Lost your love (L.S) Omegaverse

Capítulo 1

Hay muchas experiencias decepcionantes en la vida que uno quisiera olvidar, pero ciertamente no existe algo tan sencillo como un chasquido de dedos que cumpla la función de borrar por completo estos recuerdos. Y entre muchas de las categorías que se pueden enumerar como desgracias, injusticias y demás, la parte del enamoramiento es una infaltable en la lista de Louis.

La primera nota pésima en el colegio a los doce años, la pérdida de su amada mascota Dori a los quince, así como su primer rechazo amoroso a los dieciocho. Cada una de ellas y las que faltan en su nota mental (momentánea) habían dolido, en diferentes grados de afectación, pero dejaron una marca, algo que con el tiempo Louis nombró como: sentirse decepcionado de la vida o de sí mismo. ¿No había acariciado lo suficiente a Dori antes de que cayera enferma? ¿No habría estudiado lo suficiente para el examen de matemáticas? O ¿Qué había hecho mal con Harry, quererle?

El sentimiento de culpa siempre venía de la mano con la decepción y eso era precisamente lo que volvía a sentir mientras redactaba el documento (que le fue designado) para la última entrega de la revista universitaria ese semestre. Solo tenía una columna apta para doscientas palabras que engloben el significado del amor en la juventud.

El docente a cargo del club de escritura había designado los temas y por alguna irónica razón a Louis le tocó ese preciso punto.

«Son jóvenes y están en la época donde los amores florecen» había dicho el maestro Higgins y ese día Louis no objetó nada, porque ese Louis era otra versión suya aceptando emocionado aquella tarea. Una versión suya completamente enamorado.

Louis había preparado un poema (o esa era su intención inicial) donde expondría el surgimiento del amor en jóvenes estudiantes de su edad, utilizando las palabras: torpeza con ternura, por ejemplo, porque el tartamudear o tropezar mientras uno ve a la persona que le gusta no solo le convierte en alguien inevitablemente torpe, hay dulzura en ello, algo que se podría explicar con el simple brillo en una mirada.

Si tan solo las cosas no hubiesen cambiado Louis seguramente habría sido elogiado por Higgins y por sus compañeros del club. Pero justo en ese momento se encontraba redactando otro documento que representaría la realidad de un corazón roto, de un potencial escritor herido que busca externar su decepción consigo mismo, y de un universitario que cometió el error de ilusionarse con un alfa a quien consideraba un amigo.

En algunos reglones se le escapó el nombre de Harry, pero al darse cuenta de inmediato lo borraba.

«No quiero buscar culpables más que a mí mismo» Se repetía Louis cuando cometía el error de teclear ese nombre que decidió olvidaría con el tiempo. Entonces continuaba con su tarea de simplificar palabras para que ese mensaje que quería transmitir a los lectores sea inteligible.

Bueno, quería que el mensaje llegara a Harry primordialmente.

Con su tercera taza de café ya frio y con el insomnio a las tres de la madrugada, y al teclear el último punto final, Louis se reclinó sobre el respaldar de su cama y dejó de lado su portátil. Había terminado de redactar la columna y puede que en unas horas tenga que explicar el motivo del cambio a última hora. Su escrito no fue revisado ni editado como el que presentó días atrás. Se metería en un problema, quizás, pero este escrito era su vulnerabilidad hecha letras. Debía darse un poco de crédito en ello y confiar.

Al presionar la tecla de envío, programando la publicación para pasando medio día, Louis decidió recostarse en su cama. Y no tenía la intención de dormir, debía aprovechar el silencio abrumador de la madrugada de ese viernes para poner en orden sus nuevos objetivos.

Recordar.
Analizar.
Asumir.
Soltar.

Debía pasar ese proceso para que todo fuera un poco más fácil. Pero antes de siquiera cerrar los ojos por cinco segundos, su móvil vibró. Un mensaje, después otro y otro y otro, hasta una llamada entrante que al instante rechazó.