Conspiración en la Fortaleza

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La tensión en la habitación aumentaba con cada segundo. Daeron, llevado allí por los gemelos Cargyll para encontrarse con su madre, se hallaba ahora en presencia de su abuelo, Otto Hightower. La mentira ahora era evidente, lo que despertó aún más sospechas en el joven príncipe. A pesar del nerviosismo, se obligó a mantenerse firme. Otto, la Mano del Rey y su abuelo, tenía una presencia intimidante que siempre había causado en Daeron una mezcla de respeto y temor.

-Daeron -comenzó Otto, su voz grave y llena de autoridad-. Me sorprende verte aquí. No recuerdo haber recibido notificación de tu llegada a Desembarco del Rey... o si siquiera fue solicitada.

Daeron tragó saliva, sintió cómo un nudo se formaba en su estómago. Sabía que su llegada no había sido autorizada, y que ahora estaba en una posición comprometida. Sin embargo, no podía permitirse mostrar debilidad.

-Vine por mi cuenta -replicó, con un esfuerzo por mantener su voz firme-. En cuanto supe de la muerte de mi padre.

Otto entrecerró los ojos, evaluando a su nieto con una mirada que parecía atravesarlo.

-¿Y Lord Ormund sabe de tu llegada? -preguntó Otto, inclinando ligeramente la cabeza, sus palabras llenas de un juicio apenas velado.

El príncipe sintió una punzada de miedo al pensar en la orden de su tío, a la que había desobedecido.

-No, abuelo. -Daeron sostuvo la mirada de Otto, aunque la tensión crecía dentro de él-. No lo sabe.

-Entiendo. -La voz de Otto se volvió más severa-. Tu padre fue un hombre formidable; lo que le ocurrió es una tragedia para la corona. -Una ligera pausa cargada de cálculo-. Pero desobedecer a tu lord y abandonar Antigua sin autorización es un acto de insubordinación grave, Daeron.

Daeron supo que su abuelo tenía razón, pero no estaba dispuesto a ceder tan fácilmente. Decidió desviar la conversación, buscando obtener más información.

-Abuelo, ¿qué está pasando en Desembarco del Rey? La Fortaleza Roja parece desierta... y no pude evitar notar a un hombre colgado en uno de los balcones.

Otto permaneció en silencio durante un momento, caminando lentamente por la habitación, las manos cruzadas tras su espalda. Finalmente, se detuvo y dirigió a Daeron una mirada fría.

-Estamos en tiempos difíciles, querido nieto. -Otto eligió cuidadosamente sus palabras, su voz calma, casi desapasionada-. Mantener la estabilidad del reino es una tarea ardua, y recae sobre nuestros hombros. Hay quienes, por desgracia, deben ser ejemplo de lo que ocurre cuando se desafía la autoridad.

El frío en la voz de Otto hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Daeron. Siempre había encontrado a su abuelo inquietante, y ahora más que nunca, le resultaba difícil ocultar su desconfianza.

-¿Qué tan grave fue el acto de ese hombre para merecer tal castigo?

Otto lo miró fijamente antes de responder.

-Ese hombre era Lord Allun Caswell -respondió Otto sin titubear-, y se atrevió a ir en contra de la palabra del rey. Es una advertencia, Daeron, un recordatorio de que la lealtad al trono no es negociable.

Daeron frunció el ceño, sintiendo que insultaba la memoria de su padre al escudar tales actos con sus palabras. Conocía la Casa Caswell, una de las tantas casas importantes de El Dominio y vasallas de los Tyrell, iguales a los Hightower, eran leales a la corona. Algo no cuadraba.

-¿Y qué palabra del rey justificó un acto tan cruel? -preguntó, su voz cargada de desconfianza.

Otto suspiró, su expresión suavizándose apenas, pero su mirada seguía siendo la de un hombre calculador.

Casa del Dragón: El Príncipe Osado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora