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"Cuando finalmente me di cuenta, ya había pasado una, dos, tres veces. Tres encuentros casuales en los que nos topamos sin planearlo, sin buscarlo. Yo salí a dar un paseo, tratando de despejar mi mente en una noche tranquila, y allí estabas tú, en cada una de esas ocasiones.
Me ofreciste un café y esta vez decidí aceptarlo. Me preguntaste cómo me sentía, y te respondí con sinceridad. Cada palabra que intercambiábamos, cada risa y cada momento de silencio, me hacían ver que no era el único atravesando un momento difícil.
Había algo en tu presencia que me transmitía calma. Cada vez que nos cruzábamos de manera inesperada me recordaba que no estaba solo en mis problemas, que tú también tenías tus propias batallas que librar. Y de alguna forma, eso me daba fuerzas.
No sé por qué, pero el saber que no era el único con el corazón roto en este mundo me reconfortó."
