2. Cartas hasta tu puerta

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Acoplarse a su jornada laboral y de estudios resultó ser algo mucho más fácil para Mónica de lo que pensó. Era sencillo una vez que creó una rutina que le favorecía: Levantarse diez minutos tarde, arreglar los jardines, ir cinco veces al baño, tardar una hora almorzando y después ir a sus clases.

Después de seis días en La Academia Abigail ya se había acostumbrado al ritmo de trabajo, a su litera y a la comida, se podía decir que lo único que la lograba inquietar un poco era la mirada de Abigail. Esa joven rubia, alta y de mirada amable y profunda tenía algo que conseguía la atención completa de Mónica cada que pasaba al lado de su área de trabajo, algo que conseguía que Mónica dejara por completo cualquier cosa que estuviera haciendo para poder poner toda su atención sobre Abigail. Quizá Abigail también la había endulzado a ella, era la única razón lógica que podía pensar Mónica.

—Sólo te gusta y ya. —Fue la respuesta a secas de Marcela una vez que habían terminado con su trabajo e iban de regreso a su dormitorio. Mónica le había contado todas sus inquietudes respecto a Abigail, y resultó decepcionante esa conclusión por parte de su amiga, tanto que no pudo evitar verla con cara de poker—. ¿Qué? Tu pediste mi opinión.

—Marcela, te lo conté a ti y no a Isabel porque quería una respuesta que no tuviera que ver con eso. Creí que eras más racional —le dijo Mónica con decepción. Volvió el ritmo de sus pasos más lentos para tardar más tiempo en llegar al dormitorio y poder hablar un par de minutos más con Marcela sobre el tema. Marcela rodó los ojos—. Te estoy hablando encerio.

—Monica, ¿cuantos años tienes? Ya estás grande. Que no te dé pena aceptar cuando te gusta alguien —dijo Marcela a modo de regaño—. Que sí, que quieres que hablemos en serio, pero tú eres quién no busca ser seria. Entiendo que no te cayó bien Abigail, no sé, porque te dió envidia su cabello, pero está bien, acepta que tienes un pequeño crush con ella y déjate de cosas de endulzamientos y la mamada. Nada más te sientes atraída por ella.

Eso había sido un golpe bajo para Mónica, pero uno realista, justo lo que esperaba de Marcela. Todavía no se creía del todo que le gustara Abigail, pero al menos consiguió aceptar que la rubia, en efecto, le parecía muy linda.

Siguieron con su plan de actividades normales, pero justo cuando cayó la noche, Mónica se aguantó el sueño y esperó a que todas sus compañeras del dormitorio estuvieran dormidas. Bajó de su cama y salió del dormitorio rumbo al jardín. Marcela había dado en el punto al decirle a Mónica que se sentía atraída por Abigail, y era tanta esa atracción, que después de su primer encuentro nocturno con Abigail, Mónica se levantaba de su cama en medio de la noche para volver a esa fuente alejada del jardín, con la esperanza de volver a toparse a Abigail.

Las últimas noches no había tenido nada de suerte, y despues de esperar un par de minutos regresaba al dormitorio, pero esa noche resultó diferente. Antes de si quiera poner atención en la estatua de la fuente, los ojos de Mónica se posaron sobre la cabellera larga y rubia de Abigail, quien estaba de pie frente a la fuente.

Mónica no era nada silenciosa y sus fuertes pisadas alertaron en seguida a Abigail, quien volteó a verla y de inmediato le dedicó una sonrisa cálida y amistosa.

—Hola, bonita —la dijo Abigail, levantando su mano para moverla en el aire a modo de saludo—. ¿Volviste a dormir toda la tarde?

Mónica negó con la cabeza, mientras caminaba de forma más cautelosa hacia Abigail. No esperaba que la rubia recordara lo poco que habían hablado noches atrás.

—Quería dar un paseo nocturno —respondió Mónica, antes de meter las manos en los bolsillos de su falda larga y holgada—. ¿Tu viniste por respuestas de tu abuelita?

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⏰ Última actualización: Jul 29 ⏰

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