Tenemos que hablar.

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Desde que conoció a Bruno Bucciarati su vida había dado un giro drástico, una vuelta de 360°.

Leone Abbacchio, 1.88 cm de altura, grupo sanguíneo A, nacido el 25 de marzo de 1980 en Italia, cabello blanco, ojos dorados y piel clara.

En cuanto salió de la preparatoria se dispuso a ser el mejor oficial de policía siguiendo sus principios fuertes, queriendo hacer cumplir la ley; tarde fue cuando se dio cuenta en el mundo corrupto que vivía, llevándolo a un trágico accidente, perdiendo a su compañero y su empleo.
Creía que todo estaba perdido, ya no tenía por qué o quién vivir, se dio a la bebida y su rostro iluminado se oscureció. Leone solía decir que, al morir su compañero, murió una parte de él también, todos sus sentimientos habían sido enterrados, y en su lugar, una máscara de alcohol y labial púrpura, apareció.

Fue entonces, que apareció él, ese ser dulce que iluminó su mundo. Bruno Bucciarati: moreno, 1.78 cm, cabello oscuro y unos preciosos ojos azules; un hombre un año menor que él pero con una gran ambición se presentó en su puerta, haciéndole saber que no estaba sólo, y que, si estaba dispuesto a salir del agujero en el que él mismo se había enterrado, Bruno estaría dispuesto a ofrecerle su mano.

Y así, Leone dejó el alcohol barato y las calles donde rondaba. Se unió al equipo de Bucciarati, quien, era el gerente de una de las tantas instalaciones de "Passione", — "pasión" en italiano—, más específicamente, la sede de Nápoles.
Passione era una gran franquicia que se había expandido por toda Italia y gran parte de Europa, estaba llegando al continente americano. Perfumería y boutique, por supuesto, el gran negocio de los años 80s.

Leone fue reclutado por Bruno para ser parte del equipo de confianza del recién ascendido a gerente. Fue el tercero en unirse al equipo, él como jefe de seguridad o guardaespaldas del jefe de la oficina.
Cuando Abbacchio llegó, conoció a dos muchachos: un joven prodigio de una mente extraordinaria qué le ayudaba a Bucciarati con los registros, Pannacotta Fugo; y a uno un poco más grande que era algo torpe, pero muy divertido, él era el encargado de publicidad, Narancia Ghirga.
Poco después, se unió al equipo para ayudar en ventas un joven con una gran personalidad, Guido Mista. Y más o menos un año más tarde, un joven talentoso en el área administrativa, Giorno Giovvana, este último no le agradaba a Leone.

El tiempo que pasó junto a Bucciarati fue increíblemente cómodo, su vida era distinta pero disfrutaba de ella, no extrañaba para nada andar en las calles tropezando por el alcohol en sus venas, y lo que había pasado en su vida como oficial, ya lo había olvidado.
Esta era su nueva vida, y la estaba disfrutando.

Como era normal en las tardes, estaba con unos audífonos rojos escuchando música, Claudio Monteverdi, su artista favorito. Estaba sentado en una silla color café fuera de la oficina de Bucciarati, como siempre, sabía que estaba en reunión con Fugo hablando de cosas que poco le importaban, él sólo debía cumplir con su deber: cuidar que nadie los interrumpiera.
Si era sincero, adoraba recibir ordenes y que su trabajo fuera excelente, no tenía ningún problema si lo que hacía salía a la perfección, pero... Esto ya llevaba un buen rato, estaba sintiéndose un poco aburrido por no saber nada de los dos dentro de la sala, ¿estarían teniendo problemas?
En eso, un ruido lo sorprendió y giró su rostro levemente para ver que la puerta se trataba, quitándose los auriculares; apareció Bruno irritado y con los hombros tensos, caminaba con pasos largos y sus manos cerca de sus oídos como si no quisiera escuchar más mientras se alejaba de la oficina y se metía al elevador del gran edificio, haciendo caso omiso al expolicía . Leone siguió sus pasos, deleitándose con la vista que le ofrecía su adorado pero aparentemente estresado Bruno; luego miró quien iba por detrás, Fugo salía suspirando a pasos más lentos.

Al notar la mirada del albino, Pannacota habló: —Tiene mucho qué pensar.

Leone simplemente asintió, devolviendo la mirada al elevador por el que se había ido el gerente.
No tardó mucho tiempo en levantarse agitando su gabardina con su brusco movimiento, sólo para seguir al menor.
Bajó por las escaleras lo más rápido que pudo, afortunadamente sólo fueron cuatro pisos cuando llegó a la planta baja, donde observó como Bruno cruzaba las puertas de cristal del edificio. Abbacchio apresuró el paso para alcanzarlo hasta que por fin le tomó del hombro.

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⏰ Última actualización: Aug 24 ⏰

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