001- El inicio

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Ahí estaba. Rodeada de desconocidos, como siempre, todos asistiéndome. Me tocaban sin pedir permiso, me llevaban para acá, después allá, que párate, que sentate, que te despeinas, y demás órdenes.

En el camarín éramos veinte modelos vestidos con la nueva colección de Dior para este verano.

Los asistentes y organizadores se la pasaban gritando. Que falta esto, que en cinco salimos, que aquello está mal. Siempre quejas. Gritos y quejas.

Mi único deber era guardar silencio y verme espléndida. Cosas que me salían natural.

Me dijeron que formara por la derecha, que allí estaba la fila para salir a la pasarela.

Respire hondo e hice lo de siempre. Poner mi mejor cara de perra y desfilar.

Camine sobre esa pasarela como si nada me importase, es que nada me importaba.

Vi a Salvatore en la segunda fila. Hice contacto visual y su única respuesta fue levantar las cejas como aprobación, mientras aplaudía cretinamente como todos.

Mantuve mi semblante frío hasta desaparecer otra vez.

Me cambiaron por completo y volví a salir.

Todo muy repetitivo. Mis fines de semana se basaban en los desfiles y sesiones de fotos.

Luego de la pasada final, con todos los modelos juntos, nos dejaron irnos.

Me bañe en el estudio, no soportaba la idea de seguir sucia hasta llegar a mi casa. Aunque así fuesen diez minutos. Aunque no estaba sucia, pero el hecho de todas esas manos y miradas sobre mi me hacían sentir demasiado pesada. Una ducha me ayudaría a relajarme.

Salí y mi novio me estaba esperando allí, sentado en la misma silla, usando su celular.

—Cara mía, estuviste espléndida allí arriba– como siempre, Salvatore halagaba el trabajo que hacía.

—Mi dolcecuore, gracias por venir a verme hoy– dije acariciando su mandíbula.

Solo sonrió y comenzamos a caminar.

Nos subimos a su Ferrari rojo y nos dirigimos hasta la mansión en la que vivíamos juntos en Turín. Su papá se la había regalado para su último cumpleaños, junto con el auto.

Entre y me saqué las zapatillas. Amanda, la chica de limpieza, me dejó las pantuflas justo delante de mis pies.

Por mi educación, le agradecí cálidamente.

Subí a la habitación y llame a Mary, para que me peinara. Mientras Anissa preparaba una bañera para poder relajarme.

Quizás crean que la cantidad de empleadas que tenemos es exagerada, yo creía lo mismo. Pero mi pareja vivió toda su vida así y no pude cambiar su ideología. Aunque siempre tratamos humanamente a todos los que trabajan acá.

Por mi parte, nunca tuve una vida así. Y aunque a veces me siento un tanto incómoda porque me dan un poco de pena, sé que les estamos dando trabajo, comida y un hogar.

Toda esta gente tiene una casa que le regala el padre de Salvatore, con todos los servicios pagos y hasta las matrículas escolares de algunos niños. Además del sueldo.

En fin, a veces recuerdo mi yo de ocho años durmiendo en la misma cama que mi hermana porque no podíamos pagar otra. Y eso es lo único que me impulsa a disfrutar esta nueva vida, vivirla por la niña que fui, la que no se daba estos lujos.

Me metí en la bañera con rosas y espuma a tomar una copa de vino. La luz tenue y la cálida temperatura me daban muchas ganas de dormir. Pero hice mi mayor esfuerzo por la cena de hoy.

𝙞𝙣𝙙𝙞𝙛𝙚𝙧𝙚𝙣𝙩𝙚 - 𝙅𝙤𝙖𝙦𝙪𝙞𝙣 𝘾𝙤𝙧𝙧𝙚𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora