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La noche caía en Silverway, vientos invernales soplaban entre los bosques oscuros cubiertos de pinaza. Un grupo de grandes bestias de colmillos prominentes y pelajes espesos avanza sobre los suelos húmedos dirigidos hacia unos grandes pilares rocosos cubiertos de runas. Estas brillaban en con una luz azulada demasiado tenue, casi imperceptible. Uno de los lobos, el líder del equipo, apoya su pata contra uno de los símbolos, y las runas traspasan a su pelaje negro desde el hocico a la cola.

- ¿Estas seguro, Max? -Murmura una loba a sus espaldas, en su propio pelaje comienzan a propagarse aquellas mismas marcas-. Ha pasado demasiado tiempo, no sabemos si los humanos han... bajado la guardia.

Mueve la cola con nerviosismo y retrocede cuando rayos eléctricos conectan los pilares y la luz se intensifica. El aire parece congelarse en los pulmones de los lobos, y una explosión sucede repentinamente haciéndolos volar por el aire y chocar contra los arboles que los rodean. Un portal se deja ver en el circulo que forman los pilares, como agua al ras del suelo.

- No hay tiempo para dudar, Rea -La profunda voz del lobo negro resuena en su cabeza, en otra vida, podría haber sido un perfecto alfa-. La manada necesita volver a su origen, enfermaran pronto si no nos movemos, no podemos permitir que otra infección vuelva a arrebatarnos todo lo que tenemos.

Rea y sus compañeros lo miran con el corazón acongojado, y luego de un suspiro cansado, dos de ellos emprenden un viaje de regreso al corazón de aquel territorio oculto de los humanos y otras criaturas, a buscar al resto de sus familias y compañeros. Rea encara el portal mostrando toda su fiereza, y junto a quienes quedan, y su fiel Max, saltan en el agua electrizante para traspasar hacia aquel mundo antiguo donde ahora volverían a recuperar sus dominios. Esta vez, nadie ni nada podría echarlos de su propio hogar, están listos para defender con garras y dientes lo que es suyo por derecho.


Cachorros y lobeznos escuchan atentamente la historia en boca de una loba ya mayor, de pelaje tostado y ojos verde pino. Ella, con paciencia, espera a que la oleada de emoción termine de circular por sus jóvenes almas, y continúa con la moraleja de su pequeño relato.

- Cuando Rea, Max y sus compañeros cruzaron, tan solo encontraron una pradera devastada por vientos huracanados y manchas negras de hollín a lo largo del lugar. El lugar aún conservaba un leve olor a muerte, pero con todo el valor del mundo y la manada reunida, usaron lo que les quedaba de poder para replantar el bosque que hoy nos rodea, curar la tierra que nos provee, y crear la barrera que hasta este día nos mantiene seguros -Explicó con un matiz de orgullo, aunque los cachorros no lo supieran, ella misma había usado su poder para ayudar en esos momentos.

- ¿Y qué paso con el poder y el portal? -Preguntó una lobezna de pelaje negro moteado de gris, sus ojos azules ardiendo ante la fogata de reunión.

- Al reparar nuestro territorio, el poder se extinguió por completo, lo único que queda lo puedes ver en la barrera que impide el paso a los humanos. Aunque, las leyendas dicen, que nuevas generaciones podrían incubar un poder nuevo y más poderoso todavía -Contestó la anciana con un deje de misterio y diversión, la ilusión broto en los mas pequeños que pronto empezaron a alardear y crear futuros, exclamando que serían los mas poderosos de la manada.

La lobezna, sin embargo, guardó silencio entre sus compañeros más cercanos. Su mente había volado lejos, a otras historias que sus padres le habían contado y que no podía compartir con nadie más, porque las historias de alfa solo podían contarse entre lideres y lunas. Con sigilo, se levantó de su sitio y emprendió la marcha hacia la gran casa central que era habitada por lobos de alto rango. Algunos copos helados cayeron sobre su hocico y la obligaron a levantar la vista, el cielo estaba gris y olía a hielo.

Se ha adelantado este año...

Aceleró el paso hasta llegar, restregó sus cuatro patas contra el tapete e ingresó a la vivienda donde varios lobos transformados en su forma humana le dieron la bienvenida a medida que avanzaba hasta el pasillo. No se transformaría allí frente a todos, así que solo asintió; la transformación en lobos menores de 18 años era lenta y tortuosa, llegando a durar hasta 30 minutos con mucho esfuerzo, pero practicarlo en cada luna nueva era obligatorio para mantener el control de la bestia cuando fueran adultos.

- ¡Opal! -Una mujer la llama antes de que pueda llegar a su habitación, ella suspira derrotada y de media vuelta enfrentando a su madre-. ¿No deberías estar con nuestra Gamma? -le reprocha levantando una ceja.

- Estuvo hablando del viejo mundo y los poderes de las runas, ¿debo volver a repetir esa lección cuatro veces más? -le transmitió a través de su lazo, y con molestia se metió a su habitación sin mirar atrás.

Comenzó su transformación, y luego se detuvo desnuda frente a su espejo. Cabello negro, ojos azules, tez pálida. El prototipo perfecto de alfa, si hubiese mostrado mejor destreza en la batalla que su hermano mayor, Dante. Se vistió para terminar echada en su alfombra, percibiendo todos los movimientos de la casa.

- Poderes, magia... sí, claro.

Resopló molesta, y pronto cayó en un profundo sueño de bosques, runas y rayos golpeando la tierra.

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⏰ Last updated: Jul 28 ⏰

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