Umbra

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Sentía el viento cálido recorrer mis mejillas, mi cara y mi cuerpo mientras caminaba. Al caminar, podía sentir cómo algunas hojas secas crujían bajo mis pies, y escuchaba cómo se rompían. Por un momento, me distraje y miré hacia abajo, perdido en mis pensamientos. Hasta que después salí de ahí.

Vi el cielo y cómo se mantenía en un clima soleado, no de los que queman, sino de los que te reconfortan como un abrazo de alguien a quien más amas. Pasaba cerca de un pueblo que se veía relajado, con gente conviviendo como lo haría en cualquier otro lugar. No sabía cómo la ubicación estaba en un lugar tan tranquilo como este. Sin embargo, seguí con mi camino. No tenía que distraerme con catedrales, bibliotecas o incluso una panadería, debía seguir adelante.

Me habían asignado ir a un lugar. Dudé un poco al aceptar, ya que se encontraba lejos de donde vivía. Pero la curiosidad y el dinero hacen que una persona lo haga. No sé por cuanto camine hasta llegar a una mansión alejada del pueblo que había visto cuando llegue, se veía en perfectas condiciones, algo que no tendría lógica por lo alejada que esta, sin apuro llegue hasta la puerta, habían dos guardias custodiando la, me detuvieron no antes de verificar mi identificación, solo ahí pudieron dejarme pasar, no sabría que hubiera pasado si la hubiera dejado, seguramente habría sido un desperdicio de tiempo.

Seguí, y me parecían horas las que pasaban entre tantos pasillos y tantos guardias. No sabía por qué tendrían esa cantidad. Solo estaban buscando a una persona. ¿Por qué tanto alboroto? Había al menos unos cinco metros de distancia entre cada puerta. Todas iguales, hechas de la misma madera, por lo que podía ver y percibir con mi nariz. El lugar estaba en perfectas condiciones, como si acabaran de limpiar el lugar. ¿Cómo era posible? Me pregunté, si ni siquiera había visto una sirvienta o mayordomo a lo largo de mi camino.

Llegué hacia una enorme puerta, diferente a las demás, era grande y de madera distinta a las otras, era roble, poco común por donde vivo. Entré y me encontré a un señor que no se identificaba la edad, quizá cuarenta, cincuenta o ochenta años, no lo último lo dudo, no se veía tan viejo. El señor que se encontraba al frente mío rompió mis pensamientos. Pude ver por el sol que entraba detrás de él, había alguien acompañándolo. Sentí como encendieron las luces y pude notar con mucha más claridad al señor y a la sirvienta que se divisaba a su lado, estaba sirviéndole una copa de vino.

- ¿Vas a preguntar algo? O solo te explico lo que debes hacer, seguramente eres nuevo en este tipo de cosas, ¿o me equivoco?-
Su voz era algo suave pero a la vez amenazante. No sabía con quién estaba tratando, sin embargo, conservé la calma y pude hablar con claridad.

- Así es, ya he realizado este tipo de cosas en mi vida, solo explícame qué tengo que hacer.-
Mantuve mi frente en alto para poder memorizar el lugar y las personas que se encontraban al frente mío. Presentía que iba a tener que visitarlos con regularidad.

La Imagen del VacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora