(única parte )
En una pequeña ciudad rodeada de colinas boscosas, vivía una chica llamada Elena. Tenía 19 años, era una soñadora nata y se destacaba por su amor por la literatura. Pasaba sus días inmersa en libros antiguos que encontraba en la vieja librería de la ciudad, soñando con mundos fantásticos y criaturas místicas. Aunque su vida era tranquila y algo solitaria, siempre sentía una extraña atracción hacia lo sobrenatural.
Una noche, mientras la luna llena brillaba en el cielo y la niebla cubría la ciudad, Elena decidió dar un paseo por el bosque cercano. La noche era misteriosa y el aire, fresco y revitalizante. Mientras caminaba por un sendero olvidado, escuchó un suave susurro que la invitaba a seguir adelante. Intrigada, siguió el sonido hasta llegar a una mansión abandonada, que se alzaba majestuosa entre los árboles como un guardián de secretos.
Elena, con su naturaleza curiosa, no pudo resistir la tentación de explorar la mansión. Al entrar, fue recibida por una atmósfera de antigüedad y misterio. La luz de la luna se filtraba por las ventanas rotas, iluminando un salón cubierto de polvo. De repente, sintió una presencia a su espalda. Al girarse, se encontró con un hombre de ojos oscuros y penetrantes, que la observaba con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
El hombre, que parecía de su misma edad, pero con una belleza y elegancia que no parecían de este mundo, se presentó como Damian. Aunque su apariencia era impecable, había algo en él que lo hacía parecer fuera de lugar, como si perteneciera a otra época. Elena sintió una conexión inmediata, una mezcla de miedo y fascinación. Damian, por su parte, parecía igualmente intrigado por ella.
Con el paso de los días, Elena y Damian se encontraron una y otra vez. Él le contaba historias de tiempos pasados, de reinos olvidados y amores eternos. Ella, a su vez, le hablaba de su amor por la literatura y su fascinación por lo sobrenatural. A medida que se conocían, Elena empezó a notar cosas extrañas sobre Damian: nunca salía de día, evitaba la luz solar y siempre tenía una temperatura corporal fría. Sin embargo, lo que más la sorprendió fue cuando, una noche, lo vio alimentándose de la sangre de un animal en el bosque.
Con el corazón latiendo a mil por hora, Elena se dio cuenta de la verdad: Damian era un vampiro. Aunque el descubrimiento fue impactante, no podía negar la profunda atracción que sentía por él. Damian, al ver su reacción, le confesó su naturaleza inmortal y su lucha constante con su deseo de sangre. Le contó cómo había vagado por el mundo durante siglos, viendo cómo todo cambiaba a su alrededor mientras él permanecía igual.
A pesar de la revelación, Elena no pudo alejarse de él. Había algo en su soledad y su dolor que la conmovía. Además, sentía que, a pesar de ser un vampiro, Damian no era un monstruo. Era un ser atormentado por su naturaleza, buscando una chispa de humanidad en un mundo que ya no lo reconocía.
Su relación se profundizó, y lo que comenzó como una curiosidad se convirtió en un amor apasionado. Pasaban las noches hablando y explorando el mundo de cada uno. Damian le mostraba lugares ocultos y secretos antiguos, mientras Elena le enseñaba a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida moderna. Sin embargo, su amor no estaba destinado a ser sencillo.
La familia de Elena, especialmente su madre, empezó a preocuparse por su comportamiento nocturno y su creciente aislamiento. Además, la ciudad había tenido una serie de ataques inexplicables a animales, lo que generó rumores de criaturas oscuras en el bosque. Elena sabía que Damian no era responsable, pero el miedo y la superstición de la gente crecían.
Una noche, mientras se encontraban en la mansión, un grupo de aldeanos, armados con antorchas y armas, irrumpió en el lugar. Habían descubierto la verdad sobre Damian y estaban decididos a acabar con él. En medio del caos, Damian luchó para proteger a Elena, pero estaba superado en número. Elena, desesperada, se interpuso entre él y los aldeanos, rogándoles que se detuvieran.
Fue en ese momento que Damian reveló su amor por Elena, declarando que preferiría morir antes que hacerle daño. La sinceridad de sus palabras, combinada con la valentía de Elena, conmovió a los aldeanos. Aunque aún desconfiaban de Damian, decidieron retirarse, dejándolos en paz.
Con el peligro temporalmente alejado, Damian sabía que su presencia en la vida de Elena solo le traería problemas. Aunque su amor era profundo, no podía cambiar lo que era. Le propuso a Elena que huyeran juntos, lejos de la ciudad y de las miradas inquisitivas. Sin embargo, Elena, con lágrimas en los ojos, le dijo que no podía abandonar a su familia ni a su vida. Sabía que su amor por él siempre estaría en su corazón, pero sus mundos eran demasiado diferentes.
Damian, respetando su decisión, se despidió de ella con un último beso bajo la luz de la luna. Prometió que, si alguna vez ella necesitaba su ayuda, él estaría allí, en las sombras, velando por ella. Con el corazón roto, Elena lo vio desaparecer en la oscuridad del bosque.
Aunque la separación fue dolorosa, Elena encontró consuelo en los recuerdos de su tiempo juntos. Sabía que, a pesar de las circunstancias, había vivido un amor único y verdadero. Damian, en su eternidad solitaria, nunca olvidó a la valiente chica que había tocado su corazón inmortal. Y aunque sus caminos se separaron, ambos sabían que, bajo la sombra de la luna, sus almas siempre estarían conectadas.
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