Un mes. No había pasado más de un mes desde que comenzaron las clases y ya Camille había demostrado un punto.
Bueno, dos.
Primero, ella era (junto con varios chicos) el objetivo de las burlas en el salón, segundo, Dua y sus amigas eran unas idiotas.
Siempre la molestaban. No todo el tiempo la pelinegra lo hacía, pero sus amigas si y Dua solo reía.
Olivia, aunque nunca se hubieran metido con ella por su gran carácter, siempre permanecía con Camille y Sabrina para que no las molestaran más de lo debido.
Sabrina Carpenter, una chica que Camille conoció en los baños cuando terminó bañada en sopa. Un chico le había jugado una broma durante el almuerzo.
Olivia faltó ese día a clases y por esa razón estaba sola, o eso pensó, hasta que escucho débiles sollozos provenientes del baño y descubrió a una rubia sentada en el piso.
Se colocó junto a ella. También tenía el cabello mojado y permanecieron en silencio, hasta que
Camille hablo.– ¿Que te hicieron? –
– Metieron mi cabeza al inodoro – le sorprendió, ya que las chicas de su salón eran malas pero no llegaban a tales extremos – Fueron los de quinto –aclaró, al ver la mirada horrorizada de Camille.
Ella suspiro, pensando estúpidamente que Dua era mala pero tampoco tanto. Se regaño mentalmente al pensar en ella. ¿Pero que le sucedía?
– Oh ya veo –
– ¿Tú? – le preguntó, detallando su blusa manchada de un líquido espeso.
– Sopa de champiñones – arrugó la nariz y después olfateó la tela – Lo peor es que odio los champiñones – la chica soltó una risa débil.
– ¿Cómo te llamas? –
– Sabrina Carpenter, ¿y tú? - preguntó, estrechando su mano.
– Camille Stone, pero dime, Camille –Eso fue hace unas dos semanas atrás y las chicas inmediatamente hicieron clic. Le presento a su compañera y ahora las tres eran un trío de amigas inseparables.
Si alguien intentaba molestarlas, salía Olivia a su defensa e incluso dejaban en ridículo al mismo abusivo. Por ello Camille y Sabrina la adoraban.
Pero hoy, sus dos amigas se encontraban en clase de Arte mientras ella en Historia.
Estaba guardando unos libros en su casillero cuando observo una libreta negra en el piso.
La recogió y pensó que era similar a la de Dua.Ella sabía que era estúpido pero, siempre que la pelinegra estaba cerca de ella, Camille no podía evitar mirarla.
Por esta simple razón podría asegurar que esa libreta debía pertenecer a Dua, la pelinegra la cargaba con ella casi todo el tiempo.
Escucho unos pasos apresurados por el pasillo, acercándose, y una voz hablándole.
– ¡Oye, eso es mío!– reconoció la voz de la pelinegra y se volteó para mirarla. Allí estaba ella y pasaba sus ojos de la libreta al rostro de Camille. – Devuélvemela– pidió, muy autoritaria.
A Camille le molestó un poco su tono de voz, pero prefería no hacerla enojar. Vera dios que le hacían ella y sus amigas si no se lo entregaba.
Al recibirlo Dua lo abrazó contra su pecho y suspiró aliviada. Después clavó sus ojos en Camille, muy severamente.
– ¿Qué hacías con el?– preguntó de forma acusatoria y Camille arqueó una ceja.
– ¿Yo? Nada, solo lo encontré, en el suelo– dijo, observando con irritación los ojos chocolates, le fascinaba saber que la ponían nerviosa.