Entre luces y sombras

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El aire vibrante de Barcelona entraba por mi ventana abierta, trayendo consigo el murmullo energético de la ciudad mezclado con el eco lejano de risas y música callejera. Desde mi pequeña habitación, con las cajas aún sin desempacar y el caos de una mudanza reciente, podía ver la luz del atardecer derramándose sobre las fachadas góticas y los balcones de hierro forjado. Barcelona tenía un encanto único, una combinación de lo antiguo y lo moderno que me atraía con cada rincón que exploraba.

Me senté al borde de la cama, la laptop iluminando mi rostro mientras me conectaba para una videollamada con mis alumnos en México. Era mi clase de literatura, un espacio que había creado con esmero para mantenerme conectada a través de la distancia, pero, curiosamente, sentía que había algo que faltaba.

—¡Hola, chicos! ¿Cómo están hoy? —saludé, mi voz intentando sonar alegre, aunque mis pensamientos estaban lejos. La pantalla se llenó de pequeños cuadrados con caras familiares, algunos sonriendo, otros distraídos en sus propios mundos.

El icono de un micrófono parpadeó cuando uno de mis alumnos habló: —¡Profe, la clase pasada me quedé pensando en lo que dijo sobre la poesía como reflejo de nuestra alma! Escribí algo...

Mi corazón dio un pequeño salto. Ese era el tipo de conexión que esperaba. Mientras el estudiante recitaba sus versos, sentí un extraño contraste: yo en una ciudad nueva, rodeada de la belleza de lo desconocido, y ellos al otro lado del océano, conectados solo por la tenue luz de la pantalla. Aun así, la literatura nos mantenía unidos.

—Recuerden, chicos, dije sonriendo, la poesía es un viaje. No duden en subir sus escritos al foro, quiero leerlos todos. Nos vemos el jueves. Cuídense.

Cerré la laptop y dejé escapar un suspiro largo. La virtualidad a veces se sentía como una barrera, aunque irónicamente, era también mi única ventana al mundo. Sentí el vibrar familiar de mi teléfono sobre la cama, una notificación de HeartLike, la app de citas que había decidido probar por curiosidad, o quizás porque quería una conexión más tangible.

Deslicé mi dedo por la pantalla. La app era una mezcla de perfiles cuidadosamente curados y descripciones cortas que intentaban decir mucho con pocas palabras. Hasta que, de repente, un perfil llamó mi atención.

Christian. Su foto tenía un toque misterioso, estaba en una calle empedrada, con el atardecer reflejándose en sus ojos. La descripción era simple pero intrigante: "Amante de la tecnología y las buenas conversaciones."

Sentí una chispa de curiosidad. Me mordí el labio inferior mientras decidía si enviarle un mensaje.

Isabella: Hola, Christian. Vi tu perfil y me llamó la atención. ¿Qué tal te trata Barcelona? 🌆

Pasaron unos segundos antes de que la pantalla de mi móvil se iluminara con una nueva notificación.

Christian: Hola, Isabella. Barcelona tiene su magia, ¿verdad? Me mudé hace poco, pero ya siento que me estoy enamorando de la ciudad. ¿Y tú? 😄

Isabella: Yo también soy nueva. Estoy aquí para dar clases de literatura. Aún explorando... pero siempre abierta a recomendaciones. 😉 ¿Qué te trajo a ti?

Christian: Trabajo en tecnología, pero necesitaba un cambio de aires. Algo en Barcelona me llamaba. ¿Ya tienes algún lugar favorito?

Isabella: Todavía no. Aunque ayer caminé por el Barrio Gótico y... wow. Las calles, los balcones, las luces... es como caminar en un libro. 📸

Christian: El Barrio Gótico tiene ese efecto. Es como si el tiempo se detuviera. Pero, para lugares más tranquilos, hay un café escondido en El Raval que te encantará. Café con leche... clásico, pero perfecto. ☕️

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