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NARRA ARIA:

El sol estaba alto en el cielo cuando mis mamás me levantaron de la cuna. Sentí sus manos suaves y cálidas, y aunque no entendía muy bien lo que estaba pasando, supe que algo diferente iba a suceder hoy. Después de un desayuno rápido, nos subimos al coche y llegamos a la casa de los abuelos.

La casa de los abuelos siempre me gusta, pero hoy me sentía un poco inquieta. Mamá y mami parecían preocupadas. Mientras nos abrazaban y nos daban besitos, sentí que algo no estaba bien.

— No quiero que te vayas, mami — escuché a mi hermana Elara decir con un puchero en los labios. Vi cómo las lágrimas asomaban en sus ojos y de repente sentí un nudo en mi garganta.

— Lo sé, mi amor. Pero volveremos pronto. Prometido — respondió mamá Noah, agachándose para estar a su altura y limpiando sus lágrimas. Intenté aferrarme a mami Alison, pero sentí que también empezaba a llorar.

— Mamá tiene que hacer algunas cosas importantes, pero estarán bien aquí con los abuelos y las tías — dijo mami, acariciándome la cabeza. Pero no quería quedarme sin ellas.

Elara también estaba llorando, y eso me hacía sentir aún más triste. Quería que todo fuera como siempre, con mis mamás cerca, cuidándonos.

Aurora, mi tía, se acercó y tomó a Elara en brazos. Intentó hacerla reír, pero yo no podía dejar de llorar. Sentí que el corazón me dolía. Dalia, la novia de mi tía, vino y me levantó.

— Vamos, pequeña, vamos a ver qué juguetes nuevos tenemos aquí — dijo Dalia, llevándome hacia la sala, pero yo solo podía llorar y llorar.

— ¡No te vayas, mami! — grité, estirando mis bracitos hacia ellas, pero ellas ya estaban saliendo por la puerta. Mi llanto se hizo más fuerte, y sentí que no podía parar.

Dalia me meció suavemente en sus brazos, susurrándome cosas bonitas para calmarme. Me llevó adentro de la casa, donde todo parecía un poco más tranquilo, pero yo no podía dejar de llorar. Las lágrimas caían sin parar, y aunque Dalia intentaba consolarme, yo solo quería a mis mamás.

Elara, al ver que yo seguía llorando, dejó de llorar tanto y vino a mi lado. Me acarició la mejilla con su manita.

— Está bien, Aria. Mamá y mami volverán pronto — me dijo con su vocecita suave. Sus palabras y su gesto me hicieron sentir un poco mejor, pero el dolor en mi corazón seguía ahí.

— Vamos a jugar un rato, Aria. Mira, tenemos nuevos juguetes — dijo Dalia, señalando una caja llena de cosas coloridas. Aunque todavía lloraba, la curiosidad empezó a vencer un poco mi tristeza.

Elara y yo nos sentamos en la alfombra, y ella empezó a jugar con los juguetes,  mostrándome cómo funcionaban. Poco a poco, mi llanto se fue calmando, aunque de vez en cuando sollozaba.

Aurora vino y nos abrazó a ambas, besando nuestras frentes.

— Todo está bien, mis niñas. Estamos aquí con ustedes — dijo con una sonrisa cálida. Sentí el calor de su abrazo y empecé a sentirme más segura.

Después de un rato, Dalia sugirió que saliéramos a pasear. Me gustaba la idea de salir a ver el mundo, así que me emocioné un poco.

— Vamos a llevarlas al parque que está cerca del puerto. Tiene una vista hermosa y seguro les encantará — propuso Dalia, mirando a Aurora con una sonrisa.

— Eso suena genial. Además, un poco de aire fresco les hará bien — respondió Aurora, preparándonos para la salida.

Nos pusieron ropa bonita y cómoda. Aurora me tomo en brazos, mientras Dalia llevaba a Elara. Salimos de la casa, y noté que dos hombres grandes y serios nos acompañaban. Siempre me sentía segura cuando estaban cerca.

🦋 Little Butterfly 🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora