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Abigail

Me termino otra copa de vino y siento el calor subirme por las mejillas, sabía que Alex estaría en esta gala, su padre es el primer ministro y uno de los organizadores de la gala, era de esperar que su hijo estuviese aquí. Pero lo que no esperaba era que estuviese tan guapo, que el traje le quedase tan jodidamente bien, ¿y porque tiene que oler tan bien? No ha dejado de mirarme en toda la cena, y lo sé, porque yo tampoco he podido dejar de mirarlo a él; tiene algo que me atrae demasiado, no sé qué es, pero jamás me había fijado en él, y no lo comprendo, es de esos chicos que es tan guapo que duele hasta mirarlo, tiene las facciones marcadas, y ni si quiera se lo tiene creído, bueno, puede que tenga el ego un tanto subido, pero con razón.

- Enseguida vuelvo – le digo a mi madre levantándome de la silla, necesito que me de el aire o voy a caer de bruces al suelo.

Recorro todo el salón y puedo sentir su mirada persiguiéndome por toda la sala, el nervio me recorre cuando al mirarlo se relame los labios, respiro profundamente y abro las puertas que dan a la calle, la alfombra sigue ahí puesta, junto con el photocall con todas las marcas que han patrocinado la gala, pero ya no hay periodistas, ni paparazzi, ni fotógrafos, solo hay silencio, a excepción de los coches que pasan por la calle. Lo agradezco, necesitaba este silencio. El frio me cala hasta los huesos, rebajándome el alcohol que había ingerido, de repente una chaqueta cae sobre mis hombros con delicadeza, y unos brazos me rodean la cintura mientras cierro los ojos dejándome atrapar por su olor.

- No deberías estar aquí sola – susurra contra mi cuello, y su aliento caliente provoca que se me erice la piel aún más que el frio.

- Tal vez es lo que quiero

- En ese caso debería marcharme – dice empezando a soltarme, pero pongo mis manos sobre las suyas impidiéndoselo.

- No he dicho eso – le digo girando la cabeza para mirarlo, tiene las pupilas dilatadas y apenas se ve el azul de sus ojos, veo como se humedece los labios y no puedo evitar morder mi labio inferior como acto reflejo.

- No hagas eso otra vez o tendré que besarte – susurra tan cerca de mis labios que mis piernas flaquean, esa voz ronca, llena de deseo se me mete dentro y mi respiración empieza a ser irregular.

Me coge de la mano llevándome dentro de nuevo, pero gira en el pasillo a la derecha, evitando ir donde está toda la multitud, yo me dejo llevar, ahora mismo creo que no tengo control sobre mi cuerpo, son mis pies quienes van solos siguiéndolo, pero no me molesta, por mucho que me cueste admitirlo, lo deseo tanto que cualquier cosa que quiera hacerme será bien recibida. Abre una puerta dejando a la vista una sala con un espejo de cuerpo entero, una banqueta dorada con un cojín decorativo y una especie de tocador, cierra la puerta con pestillo y se acerca a mi quitándome su chaqueta y dejándola sobre la banqueta.

- Dime que me deseas tanto como yo a ti – susurra aparatándome el pelo del cuello y acercando su cara, acariciándome suavemente con la punta de la nariz – dime que no son imaginaciones mías, porque me estoy volviendo loco.

- ¿Y que me harás si te digo eso? – le pregunto curiosa, mordiéndome el labio mientras una de sus manos llega a mi cadera, apretándome contra la pared y pegándose él más a mí.

- Te haré todo lo que tú quieras – susurra de nuevo, con la voz ronca contra mi clavícula, encendiéndome como nunca antes otro chico lo había hecho, dios... como puede tener tanto poder sobre mi cuerpo, si apenas me está tocando – dímelo, o no podré hacer nada, el consentimiento es algo que no me tomo a la ligera Abby

- Tienes mi consentimiento Alex – sus labios carnosos e hinchados por el deseo por fin hacen contacto con la piel de mi cuello y un pequeño gemido se me escapa al sentir su lengua, sube sus besos lenta y torturosamente por mi mandíbula, pero cuando está a punto de llegar a mis labios aparto la cara – sin besos... - si me besa ya estaré completamente perdida y tendrá todo el poder sobre mí, no voy a permitirlo.

Lo veo sonreír antes de bajar a mi cuello de nuevo, sus labios recorren mi escote mientras siento la suave tela del vestido rozar contra mis pezones, que se han puesto duros en cuestión de segundos, su mano sube por el corte del vestido, acariciando mi muslo descubierto con delicadeza. Puede que antes haya pasado frio por no llevar medias, pero ahora mismo lo agradezco.

Poco a poco veo cómo va bajando, acariciando mi abdomen, dejando pequeños besos hasta que queda arrodillado ante mí, y puedo jurar que es la escena más sexy que he vivido nunca, la luz tenue de esta sala hace que todo sea más sensual, el espejo a su espalda me deja ver toda la escena desde otra perspectiva. Sus manos calientes se cuelan por mi vestido quitándome el pequeño tanga que llevo para que no se marque en la fina tela del vestido, y cuando Alex me mira veo la lujuria en su mirada, se relame los labios una última vez y entonces entierra su cara en mi entrepierna.

- ¡Joder! – grito mientras el vientre se me contrae del placer al sentir su lengua en mi feminidad, mis manos vuelan directamente a su pelo, enredando mis dedos en este para que no aparte la boca, su lengua se mueve con total libertad, como una experta, sabiendo exactamente donde tiene que colocarse, como debe lamer o succionar para hacerme perder la razón. Mis gemidos son incontrolables, y aun se vuelve peor cuando siento dos de sus dedos largos colarse en mi interior, las piernas me flaquean y me sujeta de la cintura con su mano libre mientras se incorpora. Besa mi cuello y sus dedos se mueven con tal facilidad dentro y fuera de mí que parece imposible, mi humedad los envuelve y me cojo a sus hombros, excitada, acalorada y deseosa de más – ¡ah... ah!

- Eso es... vamos Abby – me anima a que llegue al orgasmo mientras sus dedos se mueven más rápido en mi interior, tocando ese punto tan difícil de acceder, pero tan lleno de placer que sería capaz de derretirme ahora mismo – así me gusta – mis gemidos son tan sonoros que me sorprende que alguien no nos haya escuchado ya, mis piernas empiezan a temblarme y a flaquear, él debe sujetarme más fuerte y está haciendo toda la fuerza por mantenernos a los dos en pie – mírate en el espejo, mira cómo te tengo deshecha en placer.

Levanto la vista, borrosa por las lágrimas de placer y ver la escena reflejada en el espejo es todo lo que me faltaba para llegar a mi clímax y correrme como nunca antes lo había hecho. Él mira al espejo mientras saca sus dedos de mi interior y se los lleva a la boca, saboreándolos con deseo antes de mirarme. Aunque sigue sin soltarme y lo agradezco, todavía me tiemblan las piernas, mi respiración sigue siendo entrecortada, aunque ha mejorado en escasos segundos. Se queda en silencio, dejándome que me recupere apoyada en su pecho mientras acaricia mi espalda con delicadeza; cuando consigo que mi respiración sea más calmada él se separa de mí, coge papel del tocador y se arrodilla de nuevo, me limpia los muslos y la entrepierna con un cuidado que no podía imaginar que llegase a tener; coge el tanga y me lo pone de nuevo antes de colocar bien mi vestido y sube lentamente acariciando mi cuerpo. Queda frente a mí, alternando su vista entre mis ojos y mis labios, pero me contengo, contengo todas las ganas que me entran de besarlo desesperadamente. Alarga la mano apartándome un mechón pegado en la frente a causa del sudor provocado por la lujuria del momento. Me sonríe y uno de sus dedos baja a acariciar mis labios con cautela, dejo un pequeño beso en su dedo y me mira fijamente a los ojos, con ese azul tan claro que hace que te pierdas en su profundidad.

- Un día de estos me pedirás que te bese Abby – dice mientras su mano desciende por mi espalda – ese día caerás rendida entre mis redes – llega a mi culo dándome un apretón que provoca que se me escape un gemido sobre sus labios entreabiertos – y entonces no querrás probar otra cosa que no sean mis labios.

- Jamás te pediré que me bese Grayson – le digo fingiendo seguridad, aunque ahora mismo, si se acercase los escasos milímetros que nos separan, no me opondría para nada.

- ¿Te apuestas algo? – me dice sonriendo, entrelazando una de sus manos con la mía y dejando un beso en cada uno de mis nudillos sin dejar de mirarme, no es un acto para nada sexual, pero me excita más de lo que podría llegar a imaginar.

- Me apuesto una cita de verdad a que serás tú quien caerá primero entre mis redes – le aseguro susurrando cerca de sus labios, haciendo que los míos rocen los suyos apenas unos segundos, cierra los ojos soltando un suspiro y entonces me alejo, apoyándome en la pared de nuevo.

- Eso habrá que verlo Waldorf, acepto la apuesta.

Entre RedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora