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Las noches en Astra se habían vuelto interminables para Hyunjin. El cielo, cubierto por nubes grises y una atmósfera pesada, tal vez era otra forma de reflejar su alma muerta y recordarse constantemente en la alerta que vivía. Los entrenamientos diarios no solo agotaban su cuerpo; su mente también estaba al borde del colapso, algo que pocos podían comprender. La guerra había forjado en él una armadura que lo hacía impenetrable por fuera, pero por dentro, el desgaste era evidente.

Al entrar en su departamento, no tuvo intensión de prender las luces, quería ser absorbido por las sombras y el silencio por un momento, sumergirse en su pequeño refugio para mantener al mundo exterior a raya. Dejó caerse en una silla, cerrando los ojos, intentando desconectar. Sin embargo, la inquietud no le ofrecía el alivio que buscaba; en lugar de eso, su mente estaba constantemente vigilante, en todo momento, como una barrera invisible que lo protegía de los pensamientos ajenos y, lo más importante, de las mentes enemigas.

Su telepatía, en lugar de ser un don, era una maldición. Sin contar la forma en la que lo obtuvo, a diario tenía que luchar para mantener esos escudos en su lugar, más aún en batalla, para no escuchar el caos mental que lo rodeaba a cada paso que daba. Las voces, los murmullos, los gritos de los soldados en el campo, todos trataban de filtrarse a través de sus defensas, pero él los mantenía lejos con una disciplina férrea. Sabía que bajar sus escudos por un solo segundo podría significar la diferencia entre la vida y la muerte, una fina línea que afectaba no sólo a él, sino a aquellos que dependían de su fortaleza y... la integridad de su planeta entero.

Incluso ahora, con las luces apagadas y su cuerpo aparentemente relajado, Hyunjin no podía escapar de la constante presión que su subconsciente ejercía, ese repentino ruido blanco que llevaba persistiendo desde hace unos días perturbándolo. Tal vez ya no estaba tan a salvo. Tal vez esa era la señal que le indicaba que en cualquier momento atacarían. Todo por protegerse de sus propios recuerdos, especialmente de aquellos que involucraban a... alguien...

El nombre como una herida abierta, que por momentos albergaba en su cuerpo y por otros en el suyo, una herida que quemaba pero al mismo tiempo que quería quemar, que deseaba que sangrara. Chris era un recordatorio constante de todo lo que había perdido y de lo que había soportado.

Sin pensarlo, llevó su mano a su nuca y sobó sobre un punto exacto en su piel, aún sintiendo la sombra de agujas tras más de una década después. Sintiendo la sombra de sus pesadillas acecharlo.

»Basta.

Por más que su voz interna quería callarlo, aún sobresalían cientos de voces, atormentándolo. 

Hizo un puño en su mano y apretó fuerte, queriendo que sus uñas se clavaran en su piel, queriendo distraerse del dolor. Su secuestro había sido hace años, recordar la tortura y los procedimientos que lo marcaron solo lograba que su ira contra Heptra fuera mayor.

»¿Contra Heptra o contra Chris?

...

»Ambos.

Tuvo que haberlo matado.

El odio seguía ardiendo en su interior, una llama alimentada por el resentimiento y la justicia que él creía merecida. Pese que Heptra siempre tuvo todas las posibilidades para reinar en paz como planeta madre, eligió el camino de la destrucción. Decidieron atacar, aniquilar especies enteras, y crear monstruos en laboratorios oscuros. Robaron y secuestraron sin piedad, arrancando a niños astrianos de sus hogares para convertirlos en sus armas vivientes. Todos ellos, el mismo destinado a ser parte de su ejercito mutante. Pero logro escapar, y ahora no quería recordar sus cicatrices. Los experimentos... los gritos... sus cuerpos y su sangre. No, no, no. Esas imágenes borrosas aún le perseguían y quiso hacer de todo para borrarlo, olvidarlo, intentar ser un héroe. 

𝗥𝗜𝗗𝗘 𝗢𝗥 𝗗𝗜𝗘 𝗪 𝗠𝗘  | 𝗖𝗵𝗮𝗻𝗷𝗶𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora