➸ O6

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Los días y noches pasaban volando para Madara, entre sombras, estrategias y planes que solo él entendía. Pero, en medio de todo eso, había algo -o más bien, alguien- que se colaba en su mente: Aisuru. No sabía exactamente por qué, pero de alguna manera, siempre esperaba su regreso. Aunque claro, jamás lo admitiría.

La noche era fresca, el viento jugueteaba con los árboles y la luna se escondía como si tuviera miedo de lo que podría pasar. Después de un mes y medio, Aisuru reapareció. Estaba más flaca, con ojeras que parecían tatuajes, y el cabello corto y rojo como...

Un tomate.

Madara no pudo evitar soltar una sonrisa burlona. Para alguien como él, que no solía mostrar sus emociones, Aisuru era la excepción. No había nada como fastidiarla un poco.

- ¡Tomate! -la llamó con esa voz que rara vez usaba, algo entre burla y afecto. Un tono especial, solo para ella.

Aisuru levantó la vista de golpe, sus ojos ámbar llenos de furia. Se veía adorable, aunque pareciera que estaba a punto de echarle una maldición. Frunció el ceño, los labios en un puchero que a Madara le recordó a Izuna cuando perdía.

- ¡No me llames así! -protestó, apretando los puños.

Madara levantó una ceja, más divertido que nunca. ¿Cuántas personas se atreverían a gritarle? Nadie, excepto Aisuru. Y, francamente, lo disfrutaba.

- ¿Por qué no? -dijo, fingiendo inocencia-. Estás roja como un tomate. Además, te queda.

Aisuru lo fulminó con la mirada, como si quisiera darle un puñetazo, pero era tan pequeña comparada con él que la imagen solo resultaba más graciosa. Madara se cruzó de brazos, observándola con esa sonrisa que hacía que todos quisieran darle una bofetada, menos ella. Bueno, tal vez un poquito.

- ¿Qué pasa? -preguntó finalmente, notando algo en su postura, como si estuviera cargando más de lo que podía soportar. Y no solo eran las misiones y los entrenamientos con Tobirama. Había algo más.

Aisuru bajó la mirada, mordiéndose el labio. Susurró algo que casi se perdió en el viento.

- Hoy es mi cumpleaños... y nadie se acordó.

Madara se quedó en silencio por un momento, y luego frunció el ceño. Era un tipo duro, frío y sin mucho espacio para sentimentalismos, pero eso le había dolido un poquito. Claro que jamás lo diría.

- A ver, espera, espera... -Madara levantó una mano, como si estuviera organizando sus pensamientos-. ¿Cumpleaños? Jamás me dijiste cuándo era.

- Lo sé... lo olvidé. -Aisuru suspiró-. No importa.

Madara rodó los ojos. A él no le importaban los cumpleaños, ni los suyos ni los de nadie, pero el hecho de que ella lo mencionara lo hizo sentir... incómodo. Como si tuviera que arreglarlo de alguna manera.

- Vamos a hacer algo especial, entonces. -dijo, rascándose la mejilla. No tenía idea de qué hacer en un cumpleaños, pero ya estaba metido hasta el cuello en esto.

Aisuru lo miró, con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

- ¿Algo especial? ¿Tú? -Su tono era puro escepticismo. Sabía que Madara no era del tipo de fiestas ni celebraciones.

- Bailar. -respondió él, como si fuera lo más lógico del mundo.

Ella lo miró como si le acabara de crecer otra cabeza.

- ¿Bailar? -repitió, sin poder creérselo-. ¿Contigo?

Madara asintió, disfrutando de la confusión en su rostro.

- Para mí, bailar es como pelear. Quiero ver esos movimientos que usaste contra la serpiente gigante el otro día. Vamos, tomate, demuéstrame de qué estás hecha.

Aisuru dejó escapar una carcajada. Estaba cansada, pero la idea era tan absurda que no podía dejarla pasar.

- ¿Bailar contigo? -volvió a preguntar, aún con la risa a flor de piel-. Seguro que esto es otra de tus formas raras de fastidiarme.

Madara le dedicó una mirada que decía quizás. Él no era el tipo que iba por ahí divirtiéndose, pero con Aisuru todo parecía diferente. Además, necesitaba ver esa chispa en sus ojos otra vez.

- ¿Y qué si lo es? -respondió, dándole un leve empujón en el hombro-. ¡Vamos! No te preocupes, tengo un ritmo impresionante.

Aisuru puso los ojos en blanco, pero al final soltó una risita. El hombre más temido de la aldea, proponiendo un baile como si fuera una pelea épica. Solo Madara.
Solo con ella.

- Está bien. -suspiró, resignada-. Pero te advierto que no me contendré.

- Esa es la actitud. -Madara retrocedió un par de pasos y adoptó una postura de combate relajada y elegante, con una sonrisa confiada en los labios.

Aisuru lo imitó, aunque con menos gracia, y entrecerró los ojos.

- ¿Estás seguro de que no me estás tomando el pelo? -le preguntó, aunque ya sabía la respuesta. Con Madara, siempre había un poco de ambas cosas.

- ¿Acaso no es más divertido así? -replicó él, dando un paso hacia adelante.

Aisuru dejó escapar un resoplido, pero se preparó. Sabía que con Madara nunca era solo un juego. Y aunque él siempre encontraba la manera de fastidiarla, en el fondo, apreciaba esos momentos con él. Momentos en los que, por alguna razón, Madara Uchiha se dejaba ser algo más que un guerrero implacable.

El viento sopló con fuerza, y la noche se llenó del sonido de sus movimientos, rápidos, precisos. Aunque ninguno de los dos lo admitiría, aquello no era solo un entrenamiento ni un baile. Era su forma de conectar, de decirse cosas que no sabían cómo poner en palabras.

Y mientras sus risas se mezclaban con el viento, ambos supieron que esa noche, como tantas otras, era solo para ellos.

𝗥𝗼𝗷𝗼 𝗘𝘀𝗰𝗮𝗿𝗹𝗮𝘁𝗮 〞 完了。 (   𝙈𝙖𝙙𝙖𝙧𝙖 ; 𝙏𝙤𝙗𝙞𝙧𝙖𝙢𝙖.  )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora