Pasado

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El lavamanos se sentía frío contra los dedos de Draco mientras se aferraba para dejar de tambalearse. Suponía que había bebido demasiado... otra vez.

Draco gruñó, se inclinó adelante y presionó la frente contra el espejo, solo un ligero pensamiento sobre lo desagradable que eso probablemente era.

Se inclinó atrás y sacó su lengua frente al espejo. Se lengua lucía verde por los alcopops y su boca se alzó en una media sonrisa al verlo.

Tenía que volver e intentar encontrar a Theo – a menos que Theo ya se hubiera ido con alguien.

Agarrando su bebida del piso, Draco le hizo un gesto de festejo a su propio reflejo y salió tropezando del baño.

-Te ves bien, compañero -balbuceó alguien, dándole una palmada a Draco en el hombro cuando pasó.

-Gracias -dijo Draco, riendo mientras caminaba hacia el balcón.

Hizo una pausa, sus ojos revisaron la multitud y tomaron nota de los cuerpos sudorosos y los rostros sin rasgos. Todo era borroso en un momento como este. Era un descanso para él. Un momento de respiro.

Le encantaban esos clubes Muggle y su música alegre. No conocía particularmente ninguna canción y no conocía a la gente para nada, pero le gustaba. El alivio de ser anónimo.

Siempre había querido que la gente supiera su nombre, ahora haría lo que fuera para que lo olvidaran.

Draco volvió a bajar las escaleras, su cuerpo relajado, su corazón latiendo al ritmo del bajo. Le gustaban las noches como esta donde era capaz de escapar de sus pensamientos y volverse nada más que un cuerpo físico. Olvidar el pasado y todo lo demás, excepto su nombre mientras bailaba.

Se movió a la pista, su cuerpo apretado contra extraños sin nombre, dejándose empujar más cerca de un hombre alto con cabello grueso y oscuro y una sonrisa encantadora.

-¿Una bebida? -le gritó el hombre sobre la música, su boca húmeda contra la piel de la oreja de Draco.

-Me encantaría -dijo él, las palabras lentas y pesadas al salir de su boca, le permitió al hombre agarrar su mano y guiarlo a la barra.

Draco se inclinó contra la barra, apreciando el descanso de la presión de la multitud mientras el hombre ordenaba dos cocteles de nombres obscenos.

-Discúlpame -una voz profunda llegó detrás de él.

-Lo si... -empezó Draco, girándose para hacerle espacio al extraño, solo para encontrar que las palabras lo traicionaron cuando se encontró cara a cara con Harry Potter.

Potter no fue muy elocuente mientras se quedó allí de pie, sus ojos saltones y la boca abierta.

La lengua de Draco se quedó floja porque se olvidó de cómo respirar, sus ojos iban de Potter a la pista, intentando entender si podría irse sin en verdad tener que hablar con Potter.

Potter había crecido en los últimos tres años desde la guerra, se veía más buen mozo que nunca. Draco siempre había estado irritablemente consciente del hecho de que Potter era atractivo a su propia manera, y la victoria lucía bien en Potter.

Su quijada estaba más firme, sus hombros más anchos, su piel más clara. Draco recordaba a Potter al final de la guerra, era todo piel y huesos. Se veía como si una brisa fuerte pudiera noquearlo. Cuando los Carroñeros lo habían llevado a la Mansión, Potter no se veía como el héroe fuerte que Draco se había imaginado. Se veía como un niño que estaba asustado e inseguro. Alguien perdido. Se veía como Draco se sentía.

Este Potter era merecedor del premio al Soltero más Apetecible de la Witch Weekly.

-Joder -rió Potter, meneando la cabeza. Draco podía sentir los ojos de Potter deslizándose sobre él, se sintió consciente de que su rostro aún era demasiado puntiagudo. Su cuerpo estaba lleno de filos fuertes y líneas ásperas. -¿Qué haces aquí?

Si Fuéramos HonestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora