Those eyes / Wolfstar

002

Al poco tiempo el tren llegó a la estación de Hogwarts, en este punto, Remus ya estaba bastante más tranquilo sobre el tema. Había pasado el resto del viaje bromeando y hablando con sus amigos. Se dio cuenta de cuanto los había extrañado durante el verano, porque prácticamente aquellos tres chicos eran su segunda familia.

Aquel grupo de amigos bajó apresuradamente del tren, en lo personal, Remus había extrañado bastante aquellos banquetes interminables de Hogwarts, pues, la comida que preparaban los elfos, era deliciosa. Además que Remus podía comer lo que quisiera y cuanto quisiera, no tenía que preocuparse por dejarle comida a los demás ya que si se acababa un platillo, inmediatamente reaparecería. Por lo que Remus no tenía que limitarse como cuando estaba en su propia casa.

Lo que definitivamente no le emocionaba, era la ceremonia de inicio de año... Puesto a que siempre eran bastante largas y eso hacía que la comida se enfriara... Dicha ceremonia estaba a punto de comenzar y el estomago de Remus ya gruñía de hambre.  Las bromas entre amigos no faltaron, tampoco las risas disimuladas para no ser regañados en su primer día. Claro que se ganaron miradas extrañadas de las demás personas de la mesa, pero no les importaba ni un poco. 

—¿Creen que algún día la barba de Dumbledore llegue hasta el suelo?— Preguntó James mientras Dumbledore daba su su discurso de todos los años.

—Compórtate, Potter.— Lily rodó los ojos, ella estaba sentada junto a Mary y Marlene.

James se sonrojó inmediatamente, aunque claramente jamás lo admitiría. El chico de gafas miró a la pelirroja con una mala cara.  La chica simplemente se encogió de hombros y le sostuvo la mirada retándole. Peter, Sirius y Remus se miraron con una cara de complicidad, todos estaban seguros que habría algo entre ellos dentro de poco tiempo.

Bastantes minutos después, la ceremonia terminó y todos se pusieron a comer. Mientras todos se llenaban de comida casera y deliciosa, Remus comenzó a relajarse. Había algo reconfortante en el bullicio del Gran Comedor, el eco de las voces, el repiqueteo de los cubiertos y el tintineo de las copas llenando el espacio. El castaño, después de los momentos incómodos y confusos en el tren, por fin sentía que estaba donde pertenecía: rodeado de sus amigos, comiendo sin preocuparse, olvidando por un momento las tensiones internas.

James, con sus bromas, mantuvo el ambiente ligero, mientras Sirius, como siempre, respondía con picardía. Peter reía cada tanto, su risa nerviosa mezclándose con las carcajadas de los demás. 

Las palabras de sus amigos llenaban el espacio a su alrededor, pero no llegaban realmente a él. Todo le sonaba distante, como si una barrera invisible lo separara del bullicio. Había algo en el comportamiento de Sirius que lo inquietaba, una alegría ligera que parecía venir de algún lugar que Remus no alcanzaba a comprender del todo.

No era la primera vez que Sirius atraía todas las miradas. Esa facilidad suya para moverse por el mundo, para ser el centro de atención sin pedirlo, era algo que siempre había admirado. Pero esa tarde, después de lo que había visto en el tren, se sentía extrañamente distante. No estaba enfadado, ni siquiera molesto... solo incómodo, como una pieza que no terminaba de encajar en el rompecabezas.

A medida que los platos se vaciaban y la conversación avanzaba, Remus se encontró cada vez más inmerso en sus propios pensamientos. Sirius le dirigía algunas sonrisas ocasionales, breves destellos de complicidad como siempre, pero Remus no podía evitar sentir que había algo que se le escapaba, algo que Sirius compartía con Mary y no con él. Cada vez que los veía intercambiar miradas, un leve pero constante peso se asentaba en su pecho.

Sirius no parecía haber notado el cambio en él. O si lo había hecho, no lo mencionaba. Y quizás eso era lo que más le dolía a Remus: la posibilidad de que su amigo simplemente no le diera importancia.