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Una fria mañana de Noviembre te vi en aquel lugar esperando vender esa bella flor que colgaba de tu mano rogando por comida, aquellos ojos que veian al mundo con tristeza y piedad, no era un odio genuino por la suerte que te dio este cruel mundo que te trajo aqui, esos ojos color miel verdoso, tan diferetenes de los demas, ojos de diferentes tonos, un narcizo en la nieve, tu piel palida cual porcelana se levantaba pesadamente de tus huesos delgado y fragiles que tan solo de pensar que una ventisca pegaria en tu cuerpo este se romperia en fragiles fragmentos de cristal como un hermoso espejo de plata, como tu largo cabello se amarraba a la fuerza en un gran muñon adornado de un suave liston color miel, aquel vestido de campesina de color rojizo con toques negros provocaban la emocion de cualquier hombre deseoso de conocerte, cuando mi fuego se acerco a tu quebradizo cuerpo, te moviste cual pluma evitando mi mano, desapareciendo en la insertidumbre de la noche, parecias bastante asustada, tal vez por mi sucia y descuidada aparencia, tal vez por las ojeras que colgaban de mis ojos como seña de la falta de sueño por la preocupacion de morir por una bomba, por soldados o por simplemente por asaltantes que no perdonarian a un hombre como yo.
Con los ánimos bajos, derrotado, cansado por un día más, pisé con pesares la escalera del viejo carruaje que me acompañaba en este viaje, aquel viejo carruaje que guiaba a todo el circo de un lado a otro como una manada de lobos hambrientos de poder y fama, llenos de promesas como estrellas, apunto de morir y explotar llegando a la nada. El olor de humedad quemó mi nariz junto al olor de algo de vodka que tocaba mis labios. Me acerqué al espejo, mirando mi cabello rubio peinado hacia un lado, apenas alumbrado por la torpe farola a mi lado. Toqué mis mejillas de color levemente rojizo por el frío, los ojos grisaceos hundidos en la obscuridad, los labios recién remojados tintados de un rosa palido. Recién cumplía los 35 y me sentía como un anciano de más de 70 años, hundido en la pesadez de alguna vez morir.
Retiré las pesadas prendas color vino de mi cuerpo junto a la camisa que cubría mi cuerpo. Ahora no era más que un hombre que dirigía a montones de personas rechazadas por la sociedad, ¿tal vez soy parte de ellos? ¿Realmente soy un rechazado? ¿Que soy? No soy un deforme, de eso estoy seguro. Después de todo ellos vienen a mí rogando por un hogar y comida, no soy como ellos. Soy el dueño de ellos, un salvador, una luz en la obscuridad, su mesias. Una sonrisa se posó en mis labios mientras me estiraba admirando mi cuerpo bien formado en el espejo. Mi dulce Narciso, ¿por qué me tienes miedo? No tengo un aspecto feo, soy guapo y elegante, un caballero o un asesino.
Al acostarme en aquella fría e hinchable cama, te imagine sobre mí mirandome con aquellos ojos que parecían de una hechicera, una sirena, redondos, brillantes, diferentes y hermosos, tus manos de porcelana tocando mis mejillas, sentí tus dedos acariciando suavemente mis pómulos, tus cabellos callendo por tu cara, tus labios rosas hablandome cosas dulces, susurrando poesías, dulces melodías que me volverían loco en el mundo más cuerdo. Toque tu mano, oliéndola, imaginando tu olor a fresca mañana y violetas. Al cerrar los ojos, disfrutando de tan hermoso sueño, me sentí en el mismo cielo, sintiendome bendecido de que fueras tú, como un arcángel que desafío a Dios para mostrarte frente a mí, un dios alejado de tu religión, un dios que solo podía salvar a deformes como todos aquellos humanos que no podrían compararse a tu belleza, una belleza natural y salvaje. En cuanto mis pesados parpados abrieron los ojos, no estabas más allá, no estabas a mi lado, no me pertenecias, no eras como los que me pertenecían, porque no eras mío como ellos. ¿Acaso me odias, narciso?
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𝙣𝙖𝙧𝙘𝙞𝙨𝙤
HorrorNo es maravilloso el mundo mi bello Narciso , como todo esta calmado antes de que la tormenta azote el mar rompiendo las olas en la orilla, como todo aquello que amas se consume por las llamas, como todo aquello por lo que nuestra vida tiene sentido...