Capítulo 3

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Sabrina Moore

Abro los ojos tras lo que parecen ser horas de un sueño inquieto. Los primeros rayos del amanecer se cuelan a través de la ventana del jet, tiñendo las nubes de tonos naranjas y dorados. Froto mis párpados, intentando despejar la somnolencia, y saco mi teléfono para ver la hora.

Seis y quince...

Al girar la cabeza, veo a Gabriel dormido, con la laptop aún apoyada en sus piernas. Hay una paz en su rostro que lo hace parecer casi angelical; el verdadero problema empieza cuando está despierto. Estiro la mano y, con suavidad, golpeo su mejilla con el dorso de esta. Sus párpados se agitan, y cuando abre los ojos, me mira con molestia, frunciendo el ceño. Disfruto viendo su reacción; me encanta cómo su mal humor se acentúa al despertar.

—¿Qué carajo quieres, Sab? —pregunta con voz ronca.

—¿Alguna vez has besado a un hombre?

Su expresión cambia, reflejando un desconcierto exasperado. Sé que mis preguntas absurdas matutinas siempre lo irritan, y eso es justo lo que busco. Sonrío al ver cómo su rostro se tensa aún más.

—No, Sab, sabes perfectamente que no —responde, sin dejar de fruncir el ceño.

Vuelve a cerrar los ojos, para ignorarme, pero yo no he terminado. Pico su mejilla con mi dedo, una y otra vez, hasta que abre la boca para atraparlo con fuerza entre sus dientes. Un pequeño grito de sorpresa escapa de mis labios.

—Idiota —gruño, frotándome el dedo.

—Déjame dormir, joder —masculla, cruzando los brazos como un niño malhumorado—. Es demasiado temprano para tus tonterías.

—Me siento ansiosa —murmuro, mordiéndome el labio inferior—. Necesito algo para calmarme...

—No traje nada, ni siquiera marihuana. Vas a tener que aguantarte hasta que lleguemos —murmura, acomodándose en el asiento reclinado.

—Entonces, hablemos. Sabes que hablar me calma.

—No, Sab. Necesito descansar —responde con impaciencia, su tono bordea la desesperación. Pero no le hago caso.

—Lo que hiciste anoche fue lindo.

Él se queda en silencio, confundido.

—¿Qué cosa?

—El abrazo —susurro, bajando la mirada—. Se sintió sincero.

—Lo fue —dice simplemente, sin sarcasmo, lo que me desarma por completo—. ¿Quieres otro?

Las palabras quedan flotando entre nosotros, y no puedo evitar mirarlo con los ojos muy abiertos. Me toma por sorpresa, y la sinceridad en su voz se siente como un golpe inesperado. Trago saliva, insegura, pero asiento con la cabeza.

—Ven —ordena en un susurro.

Desabrocho el cinturón y me levanto. Camino los pocos pasos que nos separan y, sin pensarlo demasiado, me dejo caer sobre él, haciendo que la laptop resbale y caiga al suelo con un golpe sordo. Gabriel me toma de la cintura con firmeza, acercándome más a su cuerpo. Mi cabeza descansa en su pecho, y puedo sentir el latido frenético de su corazón contra mi mejilla. Es un ritmo que no coincide con la calma aparente de su rostro.

—Gracias —susurro, mi voz apenas un murmullo.

Él me envuelve con sus brazos, y cierro los ojos, dejando que su calor me envuelva. Me hundo más en su abrazo, inhalando el aroma familiar de su perfume. Su respiración es pesada y acompasada, una melodía que podría arrullarme de nuevo.

Esclava del engaño [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora