En algún momento las personas deciden olvidar lo que sucedido y esto ocurre más a menudo si no fueron afectados de forma directa, así que deciden seguir con su vida, porque el mundo no se detiene y las personas se encargan de borrar los rastros del pasado, pero el tiempo el más sabio de todos es el que nos regresa nuestros recuerdos...
Narraré la historia que laguna vez se perdió entre los alterados de mentes consternadas, sucedió la mañana del 15 de agosto de 1981, cuando un joven que no pasaba de los 20 se dirigía hacia el Oeste de Ashford, tenía un aspecto que no pasaba desapercibido , pues a pesar de estar bien vestido , su rostro era el que más conmoción generaba al reflejar una pena tan profunda e hiriente, sus ojos nerviosos y a la vez tan tristes, el temblor de sus manos lo hacía parecer que necesitase un abrigo de inmediato, no obstante los lugareños al parecer ya acostumbrados a este tipo de situaciones decidieron abstenerse de mostrar tanto interés, pues como era de esperarse nada agradable resultaba cuando se trataba de noticias similares. La semana siguiente de tal acontecimiento, las cosas parecían seguir con normalidad, sin mucho que decir, pues, realmente no era algo que tomaran con tan profundo interés como para arriesgarse a indagar, ¿quién sería tan valiente como para hacer aquello?
Recuerdo estar sentado en el viejo sofá color miel y cojines vino, miraba por la ventana a Alexander, percibía preocupación en su rostro, pero como contraste a ello, junto a él estaba mi padre con su mirada alegre y su porte estoico, dirigí mi mirada hacia el florero favorito de mamá , se encontraba en una esquina, era tan bonito y delicado, no pude contenerme y reí un poco era divertido estar en casa, pero, ¿qué haría ahora que mi hermano se iba a Inglaterra?, claro que él era algo molesto, pero definitivamente es el tipo de hermano que no quieres verlo marcharse, y sabes que no es justo pedirle que se quede más tiempo contigo, porque sabes que debe buscar su lugar, era irónico, ya que siempre vivía diciendo que no esperaba el momento de que se marchara para después poder ir a visitarlo, pero justo en ese momento no quería verlo marcharse, quería aferrarme a él, justo como cuando éramos niños y solía abrazarlo todas las noches, cuando me decía que mis pesadillas eran solo porque comía más dulces, pero esto me daba terror, cuando las cosas eran de tal magnitud acudía a mi madre, y esa occisión no fue la excepción, dirigiéndome a la recámara de mis padres y con un chocolate en mano, vi a mi madre sentada, sus ojos azules eran preciosos, a decir verdad era una señora muy linda y amable , pero en ese momento parecía triste supuse que le pasaba algo similar a lo que yo estaba sintiendo, entre sus delicadas manos sujetaba una caja de madera que tenía su tapa tallada un águila, movió un poco la caja y pude observar otra figura era una vid.
–Pasa Michael, estaba recordando viejos tiempos, esta cajita fue un regalo de la señora Ann, me lo dio cuando nos conocimos, hace y amas de 10 años.-rio, su sonrisa era cálida y su semblante emanaba nostalgia.
–La madre de Will, ¿no?- mi pregunta era algo obvia, la señora Ann era probablemente la mejor amiga de mi madre, eran unidas a pesar de tener un carácter aparentemente distinto, ambas compartían su gusto por la mitología, la historia y quizá eran las mejores para contar historias.
–Sí, Ann ha sido como una hermana para mí, y realmente puedo asegurarte que hoy por la noche vendrá, haremos una pequeña reunión para despedir a Alexander, y si puedo pedirte algo, ve a comentarle a la señora Nancy, quizá pueda venir, es como una abuela para ustedes dos y quizá también para sus amigos, ¿no es así?- me miro a los ojos y de nueva cuenta sonrió un poco.
–Sí, sería agradable, solo queda esperar y ver a que hora llega.- Me limite a responder, no era que no me agradara la señora Nancy, mi madre tenía razón, era como una abuelita para todos los niños y adolescentes del vecindario. Podías contra con ella para todo tipo de situaciones, sus hijos solían visitarla muy seguido, algunos de ellos ya llegaban con sus hijos, es decir los nietos de la abue, como la llamábamos, era una señora mexicana casada con León, un compatriota, eran una pareja muy feliz, a pesar de la edad de su esposo siempre salía de casa muy temprano solo para ir a buscar las flores más bonitas y comprar alguna golosina que su esposa pudiera comer, otras personas grandes que también estaban en el vecindario nos suelen platicar que eran una apareja muy linda físicamente y que el señor León tenía siempre una expresión de seriedad máxima en su rostro, pero que cuando veía a su mujer inmediatamente sonreía, como padres eran estrictos, pero muy cariñosos, yo no lo dudo, en algún par de ocasiones la abue nos mostraba algunas fotos que sacaba de su viejo baúl, y nos contaba historias de su adolescencia y juventud, pero en otras nos preparaba galletas y se inventaba tantos cuentos como su imaginación se lo permitían, solía regañar un poco a Alexander, pues mi hermano era algo más inquieto, pero siempre decía las cosas de una forma que imponía autoridad y respeto, le decíamos la abue, porque ella llamaba así a su abuela y constantemente escuchábamos a sus nietos decirle así.
Me quedé reflexionando un poco, en el vecindario había todo tipo de familias, pequeñas, grandes, ruidosas, conflictivas y supongo que mi familia pertenecía a las normales, no había muchas discusiones como en otras familias, yo lograba ver que mi madre podía hacer cosas que otras madres del vecindario no, era curioso, quizá significaba que los tiempos estaban cambiando, mi mente vagaba a otros pensamientos, no siempre podíamos tener las cosas de una forma tan fácil, quería esforzarme tanto como hermano, pero era para darle las gracias, de alguna u otra forma fue mi héroe durante tanto tiempo, y pensar en que se iba me dolía, pero tenía que recordarme que esta era la realidad, una nueva etapa empezaba para todos.
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Los que habitan el bosque.
RandomEra la mañana del 15 de agosto de 1981, cuando de la nada un joven de más de 20 años apareció, se dirigía al oeste de Ashford, tenía un aspecto que no pasaba desapercibido, pues a pesar de estar bien vestido, su rostro reflejaba una gran pena, su...