CAPÍTULO ONCE

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Simon Romanov/Leyla Sterne

SIMON

Ya he pensado yo que no soy religioso, pero ya que estamos aquí; Opino que el señor ha decidido ser generoso conmigo y darme ventaja una vez más.

Leyla se ha ido al interior de la iglesia. Por lo que recuerdo, detrás del altar hay tres puertas. Una que da al jardín, otra a las habitaciones de las monjas y que conecta con la casa de Leyla, y la última da al baño.
Ha ido al baño.

No voy a desaprovechar la oportunidad.
Vigilo a mi alrededor y cuando me aseguro de que no haya nadie. Me escabullo dentro de la iglesia, al menos espero que todos esos años en el servicio militar me sean útiles.

Camino con una agilidad demasiado silenciosa por la llamativa alfombra de la iglesia. El montón de imágenes religiosas me rodean en cada lado hacia el que vea como si me juzgaran.
Ignoro ese incómodo sentimiento hasta que llego al escritorio donde Leyla ha estado.
Está lleno de documentos subrayados con distintos colores. Y una biblia al lado. Nada del otro mund...
Un momento.
Deslizo una de las hojas apartándolas, y veo por debajo de tanto, una libreta con una cubierta de cuero desgastado, mezclado con el nombre «Leyla» bordado con letras doradas.

Fijo mi atención en la puerta del baño. Ella sigue ahí.
Tomo la misteriosa libreta para darme cuenta de que en realidad, es su diario.

Voy a ojear una página más cuando el sonido del pestillo me avisa que debería irme o al menos esconderme.
Huyo a la salida con precaución y una rapidez hasta salir de la iglesia sin soltar el diario.

Vuelvo a mi auto y lo enciendo para llegar hacia mi destino.

Creo que he adquirido un tesoro muy interesante.
Tengo el diario de Leyla en mis manos y tengo la plena seguridad de que será más sorprendente de lo que parece.

Al llegar a casa, me tumbo sobre el sofá y echo un vistazo a algunas de sus páginas.

Vaya sorpresa.

Cada página era peor que la otra... O mejor. Depende de donde se vea..Para suerte de esa chica, soy yo quien lo tiene. Y para mí, cada página es mejor que la anterior.

En este diario cuenta sus más oscuros secretos. Lo que hace cuando nadie la ve o escucha.

Pero también, lo mucho que se avergüenza de ello.

¿Cómo es que una mujer de esa edad puede llegar a avergonzarse de algo tan normal como sentir deseo? ¿Qué mierda de religión era esa?

Hay muchos escritos. También sus fantasías y cosas que deseaba, pero no se le permitía. Ese libro era como su lugar de desahogo.

Paso el resto de la madrugada leyéndolo y me siento como un maldito violador de los derechos humanos por robarme su privacidad, pero es que ella tampoco puede ir por allí juzgando a cualquier desconocido, pues no se me ha olvidado como tuvo el atrevimiento de llamarme promiscuo. Me hace hasta gracia la manera en que lo dijo. Y no voy a superarlo.
En mi vida he sido muchas cosas, pero nunca ese término. En absoluto.

No es tan santa como la maquillan esas monjas. Tal parece que todos esos deseos sexuales que reprime con normalidad los escupe aquí como una manera de liberación.

El asunto es que este diario me deja ver lo que es Leyla. No era una oveja blanca. Solo se ocultaba en el traje de una de ellas.

LEYLA

—¡Debes ir! Lo he visto y si tanto te ha estado evitando, debes ir con nosotras. ¡Por favor!—insiste Mara de manera eufórica.

Ha estado un buen rato empeñada sobre ir al nuevo bar que visitó la otra vez. Mismo que da la casualidad, es donde trabaja Simon.
Quien por cierto, me ha ignorado desde hace días. Me sentí tan tonta la vez que quise besarlo pensando que él lo haría. Como siempre, solo metí la pata y de seguro me vi demasiado ridícula. Aun así, eso no le da el derecho de ignorarme cuando antier pasé justo a su lado en la panadería y siquiera volteo a verme.
La rabia se me incrusta en el pecho al recordar lo patética que debí haberme visto cuando cerré los ojos y...agh. ¡No!
No puedo y no quiero ni siquiera recordarlo

Forgive Me / ¡Ya en papel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora