Presentación,Primeros años y la secundaria

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Hola... Soy Josuke, Josuke Miyamoto, y soy un chico de 15 años. No sé muy bien cómo empezar, pero leí en internet que escribir un diario podría ayudarme a entender mejor mis sentimientos y a encontrar un poco de paz en mi vida. Así que aquí estoy, frente a este diario, tratando de encontrar las palabras para contar mi historia. No es fácil, pero siento que es algo que necesito hacer.

Nací una tarde del verano de 2004, en Osaka. El calor del verano japonés siempre me ha acompañado, una constante en mi vida. Mi padre Satoru me puso el nombre de Josuke en honor a un personaje de un manga que le gustaba. Al principio, me pareció extraño llevar el nombre de alguien ficticio, pero con el tiempo, aprendí a apreciarlo. No lo culpo, es un gran nombre. Cada vez que escucho mi nombre, me siento un poco más conectado con mi padre, como si a través de ese simple acto de nombrarme, él hubiera querido transmitirme una parte de su juventud, de sus pasiones..

Mi madre, Meiko, es de origen japo-escocés. Siempre he sentido que mi madre es una mezcla perfecta de dos mundos, dos culturas que se unen en ella. Aunque nacida en Japón, a veces trae al abuelo (Scott McTavish) desde Escocia para que nos visite. El abuelo Scott es como un puente entre esos dos mundos. El abuelo prefiere venir a Japón solo en ocasiones especiales, pues le resulta difícil debido a los recuerdos de mi abuela que falleció hace algunos años. La ausencia de mi abuela es un vacío que todos sentimos, especialmente cuando él está aquí. Es lindo cuando viene, ya que trae regalos como una rara gorra que me obsequió una vez. Esa gorra se convirtió en uno de mis tesoros más preciados, no solo por lo especial que es, sino porque cada vez que la uso, siento que llevo conmigo un pedazo de Escocia y un fragmento de la historia de mi familia.

Mi padre, Satoru, es un hombre con un gran sentido del humor. Desde que tengo memoria, él siempre ha sido la fuente de risas en nuestra familia. Le gustaba mucho leer mangas en su juventud, y siempre encuentra la manera de hacer bromas basadas en esos personajes y situaciones que tanto le gustaban. A veces, sus bromas pueden parecer simples o tontas, pero sé que lo hace porque quiere que seamos felices. Mi padre solo lo hace porque quiere vernos sonreír, y eso es algo que siempre he admirado en él. A través de esas bromas, él nos enseña que, a pesar de las dificultades, siempre hay espacio para la alegría y la risa en nuestras vidas.

Desde que tengo memoria, siempre me ha gustado la música. La música no es solo un pasatiempo; es una forma de vida, una manera de entender el mundo y a mí mismo. Recuerdo que, a la edad de cinco años, mi abuelo me regaló mi primer disco de Van Halen. Aún puedo sentir la emoción que recorrió mi cuerpo cuando sostuve ese disco en mis manos por primera vez. Fue entonces cuando mi amor por la música comenzó a crecer. Ese momento fue como una chispa que encendió algo en mi interior, una pasión que solo ha crecido con el tiempo. A lo largo de los años, fui descubriendo otros artistas que se convirtieron en mis favoritos, como Sex Pistols e Iron Maiden. Cada nuevo descubrimiento era como abrir una puerta a un universo diferente, lleno de energía, rebeldía y poder.

Mi abuelo, siempre alentador, me contaba historias sobre estos músicos y sus increíbles carreras. Sus historias no eran solo relatos; eran lecciones de vida, enseñanzas sobre la perseverancia, la pasión y la lucha por lo que uno ama. A través de sus palabras, comencé a entender que la música no era solo algo que se escuchaba, sino una forma de expresión, una manera de decirle al mundo quién eres y qué es lo que te importa. Cada vez que hablábamos sobre música, sentía que estaba aprendiendo algo más que notas y acordes; estaba aprendiendo sobre la vida misma.

Además de la música, también disfrutaba del baloncesto. El baloncesto fue mi primera forma de interacción con mis hermanos, una manera de sentirme parte de algo. Desde pequeño, solía jugar en el parque con mis hermanos. Aunque al principio no era muy bueno, cada tiro fallido y cada balón perdido me enseñaron la importancia de la práctica y la perseverancia. Aunque todavía no era muy bueno, me divertía mucho y era una forma de pasar el tiempo con ellos. Esos momentos en el parque, corriendo tras el balón, fueron algunos de los pocos en los que realmente me sentía parte de un equipo, de una familia.

Wasted Years: El diario de josukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora