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Subir esas enormes escaleras era una maldita perdición, parecía no querer acabarse. Luego de empacar cosas innecesarias para cambiar mi vida y empezar de cero, camine todo afligido y con flojera por ese enorme pasillo que me llevaría a mi nueva habitación. Estaba agotado. Cansado de escuchar la voz de mi mamá detrás de mi hablándome de unos preparativos para una cena que en verdad no me interesaba.

Lo que representaba empezar de cero venía con muchos alterados cambios para mí cerebro: desde la nueva familia y los nuevos amigos, no me gustaba los cambios en lo absolutos.

—Hola.

Salude una pequeña rubia de ojos azules que venia saliendo de una de las habitaciones. Su tez palida y rojiza en sus mejillas le resaltaba esa mirada vacía. La niña solo guardo silencio y me dedico una sonrisa de boca cerrada, miro en ambos lados del pasillo y salió corriendo al escuchar abrir una puerta brutalmente al final de la misma.

Avance confundido y un poco intrigado, por los ruidos que se empezaron a escuchar consecutivamente y violentos; apenas llegué a el pie de esa puerta, una chica con aspecto espeluznante y aterrador golpeaba su cabeza contra la puerta.

Muy fuerte.

Me alarme apenas la vi con ese comportamiento, trate de acercarme pero mi madre me detuvo. Cruce mi mirada con ella y rápido capte su señal.

¡Aléjate!

Una corriente eléctrica me recorrió todo el cuerpo a tal punto que empezó a quemarme, tuve que hacerle caso a sus advertencias, porque apenas me distancié de la puerta: una gente vestida con bata de hospital, entraron a inyectar algo a la chica donde rápidamente cayó al suelo.

Mi madre quedó sin palabras, pero su mirada lo decía todo, sentía pena por esa extraña chica y lo peor es que yo también sentí lastima.

Apareció su padre, el nuevo esposo de mi madre en compañía de la pequeña de ojos azules. Lo abrazaba fuertemente de la cintura mientras caminaba hacia nosotros.

—¿No les hizo nada? —exigió reporte de lo ocurrido.

-No señor, por suerte llegamos a tiempo - le respondió uno de los medicos que estaban allí -Señor, reconsidere...

-No - dijo intimidante -No meteré a mi hija en un manicomio. Punto.

Se hizo el silencio.

¿Manicomio?

Después de la extraña experiencia que me lleve conociendo a mi nueva hermanastra, sugerí quedarme en este pasillo. No solo por curiosidad y porque quería chisme. Me habían hecho subir una maldita escalera que no tenia final. Por mi seguridad y la de la niña nos querían despojar de allí, pero me negué y la niña también.

-Por favor ten mucho cuidado y mantén la puerta con seguro durante la noche - dijo mi mamá al pie de la habitación -Iré a terminar los preparativos para la cena, te quiero a las siete abajo ¿Okey?

-Okey.

No me molestaba que mi madre tratara de ignorar todo lo ocurrido en el pasado. Porque en el pasado quedó. Pero lo que no me gustaba era su manera de actuar cada vez que se le presentaba este tipo de oportunidades: era como si no recordará de dónde venía y eso me daba rabia e indignación.

-¿Estás cómodo? - apareció Richard. Mi padrastro -Quiero aclarar que mi hija no es ningún peligro para ustedes.

-Eso ya lo veremos - ignore con indiferencia su presencia -¿Que ocurre con ella?

-Es una larga historia, empezando por...

-¡Cierra la boca! - grito la rubia que al parecer había despertado.

Los siete deseos de Andy © [En curso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora