La fresca brisa primaveral acariciaba su rostro como una suave caricia mientras se sumergía en la lectura de un libro, recostada cómodamente bajo la sombra de un árbol. Los sonidos de la naturaleza y el alegre canto de los pájaros le transmitían una sensación de paz y serenidad.
Como cada tarde, Sana iba al bosque cerca de su casa para leer algún libro, estudiar o simplemente estar consigo misma y sus pensamientos. Parpadeó lentamente, abriendo sus ojos parap posarlos sobre el venado que se había detenido a beber agua del pequeño lago.
Dejó el libro a un lado para ponerse de pie. Sonrió acercándose a paso lento al inofensivo animal; lo había visto un par de veces pasar por allí, pero nunca lo había tenido tan cerca como ahora.
—Hola, pequeñín —el ciervo, al oírla, se volteó rápidamente para verla. El temor se reflejaba en la mirada del pobre animal, y Sana sintió lástima por él—. No te haré daño, lo prometo —aseguró con voz calmada—. Solo déjame acercarme un poco más...
El sonido de un disparo alertó al animal, haciéndolo salir corriendo de allí y asustando a Sana.
—¡Mierda! Estuve tan cerca...
—La próxima será, hijo. Vámonos.
Sana observó a los cazadores con enfado en sus ojos, suspirando con los brazos cruzados al verlos marcharse. En parte agradecía que ese niño hubiera fallado el tiro, de lo contrario, todo habría sido peor. No podría dormir por un buen tiempo si veía el cadáver de aquel adorable ciervo tendido en el pasto rodeado de un mar de sangre.
—Malditos —se quejó entre murmuros bajos.
—Wow, qué gran insulto. Cuéntame más —exclamó una voz detrás suya.
Al voltearse, se encontró con una chica más alta que ella, recostada en el mismo árbol donde antes estaba ella, mirándola fijamente con una sonrisa burlona en su rostro.
—¿Quién eres?
La joven desentrelazó sus brazos para guardar las manos en los bolsillos de su pantalón, sin borrar la sonrisa burlesca de su rostro. Avanzó hacia ella con seguridad, haciendo que Sana tragara saliva con fuerza. Dio unos pocos pasos más hasta detenerse frente a ella, obligando a Sana a levantar un poco la mirada para poder verla a los ojos. Al notar la acción de Sana, la chica soltó una risa.
—¿De qué te ríes? —inquirió Sana.
—Oye, preciosa. No seas tan gruñona, tengo sentimientos, ¿sabes? —se burló la chica.
Sana se enderezó, cruzando los brazos en una postura firme, entrecerrando los ojos con desconfianza.
—No sé quién eres, así que dime —declaró con seguridad. No permitiría que una desconocida se le acercara de esa manera y perturbara su tranquilidad. En especial para decirle ese tipo de cosas—. ¿Cuál es tu nombre? —insistió.
La chica se detuvo por un momento, evaluando a Sana con una mirada penetrante antes de responder con una sonrisa enigmática.
—Soy Tzuyu. Y tú, ¿cómo te llamas? —respondió con calma, manteniendo una actitud desafiante pero a la vez curiosa.
Sana frunció el ceño ante la actitud confiada de Tzuyu, pero decidió responder con determinación.
—Soy Sana. ¿Qué haces aquí? —preguntó, manteniendo su postura firme y su mirada fija en la de Tzuyu.
La menor se encogió de hombros con indiferencia, desviando la mirada por un instante antes de volver a encontrarse con la de Sana.
—Es un bosque público —contestó con obviedad, haciendo rodar los ojos a la japonesa—, vine a disfrutar de sus hermosas vistas. ¿Y tú, Sana? ¿Qué te trae por aquí? —replicó su pregunta con un tono juguetón.
Sana se sintió intrigada por preguntar más, pero mantuvo su guardia en alto. Seguía sin entender por qué una desconocida se le acercaba de esa manera en medio del bosque. Aunque pareciera grosera, a Sana no le importaba. Su curiosidad por aquella extraña chica era más grande que su lado racional.
—Estaba leyendo un libro —respondió con simpleza, alejándose hasta volver a sentarse en el árbol. Una hoja seca cayó sobre su regazo y ella la apretó con sus dedos, observando cómo se deshacía en polvo y el viento se la llevaba. Tzuyu frunció las cejas al oír un grito proveniente de su hermana mayor llamándola. Sana comenzó a jugar con sus manos. Toda la seguridad que mostró desapareció tan rápido como llegó.
—Lo siento —se disculpó avergonzada, señalando a sus espaldas donde una chica de mediana estatura la buscaba. Hizo una mueca—, debo irme.
Se dio media vuelta al no recibir respuesta por parte de Sana. Soltó un suspiro dispuesta a marcharse, cuando Sana, cautelosa, volvió su mirada hacia ella y preguntó:
—¿Volveré a verte, Tzuyu?
La taiwanesa se detuvo y giró sobre sus talones con una tímida sonrisa en sus labios, muy diferente a la confianza que mostraba minutos atrás. Un tierno hoyuelo se asomó en su mejilla.
—Haré lo posible para que así sea.
Y sin más, movió su mano en despedida, imitando Sana su gesto con una sonrisa sin dientes y las mejillas sonrojadas.
La vio alejarse hasta perderse entre los árboles, momento en el que finalmente pudo respirar con tranquilidad. Había actuado de una manera inusual, pero lo que más le sorprendió era que Tzuyu había sido la primera persona en mirarla sin desprecio en sus ojos. Eso logró cautivarla y ablandar su temeroso corazón.
"Debe ser nueva en la cuidad", pensó, dejando caer su sonrisa.
La vida escolar de Sana no era perfecta; no por las notas, ya que tenía las mejores de la institución. Pero lo que le faltaba era gente que pudiera ver más allá de sus calificaciones y de su estúpido apodo de "come libros". Los chicos y chicas parecían no tener nada mejor que hacer en sus vidas insignificantes que perturbar la paz de quienes no lo merecían.
El inicio de clases estaba a la vuelta de la esquina y eso le provocaba miedo. Su mente trabajaba a mil por hora pensando en los posibles malos sucesos que podrían ocurrir. Como ser golpeada, recibir insultos de todo tipo, incluso los más inútiles y poco creativos. Recordaba con temor la experiencia de ser ahogada en los inodoros de la escuela -esperemos que esto no suceda, me pasó una vez y fue terrible, un suceso imposible de olvidar-. Solo pensaba en cosas negativas. Su mente no podía crear pensamientos positivos debido a las experiencias vividas a lo largo de los años, donde el prejuicio reinaba y la soledad parecía imposible de cambiar.
Ese día era mañana.
Un nuevo año escolar, una nueva pesadilla. Un precioso amanecer, una tenebrosa experiencia. ¿Qué sucederá mañana?
Eso era algo que no la dejaría dormir con tranquilidad aquella noche.
¡Buenos días! ¿Qué cuentan de bueno? Yo que volví con una nueva historia de mi ship favorito, Satzu.
Espero esta historia sea de su agrado. Me esforcé en la portada, ¿les gustó? 👀. Ojalá que sí. Quería aclarar algo importante desde ya: los capítulos no serán largos, como este, a menos que yo lo aclare en el principio del mismo, etc.
Los amo, cuídense.
Atte: Yame.
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Butterflies | Satzu.
Random𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮 | Sana vive una vida ocupada y nada fácil. Ser la mejor en todo requiere mucho tiempo, esfuerzo y dedicación. No suele reír mucho, pero cuando lo hace, cautiva a más de uno con su hermosa sonrisa. Por otro lado, Tzuyu es un alma libre y r...