Vamos Tino, ¿me dijiste que no hay nadie en el piso de arriba, no? — La sonrisa ladina en el rostro del moreno estaba presente mientras ambos subían las escaleras en camino a la habitación del pelinegro. Valentín iba primero, su mano derecha agarrando la muñeca de Tino para llevarle, guiarle como si se tratase de su propia casa.
Esa sonrisa burlona en el rostro de su amigo le hacía sentir burbujas en el estómago, que de manera inconsciente le sonriera de vuelta, mientras se dejaba arrastrar por él. — Eh, si. Papá está trabajando, mi madre está en el patio y... Eli y Lucrecia estudiando. — Hizo memoria sobre sus familiares mientras llegaban a segundo piso, caminando ambos ante el cuarto de Tino, la habitación más lejana en el extenso pasillo.
La puerta fue cerrada detrás del pelinegro luego de dar vuelta el cartel que decía "NO ENTRAR", lo usaba cuando se encerraba a estudiar para que no interrumpieran su concentración, ahora mismo, lo usaba por otro motivo. Valentín soltó una suave risa mientras se retiraba las gafas de sol, se coloco al frente de Tino y apoyó sus manos en sus hombros, dándole un suave empujón en el lujoso colchón. Ambas sonrisas chocaban, las miradas se derretían de forma mutua y esa privacidad subía sus sentidos.
Tino apoyó su codo derecho en la cama y su mano izquierda, acunó la mejilla de su mejor amigo, mientras el contrario se sentaba a su lado y unía sus labios de forma suave. No era la primera vez que se besaban, tampoco sería la última porque una vez acostumbrados, era un vicio del cual no se podían alejar. Era un contacto torpe, uno interrumpido por las sonrisas, sus risitas nerviosas pero sobretodo, que se concretaba por el cariño que sentían.
Llevaban unos cuantos meses así, donde comenzaban a conocer algo más sobre ellos mismos, algo que cuando se conocieron, no esperaban. Valentín de los dos, siempre fue alguien más experimental, más cómodo con el contacto de otras personas, algún beso tonto con una chica sin luego esperar una relación era algo que le caracterizaba. Por otro lado, Tino era distinto. Respetaba a su amigo con sus decisiones amorosas u sexuales, al final, era algo que no le entrometía, solo que el no era así. Sus padres le habían de una manera algo más tradicional, el que una pareja sería algo para siempre y que debía elegir bien.
Eso no le duró mucho cuando se besaron por primera vez. Fue un piquito que Valentín le plantó en los labios a su mejor amigo y luego de mirarse con confusión, se terminaron abalanzando el uno al otro para profundizar lo que fue el pequeño beso. Ambos habían sentido la pequeña conexión de hacer eso, más allá de la fuerte amistad que tenían al poco tiempo de conocerse, algo más les llenaba de curiosidad y con ese primer contacto, creían ya haber descubierto que era lo que les faltaba.
La mano del pelinegro dejaba caricias con su pulgar en la mejilla de Valentín y a los segundos, esta cambió su posición para pasar a los cabellos ajenos, jugando de manera suave con los mismos. Se separaron por unos cortos segundos para agarrar aire, respiraciones agitadas que se mezclaban ante la cercanía. Tino mantenía sus orbes de manera fija con los del mayor, mientras él, miraba de reojo sus labios. El peligris carraspeó su garganta de manera suave mientras dirigía su mirada al otro lado de la habitación y sus mejillas agarraban un color salmón que teñia su piel. Eso hacía sonreír a Lara, siempre lograba que su pecho se inflara de emoción.
— ¿Encendemos la radio? No quiero que tu madre suba y escuche como nos comemos la boca, gallu. Además, siempre estudiamos con música. — Opinó Valentín antes de retomar la pequeña sesión amorosa que comenzaron.
En un inicio, Valentín no era el más bienvenido a la casa de los Lara, Hernando, el padre de Tino, no estaba de acuerdo que era una buena amistad para su hijo, por su manera de vestir siendo la razón principal. Por otro lado, Ángela vio lo mejor del muchacho y reconoció el rostro de alguien que no tuvo una infancia fácil, así que por su lado, siempre abrió las puertas para Chema, como le llamaba ella.
Fue un largo proceso de adaptación para Hernando, quién al final terminó aceptando a Valentín en casa cuando le contó que había ahorrado para comprarse su primera camisa con corbata para estar presentable cuando entrara en casa de ellos.
Tino parpadeó un par de veces mientras observaba la radio que había en su cuarto con una caja de cd's al lado. — Buena idea, ¿Qué quieres escuchar? — Preguntó mientras se levantaba de la cama y Valentín se quedaba sentado observándole mientras pensaba sobre la elección de música, aunque ya lo tenía bastante claro.
— Ponte el álbum de Soda Stereo, ese, canción animal. — La sonrisa se extendió por el rostro de Valentín y Tino se volteó a mirarle con el ceño fruncido. Era un disco exitoso salido en 1990 que no hace mucho tiempo, Tino adquirió para su gran colección. Pero realmente, sabía que eligió ese disco por la canción con el mismo nombre.
— Ah si, Valentín muy inteligente. No quieres que mi mamá nos descubra pero quieres que suene canción animal. — Igualmente, rebuscó por ese mismo disco, no iba a rechazar la petición. Escuchó la pequeña risa del moreno, haciendo que sonriera de manera inconsciente.
— Eh, qué esa tampoco es la primera canción, un respeto, primero es En el séptimo día, otra joya. — Fueron unos aproximados ochos segundos cuando el cd fue puesto y la música comenzó a sonar por el cuarto.
Tino caminó nuevamente a la cama y Valentín estiró sus brazos, rodeando los mismos por la cadera del contrario, acercándole.
Era un beso lento, uno donde la pasión y el cariño era algo mezclado porque entre ellos, surgían ambos sentimientos. No estaban cerca por un deseo sexual, eran mejores amigos por todo lo que tenían en común y ahora, veían un lado más romántico del otro, una pequeña forma de reforzar su amistad.
En ese preciso momento, solo eran ellos, un momento donde todo se apagaba y la única luz, los protagonistas, eran ellos. Sus responsabilidades, no existían, los problemas daban un paso atrás y podían disfrutar como querían el paso constante del reloj. Cuando se juntaban a estudiar o a repasar cada uno contenidos de sus distintas carreras universitarias, estaban encerrados dos horas en la habitación de Tino, ahora mismo esas dos horas serían invertidas en algo distinto pero que tenía el mismo valor. Tino mantenía sus dedos agarrados a la camisa roja carmín de Valentín, una de sus rodillas posicionadas a un lado del muslo derecho del contrario y la otra, reposada entre las piernas ajenas pero posicionada en el colchón para tener algo más de soporte, mientras por su lado, el peligris dejaba sus dedos agarrados de los hombros de Lara. Estuvieron un buen tiempo así, hasta que la respiración era algo necesaria por ambos lados. Ambos sonreían, muecas cómplices que tachaban esos pequeños encuentros como un secreto sin más, algo solo para ellos.
Canción animal sonaba en la radio y eso solo generaba pequeñas risitas en el dúo. Tino se separó cuando ambos ya tuvieron suficiente afecto y el hambre pasaba al plato principal. El pelinegro se peino de manera perfecta como le gustaba y Valentín, aprovechó de arreglar su camisa mientras colocaba nuevamente las gafas en su rostro.
— ¿Quieres ir a comprar algo para comer? Le digo a Ma, así no cocina y puede pasar cuidando las flores. — Habló el ojiazul, quién caminaba al baño que tenía su cuarto para observarse al espejo y sonreír orgulloso ante su cabello ordenado. Ambos actuaban con tranquilidad, al final del día, los besos comenzaron a ser algo normal dentro de su rutina. Aunque no fuesen algo oficial, el contacto si era algo a diario cuando ambos se encontraban solos.
— Me parece bien, tengo ganas de comer hamburgesas, ¿tú? — Consultó Valentín mientras se levantaba de la cama. Fomo si fuese su cuarto, sacó la billetera de Tino, las llaves de la casa y del coche. Así no tardarían mucho en salir. Se acercó al baño para aprovechar de ver su reflejo.
— Mira, si se me antojan unas hamburgesas ahora, vamos. — Miró a su amigo con una sonrisa y le dio un pequeño piquito una última vez para salir de la habitación. No debían decir nada más para saber que ese cariño entre ambos era único y sin importar lo que pasaran se tendrían el uno al otro.
Sin importar el problema, sus manos se extenderían para sacarse mutuamente de la miseria.
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Our private youth.
RomanceEn casa, todo el mundo siempre se ocupaba con distintas tareas, el piso de arriba, estaba desocupado para ellos. Eran jovenes, adolescentes curiosos que compartían todo. Mejores amigos, podrías decir. ☆ J.M Valentín & Tino Lara.