Azulejos

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Yuki tenía solo tres años cuando vio como su papá lo dejo, presencio unas cuantas peleas, vio como el Alfa al que veía como un héroe lastimaba a su papi, escucho gritos y algunos llorosos, los aromas que habían sido tranquilos eran intensos y tristes.

Decenas de veces vio los ojos tristes de Sergio sus feromonas densas  y el aroma inquieta, y a tan corta edad odio por primera vez a una persona, era un sentimiento tan complejo pero odiaba a su padre.

Cuando cumplió cinco pudo ver como la puerta se abrió, los gritos furiosos y el aroma más desagradable de un Alfa completamente desquiciado y por primera vez Sergio le azotó la puerta y no lo dejo volver.

Y como si nunca hubiera existido volvieron a hacer su vida, Sergio era abogado y aún que le daba apoyo, comprensión a Yuki él también había perdido a quien amo.

El niño a pesar de sentir odio hacia su progenitor también existía ese sentimiento donde soñaba que su padre regresaría, le pedía perdón a su papi y serían felices por qué había cambiado.

Aunque eran sueños a veces solo quería que su familia fueran tres, no dos, que su papi volviera a sonreír con la misma intensidad antes que los gritos llegaran y su aroma fuera la misma.

Llegó el día donde tuvo que ver a una señora muy linda, una beta que era muy tierna, que le preguntaba cosas en su oficina, le daba una galleta antes de platicar y le preguntaba su día, sus amigos, su escuela y le pedía dibujar.

Amaba a la señora que su papá le corregía diciéndole “es la psicóloga” pasaron los años y con ello el recuerdo amargo de su padre lo dejo ir, dejo de añorar que volviera y dió un pasito al frente junto a Sergio.

Pero cuando estaba decidido que serían dos, cuando Sergio volvió a sonreír, cuando sus feromonas se habían controlado y que podían ser ellos contra el mundo, unos ojos azules deslumbraron el corazón de su papi.

Era el tío de una niña que también iba a su escuela y que por azares del destino se habían visto, era un Alfa medio raro, pero Sergio le sonreía con una intensidad más rara.

Su nombre era Max, y después de la primera vez en que se vieron todos los días llegaba y platicaba un poco con su papá, y como el educado Alfa daba la mano a Yuki que lo veía con su ceño fruncido pero jamás lo dejo de lado.

No lo odiaba, pero se sentía como una amenaza, sentía que si ese hombre con olor a extraño se unia a su familia surgiría la misma escena de hace unos años, que el y su papá volverían a ser abandonados y que su papá volvería a estar triste.

Pero conforme pasaron los meses Max se volvía una pequeña rutina, en las mañanas lo veían, después de la escuela en la tarde lo volvían a ver y comenzó a sentir miedo del inminente futuro.

A veces los miedos surgian en la noche, pensando que si su papá y Max se volvían esposos tendrían un bebé, y que lo olvidaría porque el nunca sería tan amado al no ser hijo biológico de Max.

O que su papá lo dejaría por Max, o que Max los abandonará como su padre, todos esos sentimientos se sentían ahogarlo.

—Yuki.

Vio a Max, Sergio había tardado un poco en ir por el a la escuela pero Max estaba a lado de el esperando al Omega.

No le dirijio la mirada, no cuando era la amenaza de que su mundo volviera a desmoronarse, quería llorar y pedirle que se fuera y no interfiera en su vida.

—¿No te agrado?

Era más que obvio que no, porque tal vez Max no veía el futuro pero Yuki ya lo sabía, sabía que el quedaría de lado cuando esos ojos azules llegarán con el primer bebé. El no tenía ojos azules.

—¿Porque mi papá?

En un hilo de voz salió la pregunta.

—A que te refieres.

Max se puso de cuclillas y lo vio a los ojos y tal vez entendió por un segundo a su papá, esos ojos eran muy bonitos.

—Yo, ¿Porque quieres que te agrade?

Vio una sonrisita, Max no se movió ni un milímetro dejando un espacio considerable para que el niño pudiera sentirse cómodo y no amenazado.

—Me gusta agradarle a los niñ-

—La verdad.

Eran unos ojitos oscuros llenos de determinación, llenos de seguridad y Max sonrió y con cuidado y delicadeza toma la mano pequeñita de Yuki.

—¿La verdad?

Vio como asintió el niño y Max agarro aire se veía un poco asustado, un poco incómodo.

—Me gusta Sergio pero no por eso quiero agradarte, quiero saberlo por qué tú eres lo más importante para tu papá y si yo no te caigo bien debo saberlo, eres su hijo y luz, y si quiero estar con el debo saber si yo puedo tener tu aprobación. Tu eres aquí el único que importa Yuki. Y si no te agrado entonces no puedo ser nada con Sergio.

Yuki quedó mudo, jamás había creído escuchar algo como eso.

—¿Porque?

—Porque también debo darte tu lugar, no quiero que me veas como una amenaza o que intento ser tu padre, no intento usurpar su lugar, yo sé cuál es el mío, pero me gustaría ser tu amigo, tener tu confianza, ser alguien importante en tu vida, si así tú lo quieres.

Su corazoncito latio fuerte.

—¿Pero si tienen un bebé? Ya no me amara mi papá ¿Y tú querrás más a ese bebé y yo-

Los brazos gentiles del Alfa lo abordaron, sus lágrimas corrieron pero también abrazo a Max que le daba fuerza, y por primera vez ese aroma raro e intenso lo hizo sentir calentito y seguro.

—Yuki, nadie te dejará de amar, tu papá jamás te dejará de amar y no sentirá menos amor por ti.

Se alejo y vio como Max se veía rojo, nervioso. Yuki asintió e intento limpiarse sus lágrimas pero una mano mas grande le ayudo.

—¿Enserio?

—Yo quiero estar para ti, y no te acepto solo por ser hijo de Sergio te acepto por qué yo te quiero, te veo a lo lejos y pienso que podía ser algo más que un amigo de tu papá, que podría jugar contigo llegando de la escuela, que si tienes miedo tengas la confianza de decírmelo.

—Gracias Max.

Y con ello escucharon la camioneta de Sergio, se veía asustado y cuando vio a Max tan cerca de su bebé que lloraba casi su corazón salía de su pecho.

Salió del vehículo apresurado y asustado.

—¡Todo bien!

Llegó ante Yuki que asintió, y abrazo a su papá que lo cargo y veía a Max como el culpable de las lágrimas del niño.

—Papi, ¿Max puede ser mi papá?

Y la amenazadora mirada de Sergio a Max cambio y se puso rojo, su aroma cambio y Yuki sonrió en los brazos de sus papá, Max casi ahogándose con su saliva.

—¡Yuki!

Y vio como su papá se volvía serio ante Max y creyó saber el porque.

—Papi, Max no me hizo llorar.

Le agitó la mano hasta llegar a la camioneta y vio como Max también le decía adiós con la mano, a pesar de que su papá estaba rojo Max estaba unas diez veces peor.

Estaba decidido en qué Max si sería su papá, había tenido miedo pero si Max decía la verdad en esas palabras no le veia el problema de que fuera su papá.

Sonrió y vio la ventana sonriendo esperando llegar a casa, y cuando se dió cuenta su suéter de la escuela olía a su papá y a Max y amo la sensación.

Porque Max ya había entrado en su vida y en el fondo sabía que el no se iría, no lo dejaría, era una sensación rara y agradable.

Azulejos [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora