuando salgamos de aquí tendremos la competencia de shots más historica del mundo, Daniel Alonso — Osvaldo alzó una ceja, desafiante.

— Oh, pues que así sea.

Daniel cayó en silencio, con lentitud, apoyó su cabeza en el hombro de Osvaldo, el mayor soltó un ruidito alegre que le pareció encantador.

— ¿Crees que en verdad salgamos? — dijo—. Digo... Se sabe que el cáncer no se cura, sino que se duerme, y entonces... Al final nos va a terminar matando igual, tarde o temprano.

— Daniel, claro que saldremos, mira yo vencí el cáncer una vez, toqué esa campana que vez cada vez que entras al a la de quimio, y te digo que es la mejor sensación que tendrás en tu vida, y la viviré dos veces, soy un afortunado.

— ¿Es en serio? ¿También de leucemia?

— Riñones, empezó en los riñones — dijo Osvaldo —, es más, como sorpresa, tengo uno sólo y no es mío— y rió como si fuera un chiste tonto.

— Oh, te daría el mío, pero no podemos donar nada.

— Podemos donar amor, Daniel, algo podemos.

— No, tampoco tengo amor... — negó, arrugando su nariz— No soy una persona amorosa.

— Oh, entonces te falta amor, ya sabes... Los anemicos no pueden donar sangre porque les falta, y los que no tienen amor no pueden donar amor porque también les falta.

Daniel sonrió como un tonto, acomodado en el hombro de aquel chico de gorro y ojos bonitos.

— Te donaré amor hasta que tú puedas donar el tuyo.

chemo ➸ plexrianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora