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Una densa neblina cubría la carretera de extremo a extremo; las luces de los autos parecían pequeñas luciérnagas. La tormenta era algo extraordinario que hacía mucho tiempo no se veía. El carro avanzaba lentamente por aquella carretera... necesitaba llegar, necesitaba estar ahí. Pero el tiempo era lento. Y la tormenta, cada vez era peor y amenazaba con impedirle llegar a su destino.

Alcanzó a leer un rótulo borroso que le indicaba que su destino estaba a 37 kilómetros. La angustia empezó a hacer de las suyas y sintió cuando la sangre empezaba a helársele. El velocímetro indicaba 80 km/h. No sabía cómo había alcanzado aquella velocidad, si no lograba ver nada. Siguió sin ver nada, sin llegar a su destino, sin esperanza alguna.

Un relato a la vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora